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El 8 de septiembre que Carola Barría recuerda y que otras veces intenta olvidar

Lunes 6 de Septiembre del 2021

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Edmundo Rosinelli

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Hay veces que lo recuerdo y otras no”, reflexiona Carola a pocas horas de que este 8 de septiembre se cumplan 8 años del episodio que la marcó para siempre.

Sentimientos encontrados porque dos días después, este viernes 10, cumplirá 41 años de edad.

“Se lo he dicho a algunas personas. Siento que el 8 de septiembre es como un aniversario, como que volví a nacer y tuve que aprender a vivir de una manera distinta. De la que no sabía nada y no estaba acostumbrada. Partiendo por adaptarme al nuevo entorno”, contó a La Prensa Austral.

“Todo eso representa para mí un 8 de septiembre, cuando lo recuerdo, porque a veces se me va la fecha”.

Y sin atesorar odios ni rencores en contra de la persona que la dañó, confiesa que más asociado tiene el 9 de septiembre, porque fue el día que falleció el padre de su hijo. “No lo recuerdo ni con alegría ni con rabia, sino con nostalgia. Mi primer pensamiento siempre es hacia su madre, por lo difícil que es para ella superar esto”.

Al comienzo ambas tuvieron un gran acercamiento, “pero creo que a ella le hacía más mal que bien. En una oportunidad los vino a ver (a los niños), pero después los contactos fueron por teléfono”. “Como madre nunca lo ha superado y creo en nosotros ve más pena que nada. Es lo que yo imagino”.

El más pequeño de los hijos, Juanito, tiene 8 años de edad. Le sigue Ignacio de 9 y el mayor, Alan de 20 años, actualmente estudia Arquitectura en Valdivia.

Vergüenza y miedo

Confiesa que no le gusta salir sola a la calle. “Me da vergüenza y miedo. Si voy al centro salgo con uno de los niños, pero sola no. Salvo que vaya a un lugar muy cercano a la casa”.

“Muchos de los que tenemos discapacidad visual nos sentimos en un hoyo negro, caminando solo. No sabes bien quién está a tu lado. Y si hay algo que no me gusta es andar chocando con las cosas”.

Aunque pareciera no verse nunca abatida por las vicisitudes de la vida, admite que el ser humano nunca sabe de lo que es capaz, hasta no verse enfrentado a una situación puntual.

Esto respondía cada vez que le preguntaban de dónde sacaba fuerzas para sobrellevar todo tan rápido.

“Igual he tenido mis caídas, mis rabietas, mis penas y pesadillas. He pasado por todos estos procesos”, admite Carola.

A esto suma la ansiedad, agobio y estrés que le ha provocado el largo encierro en casa producto de la pandemia. “Aunque estoy tranquila porque mi familia, mis padres, están siempre conmigo y nadie se ha visto afectado por esta enfermedad. El encierro no ha sido bueno para mí, porque acostumbraba a salir a trabajar. Ahora tengo todo mezclado en casa: el trabajo y el colegio de los niños. Uno las hace de mamá, dueña de casa y profesora”.

Actualmente sigue trabajando en el Liceo Polivalente María Behety, en su calidad de técnico en educación especial, a lo que se dedicaba cuando estudió educación parvularia. “El apoyo de mis compañeras y equipo directivo ha estado siempre presente. Para ellos soy una trabajadora más. No porque tenga una discapacidad dejo de cumplir como los demás. Me gusta que me traten de esa manera”.

Cuando era muy niña estudió en la Escuela Argentina. Después, cuando vivía en la población Fitz Roy con sus dos hermanos, la matricularon en la Escuela España.

Ahí vino la separación de los padres y cuando Carola tenía 11 años se fueron a la localidad de Dorotea, en Ultima Esperanza. Después vivió cuatro años en Puerto Natales, “con la pareja de mi madre, quien es hoy un papá para mí. Y después nos vinimos a Punta Arenas”.

 

A ochos años del ataque enfermizo de su ex pareja

Este miércoles se cumplen ocho años de la brutal agresión que sufrió la magallánica Carola Barría Guerrero. Celos enfermizos, sumados a una irracionalidad sin parangón, llevaron a su entonces pareja, Juan Ruiz Varas, a golpearla y a cercenarle los ojos, quedando ciega de por vida.

La tragedia se desató la noche del 8 de septiembre de 2013, dos días antes de su cumpleaños, y dos años después de iniciada la convivencia entre ambos.

Ella estaba en casa de su madre, hasta donde llegó Juan, porque ya no estaban juntos.

Pasadas las seis de la tarde salieron a comprar pañales para el hijo y bebé de ambos. Abordaron el auto de un hermano de Carola, pero en un momento el hombre desvió el rumbo a la casa que habían compartido.

Carola jamás imaginó que esa detención marcaría su vida para siempre. La corazonada que tuvo no le alcanzó para impedir lo que se venía.

El tenía claro lo que iba a hacer. Estaba enrabiado porque nadie le sacaba de la cabeza una supuesta infidelidad. Por más que Carola lo negó no fue capaz de entrar en razón.

La golpeó en la cara. La arrojó al suelo y le pegó en la cabeza. En minutos todo fue oscuridad para ella. Lo último que vio fue que tomó un cuchillo y al bebé que estaba en el sillón.

El sujeto la subió al auto. Le tapó la cara con una toalla y dirigió sus pasos a la casa de quienes eran los supuestos amantes de la historia.

Primero fue Mario Wolf. Eran alrededor de las nueve de la noche cuando abrió la puerta. Lo invitó a entrar al auto y le disparó en la cabeza. Luego lo arrojó a la calle.

Continuó con la desenfrenada salida, rumbo a la casa de Claudio Sandoval a quien también le disparó.

Herida como estaba, Carola le rogaba que la fuera a dejar al hospital, o en las cercanías. Y así lo hizo. La abandonó por calle Los Flamencos. Pero como no podía ver le costó muchísimo avanzar. Quedó como en un hoyo y ahí pasó la noche, abrazando a su bebé, tapándolo con una chaqueta.

Nadie escuchó sus gritos, debilitados en esos momentos por toda la sangre que había perdido. Recién al día siguiente, muy temprano, una mujer la escuchó y avisó a los guardias del centro asistencial.

El bebé fue ingresado con hipotermia y ella pasó directamente a pabellón. Tiempo después vino a saber que no volvería a ver nunca más.

Y al día siguiente Juan Ruiz Varas, que era buscado intensamente por la policía, murió abatido por carabineros, en un predio del sector del Barrio Industrial.