Los cambios que traen la esperanza de una mejor jubilación
Ramón Lobos Vásquez
médico geriatra
Consejero Regional
Han sido meses de tanta presión y tanta preocupación permanente por nosotros y por los demás, que conforman nuestro entorno más cercano, que sin querer y tal vez sin darnos cuenta hemos llegado al fin de un año y de un ciclo en nuestro país. Comienza otro, con la esperanza y la fe puesta en los cambios que tienen que ocurrir en nuestra nación, demasiado esperados, demasiado anhelados, demasiado ansiados por nuestra población, en especial por los adultos mayores que no quieren partir de este mundo y de esta realidad que se llama Chile, sin ver brotes o atisbos de que las cosas pueden cambiar y ser mejores, ya no para ellos; sino que para todos los que vienen después.
Nuestros mayores han crecido en un Chile desigual y de muchos experimentos sociales y de administración, que han dejado una huella profunda en sus existencias y en cómo enfrentan el día a día. Pero siempre con la esperanza de que puede cambiar y ser mejor.
La vida ya pasó por sobre ellos y no están en la primera línea del trabajo o del quehacer nacional. Como nunca dependen de lo que otros hagan, de los que si ya están en primera línea, o están dirigiendo el país. Son una población que ha ido quedando al margen y siempre dependiendo de cómo la sociedad avanza y se desarrolla. Siempre confiando en las promesas entregadas y cumpliendo las tareas encomendadas como generación. Han estado desde el hacer, en la historia patria.
Pasó el tiempo y fueron esperando para que se hicieran realidad las promesas que guiaron su trabajo y su vida laboral y social. Cuando el país y la sociedad debían entregarles lo comprometido se encontraron con una triste realidad, que vivieron solitariamente, culpándose de no haber hecho lo que tenían que hacer para tener y vivir una mejor jubilación. Un júbilo que no fue. Unos años dorados que no tuvieron brillo y por el contrario fueron de lo más opacos y tristes.
Al final del arco iris no había nada más que seguir viviendo o seguir trabajando para mantenerse y no perder la batalla. Como les ocurrió a muchos que murieron y terminaron sus vidas pobres y tristemente.
Hoy sus nietos y bisnietos alzaron la voz. Y exigieron cambios por todos. Partiendo por una nueva Constitución que nos ordene y dirija. Y ha bastado esa luz de esperanza, para que muchos mayores los hayan apoyado. Porque por primera vez no hay promesas. Hay trabajo por hacer. Ya no son palabras. Son acciones concretas a realizar. Muchos saben y tienen claro que no verán o vivirán esos cambios. Pero saber que sus nietos construyen un nuevo modelo de sociedad los motiva y convoca.
Siempre quisieron y buscaron un mejor país para todos. El tiempo no les dio la oportunidad ni la ocasión de ser parte de esos cambios. Por tantas razones o urgencias que hubo que resolver antes. Siempre se les dijo que tendrían un mejor mañana sólo si hacían más trabajo y productividad. Pero nunca se habló de solidaridad intra e inter generacional. Que el futuro se construye hoy. En la educación. En la forma cómo nos relacionamos. En cómo nos hacemos cargo de nuestras necesidades, pero también cómo nos hacemos parte de la solución de los problemas de otros.
De que van a pasar años antes que nosotros mismos visualicemos los cambios, están y estamos claros. Pero había que poner en marcha al país y a la sociedad en otra dirección. Más humana. Más cercana y solidaria.
Esa es la esperanza que abrigaron desde siempre. Y hoy cuando se copan las anchas alamedas, no sólo para protestar o exigir cambios, sino para soñar y buscar mejores días para todos, la esperanza brilla en los ojos de muchos mayores. Tal vez esa esperanza los mantendrá más vivos y activos por un tiempo.
No los defraudemos. De todos nosotros dependen los cambios y la búsqueda de una mejor sociedad con todos y para todos. No podemos seguir fallándoles.
Algún día una flor en su tumba o en las nuestras validará tantas luchas y afanes. Es simple lo pedido, pero tan grande el cambio social a desarrollar que nos une y convoca. Por ellos y por todos. A seguir trabajando. No hay tiempo para abrazos. Es tiempo de ponerle el hombro y el corazón.