A propósito del bien común
No corren buenos tiempos para el bien común, y esto sucede a una semana del inicio de los trabajos de la Convención Constitucional encargada de redactar la nueva Constitución para nuestro país. Que los tiempos no sean propicios para el bien común no es cosa de hoy, sino que de las décadas del neoliberalismo y del individualismo que se apoderaron del país, de su economía y moldearon la cultura, han socavado la vida social y política, de manera que los intereses, conveniencias individuales o de algunos grupos se imponen sobre las necesidades del bien común.
A pesar de todo, no hay duda que el bien común será uno de los conceptos más usados en este tiempo de redacción de la nueva Constitución; pues de eso se trata en la nueva Constitución, que ella oriente, regule y asegure el bien común de nuestro país. Como ocurre con los conceptos usados, también, son distorsionados.
Cuando se habla del bien común, estamos ante un concepto complejo, en el que se entrecruzan disciplinas como la filosofía, el derecho, y la economía, y cada una de ellas tiene que ver con algún aspecto del bien común. A pesar de la complejidad del concepto, su historia y sus matices, es conveniente señalar algunas de sus bases para que no andemos muy perdidos ni confundidos al respecto.
En términos generales, el bien común es el conjunto de las condiciones sociales que hacen posible que cada persona y todas las personas y grupos puedan vivir de acuerdo a su dignidad y alcanzar su propio fin, es decir, realizarse como personas. Entonces, porque involucra el bien de la totalidad de las personas, el bien común no es la suma de los bienes particulares, sean personales o grupales, tampoco es el bien de algunos, y ni siquiera es el bien de la mayoría o del promedio, sino que involucra a todos, a la totalidad de las personas en una comunidad. Es decir, se trata del bien de la comunidad, del respeto y promoción integral de cada persona y sus derechos fundamentales.
Por eso, la búsqueda del bien común es responsabilidad de todos y exige una mirada de totalidad, y eso es lo que debe promover, regular y asegurar una Constitución. Por eso, la búsqueda del bien común pasa por muchos diálogos y búsqueda de consensos y acuerdos, de manera de armonizar los diversos y legítimos intereses de cada grupo en función del bien de todos.
La búsqueda del bien común, entonces, no es un asunto de unos contra otros para ver quién gana, fruto de su poder o de su astucia, sino que es un asunto de diálogos y consensos mirando la totalidad de la sociedad y el bien de todos. También, como lo hemos experimentado en esta pandemia, el bien común puede exigir sacrificios o restricciones de ciertas libertades cuando se busca un bien mayor, como es cuidar la salud de la población; o evitar males mayores, como es impedir la expansión de la pandemia; o cuidar un bien, como es evitar que se contagien las personas sanas.
Pero, el individualismo que reina en muchas mentes y está instalado como criterio de bienestar en nuestra sociedad no acepta eso, no entra en esa mirada de totalidad ni mira el bien de otros que puede afectar o limitar el bien individual. Por eso, hay cuatro criterios claves que aseguran esa mirada de totalidad y una efectiva búsqueda del bien común, y por el bien del país es necesario que estén muy presentes en los diálogos de la Convención Constitucional y en nuestras conversaciones. Se trata (1) del respeto a la dignidad de la persona humana y la búsqueda de su reconocimiento práctico; (2) dar forma a un desarrollo social justo, de manera que cada uno y todos puedan tener acceso a lo que necesitan para una vida verdaderamente humana; (3) asegurar los medios para una resolución pacífica de cualquier conflicto y ofrecer la seguridad de un orden social justo; (4) por último, un criterio muy importante, es la prioridad de las necesidades de los empobrecidos y marginados, porque sin ellos no hay bien común. Ahora, más que nunca, los últimos tienen que ser los primeros.
En nuestra sociedad, donde el interés individual hace perder la perspectiva del bien común, los empobrecidos son duramente golpeados y así se debilita el corazón de la democracia, la cual entra en crisis precisamente por la incapacidad de decidir según el bien común, en lugar de los criterios de fuerza electoral o de poder financiero de los grupos que están detrás de los partidos políticos.
La Convención Constitucional tiene una tremenda tarea, y debe dar prueba de una mirada de totalidad, de generosidad y capacidad de diálogo para que pueda llegar a buen fin. La invitación es a que nos informemos sobre lo que está pasando, que sigamos los trabajos de la Convención Constitucional, que conversemos y opinemos al respecto; es decir, que seamos ciudadanos responsables, porque aquí está en juego el bien de todos.