Necrológicas

Algunos recuerdos del “Barrio Prat” (1ª parte)

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 23 de Mayo del 2021

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Aclaramos de entrada que somos de la Población Fitz Roy en cuerpo y alma, pero vivimos nuestra primera infancia y nacimos en el glorioso “Barrio Prat” de nuestra ciudad; más precisamente en el “Viejo Hospital”. A propósito de este 21 de mayo, estimamos del caso compartir nuestros recuerdos de este antiguo barrio, cuya denominación evoca a uno de nuestros grandes héroes nacionales, como también los nombres de sus calles homenajean a otros próceres del combate Naval de Iquique, conjuntamente con la Plaza Esmeralda, donde tradicionalmente se conmemora la referida gesta. 

El Barrio “Arturo Prat” o simplemente “Barrio Prat” comenzó a poblarse en la década de 1910; la fecha cierta de su fundación, así como, sus deslindes precisos y otras exactitudes por el estilo, se las dejamos a los historiadores y urbanistas; nosotros escribiremos -en esta ocasión- desde la memoria y desde el corazón.

Nuestras remembranzas las situamos entre las décadas de 1960 y 1980 y empezaremos señalando que mis padres llegaron al “Barrio Prat” a fines de 1950 a arrendar un par de piezas en calle Carlos Condell 137 (al fondo). La propiedad pertenecía a la familia Lizama y nuestros vecinos de la casa contigua en dirección playa, era la familia de don Tránsito Oyarzún, recordado ciclista del Club Victoria, quien con su generosidad de siempre había instalado bisagras en la parte superior de dos piquetes del cerco, por donde yo pasaba para disfrutar de las inolvidables papas fritas que preparaba su señora, la “Tía Yaya”; dado que mis padres trabajaban fuera de casa, parte de mi temprana crianza se la debo a los Oyarzún. Vivimos allí hasta noviembre de 1963 cuando nos trasladamos a la recién construida Población Fitz Roy. Se hacía realidad el sueño de la casa propia, cuando me faltaban sólo tres meses para cumplir cuatro años de edad.

Nos fuimos (o nos vinimos) pero seguimos ligados al Barrio. Una de las razones era que mis abuelos maternos vivían en los altos de la antigua Escuela Taller Nª26, emplazada donde actualmente se ubica el Centro de Capacitación Laboral en Zenteno, frente al Liceo Experimental. Mi abuelo José del Tránsito Agüero, era el director del plantel, donde se impartían diversas especialidades como mecánica, electricidad, carpintería (hasta trineos fabricaban) e incluso se enseñaba peletería, a cargo de mi tío Víctor Hugo Leveque, casado con mi tía Antonia Agüero (la “Tía Chita”). Asimismo, tres de mis tías y un tío por el lado de mi mamá siguieron viviendo en el sector; por lo cual, al menos una vez a la semana íbamos de visita. 

Otra de las razones para mantener el vínculo, fue que durante muchos años, mi mamá continuó haciendo el “pedido” mensual de víveres en el recordado y surtido negocio de Juan Strello, que estaba en la esquina de Zenteno con General del Canto, en diagonal al Liceo Experimental. El almacén ya en esos años tenía reparto (hoy la siutiquería lingüística le denomina “delivery”) y contaban para esos fines con una liebre Mercedes Benz gris oscuro, similar a las de locomoción colectiva, pero sin vidrios laterales, salvo los del chofer y copiloto. La liebre la manejaba el señor Rogel, uno de los hombres de confianza del negocio y la cargaban por General del Canto, donde estaba el portón café de doble hoja de machimbre que accedía a la bodega. El local era el típico negocio antiguo, con mesón de madera, donde se clavaban esas publicidades de latón (recuerdo perfectamente de la Betún Virginia, “Una pasadita…y basta”) estanterías hasta el techo, cajoneras y sacos con los productos a granel y los frascos con confites.

Eran los tiempos de la “libreta” donde se anotaba las ventas y se pagaba a fin de mes, para lo cual la palabra empeñada era la mejor garantía.

Recuerdo a Strello como un tipo muy serio, no sé si alguna vez lo vi reír, pero tras esa apariencia, había una persona de un corazón y solidaridad sin límites. Muchos no olvidan el gran gesto que tuvo con sus clientes profesores (as) para la “huelga larga” de 1968 en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, que duró más de dos meses. Strello fue claro: “el crédito no se corta y después veremos como arreglamos”.

El negocio de Strello era uno de los más importantes del sector, junto con el entonces “Gran Emporio de Ljubomir Drpic” en la esquina norponiente de Condell y Zenteno. Otros negocios (algunos de ellos todavía existen) son: Frías (Condell y Orella), Hernández (General del Canto y Riquelme), Caro y Cárcamo (ambos situados en diagonal en la esquina de General del Canto y Orella). Hay otros también, no obstante, no podemos omitir en Angamos frente al antiguo Hospital la carnicería y almacén “El Chileno” y por la misma cuadra y en la esquina con Patagona el negocio de Macías, como tampoco el de la Sra. Avelina, en la primera cuadra de General del Canto; cuya más selecta clientela estaba formada, en gran parte, por los profesores de la Escuela 15.

Las panaderías eran un giro predominante del barrio, algunas de ellas: “La Moderna” que todavía funciona en Zenteno entre Condell y Serrano, vereda cerro. Por la misma vereda en la esquina con Condell había otra y subiendo por esta calle estaba la panadería de los Hidalgo. Otro de estos locales estaba en la vereda norte de la calle Carrera, entre Señoret y Arauco. Finalmente mencionemos la Panadería y Pastelería “La Selecta” de Jacksic en Angamos casi esquina Señoret, vereda sur.

Continuará…