Necrológicas

El fin de un año de aprendizajes

Por Ramón Lobos Vásquez Miércoles 30 de Diciembre del 2020

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Y sin darnos cuenta el año que tanto prometía, el 20/20 llegó a su fin. Muchas cosas cambiaron en nuestro entorno, en nuestra comunidad y en nuestro país.

Los alcances de esta crisis los viviremos por muchos años más, no sólo en lo epidemiológico sino que en cada una de las decisiones y grandes lineamientos que tome nuestra nación. Por lo pronto los ejercicios democráticos se están modernizando de una manera insospechada hasta hace algunos meses atrás. Lo central es la participación y la consulta a los incumbentes.

El ejercicio de congregar a la población en torno a delegar decisiones de nuestro ordenamiento como comunidad es de los actos más importantes en este siglo. Un marco que nos regirá por los próximos 30 ó 40 años, como nunca decididos y organizados en democracia; esperamos que nuestros mayores tengan una activa participación, no sólo sufragando, sino que teniendo constituyentes de ese grupo que puedan poner en el centro la construcción de una sociedad más justa para nuestros mayores, quienes son un eje importante en el desarrollo y progreso de una comunidad.

Es importante preocuparse del financiamiento de las necesidades en la vejez, la provisión de servicios, asegurar la continuidad de cuidados. Si ellos ven resueltos sus problemas y necesidades podemos asegurar que construiremos una mejor sociedad para todos. Esa es la esperanza que nos guía en estos años. Hay mucho que hacer y construir.

Hoy en medio de esta pandemia, con múltiples necesidades y problemas pudimos comprobar lo que el estallido social nos reveló unos meses antes: que el país es diverso y que las necesidades no satisfechas, nunca abordadas por el modelo neoliberal eran demasiadas. No éramos un país homogéneo y estructurado. Eran dos realidades muy extremas: con o sin poder adquisitivo.

Quien tiene poder adquisitivo, puede tener salud, educación, protección social a la altura de los requerimientos. Y también hay una gran mayoría que deambula de oficina en oficina buscando dónde poder resolver sus múltiples necesidades.

El estallido social reveló también que los beneficiados por el Estado y sus coberturas de programas y servicios eran grupos muy seleccionados; eran más los que quedaban al margen. Para peor el amiguismo o los favores políticos se esmeraban en buscar entre sus contactos a esos favorecidos, de allí que importaba a quién acercarse, qué padrinos elegir para optar a beneficios y no quedar fuera. De eso se cansó la población, se rebeló y es difícil de volver atrás y seguir como antes. Esa es la profundidad del cambio que enfrentamos.

Es el momento de buscar la brecha y resolver integralmente las necesidades de la población. Con foco en la resolución local, con estrategias que privilegien actores locales, que en definitiva conocen las diferencias territoriales. No respuesta únicas y repetidas; es momento de diversificar y buscar nuevas respuestas.

Por eso lamentamos que se sigan ocupando las viejas estrategias comunicacionales y de información. La vacunación y su difusión siguen la misma estrategia comunicacional de hace dos años. Comunicados que se repiten en la forma y contexto, con frases ya hechas y que sólo informan que se está haciendo algo. Dicen mucho y nada a la vez. La gran tarea para quienes comunican la acción del Estado es poder realmente informar y educar a la población. Finalmente, esa es la principal falencia en el Chile de hoy: la educación.

Cuando nuestra población se educó y formó en saneamiento medioambiental, cuando se involucró en campañas sanitarias de vacunación o en medidas de seguridad hubo cambios efectivos. Cómo no recordar la efectiva educación desarrollada contra el cólera hace unos años en el país y en marea roja en Magallanes, esto cambió el curso, junto a otras medidas implementadas, de un problema permanente en nuestra región, pero que ya no tiene el signo ominoso de hace algunos años. Falta por encontrar la respuesta que elimine al microorganismo, pero con acciones de todos se ha aminorado importantemente su impacto.

Hoy cuando la pandemia sigue en la llamada “meseta alta” en la región; comprobamos que, ha habido una profusión de nuevos términos para explicar y justificar lo que sucede día a día, nombres rimbombantes que poco le dicen a la población qué esta sucediendo. Por eso, más que nunca hay que poner a la gente del lado de la acción, del lado del trabajo y transferencia de responsabilidades.

Todos tienen algo que hacer en esta pandemia, no basta con poner el brazo para que el pinchazo nos asegure inmunidad. Es mucho más que eso, mientras más rápido la población sea informada y maneje los conceptos y acciones en esta pandemia, podremos hacer cambios en su evolución. Pero pasa porque en bloque los magallánicos y magallánicas hagamos un trabajo conjunto y efectivo por todos. Es la deuda generacional que nos debe motivar al trabajo hoy.

Es la enseñanza y la urgencia de un año que no se repetirá en la historia si hacemos lo correcto, si no esa misma historia nos juzgará como indolentes y mansos a la acción del Estado, revelando que la Constitución de 1980 hizo su tarea y son otros más jóvenes los que efectivamente harán el cambio. Que es necesario y urgente.

Que tengamos un mejor 20/21, que hayamos aprendido la lección. Eso ya es una ganancia personal y comunitaria al menos.