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El vía crucis de pacientes dializados: “Muchas veces he pensado que voy a morir ahí”

Lunes 9 de Agosto del 2021

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Marianela Vidal lleva años esperando un procedimiento quirúrgico para corregir
la fístula que le permite dializarse. Durante ese tiempo se dializa con catéter.

“Dependo de una máquina para vivir y estoy obligada a ir tres veces en la semana. No es fácil estar en diálisis, estar ahí tres horas y media, te mareas, la presión se sube o se baja. Muchas veces he pensado que voy a morir ahí, por eso cuando me voy a la diálisis me despido de mis dos hijos, a veces en el auto voy llorando porque sé que es posible que no vuelva, pienso que en el futuro siempre va a ser así”.

Con estas palabras, Marianela Vidal Barrientos, describe el sufrimiento que le provoca el tener que estar sometida a la hemodiálisis por una insuficiencia renal.

Su caso permite vislumbrar la realidad de quienes dependen de una máquina para vivir. Una situación compleja, que la pandemia transformó en un vía crucis por las complicaciones para acceder a la consulta de especialidad y a las cirugías que necesita para tener un mejor acceso vascular.

Tras tres años en hemodiálisis, la secretaria de Asodi en Magallanes requiere de una fístula para poder dializarse. Hasta ahora lo ha hecho a través de un catéter “transitorio” que tiene en el pecho desde hace años y en ese periodo sólo ha sido evaluada por un vascular en un par de oportunidades.

“¿Qué más puedo hacer? Pancartas y reclamar a los medios. La Prensa Austral me preguntó hace un año por esta situación. Fue hace un año y aún no pasa nada, aún sigo esperando un vascular, cuando acá está esa especialidad. Ni siquiera me dicen: ‘Va a tener que esperar cinco meses o un año’, ni siquiera tengo esperanza y vivo en la incertidumbre, sin saber cuándo me van atender”, dice emocionada.

Recuerda que a su ingreso le pusieron un catéter provisorio que se instala en el cuello (en la vena yugular) y, al otro día, el tubo “transitorio” que es el que lleva en el pecho hace dos años, con el miedo de que se pueda infectar. En agosto del 2018, le hicieron una fístula, pero le aguantó cuatro pinchazos y falló, por eso sigue con su dispositivo.

“Con la pandemia y el hecho de que no había pabellón, en diciembre del 2020 me fui a Santiago, me hice la fístula en el hospital de Asodi. Fue un viaje, financiado por mis propios medios, porque gracias a Dios tengo a mi familia, que me ayudó con los gastos de la operación, la estadía y los pasajes. Me hicieron la fístula el 2020, pero hasta ahora no me han pinchado porque tiene un problema de  longitud. Por esa razón, me tienen que operar de nuevo para dilatarla y tengo que esperar eso. Desde esa fecha estoy esperando”, comentó.

A Marianela le preocupa que el acceso vascular sea un catéter, porque tiene más probabilidades de infectarse a diferencia de las fístulas, y el otro riesgo se relaciona con el impacto que este dispositivo tiene en el corazón, lo cual es grave y por eso tiene miedo.

“Sigo esperando y sé que va a ser una espera muy larga, tal vez tenga que volver a Santiago para que me puedan pinchar a través de la fístula y sacar el catéter. Hay muchos compañeros con catéter y algunos se infectaron por lo que tuvieron que ser hospitalizados”, señaló.

Es, por ello, que ahora que se abrieron los pabellones y se está reanudando la actividad clínica, pide que los pacientes dializados tengan la prioridad ya que siente que su vida está en riesgo vital. “Por eso, quiero hacer un llamado al director del Hospital Clínico de Magallanes, Ricardo Contreras, y al director del Servicio de Salud Magallanes, Nelson Reyes, a ser empáticos porque ellos tienen el poder de priorizar a dializados, que han esperado años y que ya no pueden esperar más”, comentó.

La dirigenta advierte que viven en una situación muy compleja, sabiendo que solo saldrán de la diálisis, muertos o trasplantados. “Me afecta  la parte emocional, lloro todas las diálisis, escucho música lo más fuerte que puedo, porque es muy desgastante. Este año se han muerto muchos de mis compañeros cercanos, hay quienes son muy fuertes, pero sabes que en sus casas igual se quiebran”, dice reconociendo que a veces llega a la puerta del hospital y se tiene que devolver porque tiene miedo.

“Mis emociones están cada vez más fuertes y cada vez es más complejo seguir batallando”, refirió, explicando que cada día piensa en cuando podrá ser atendida por un vascular y es un sentimiento que tienen varios de los pacientes que se dializan por catéter. “Sentimos que no nos toman en cuenta, que no hay empatía en las direcciones porque son ellos quienes pueden priorizar a pacientes dializados… Estoy pensando en volver a Santiago y correr con un tremendo gasto, pero luego me pregunto por qué si hay dos vasculares, por qué me tengo que exponerme a viajar a Santiago, pues, si me infecto, prefiero morir acá, si ésta es mi tierra y soy magallánica”, indica.