Necrológicas

¿A qué edad se es viejo?

Por Ramón Lobos Vásquez Miércoles 26 de Enero del 2022

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En los niños el alcanzar ciertos niveles de desarrollo y maduración significa avanzar en el proceso de crecimiento. Por el contrario, definir a partir de las pérdidas la etapa de la vejez, fue durante mucho tiempo un criterio, junto a la edad. La población adulta mayor es heterogénea y los impactos del proceso de envejecer varían de persona a persona. Por eso no se envejece al jubilar o al cumplir una edad cronológica, ninguna es igual a otra y la variabilidad es enorme.

Es frecuente encontrar a “viejos”, que parecen ser más jóvenes que lo que su cronología nos señala; fundamentalmente por las capacidades y actitudes que mantiene en su desarrollo vital.

La edad y la vejez tiene múltiples miradas, la más frecuente es a partir de lo opuesto. Se define al viejo como aquel que no tiene juventud. Una mirada social muy frecuente de nuestra sociedad, que implica una carga negativa y peyorativa para con nuestros mayores.

Se valora la juventud, pero extrañamente también la experiencia. Valor que normalmente se asocia a los mayores. Paradójicamente también leemos o escuchamos de avisos de búsqueda de personas para el mercado laboral que no sobrepasen de los 40 o 50 años. Envejeciendo a una gran masa laboral que dista mucho del concepto etario o cronológico de vejez.

También se introduce un concepto económico a la vejez: una mirada de población no productiva; que no aporta al desarrollo económico de una sociedad. Otra mirada negativa y más peyorativa hacia los mayores. Pese a ser una población mayoritariamente activa, capaz de decidir permanecer en el mundo laboral o bien ser consumidor en una sociedad que se precia de valorar a quienes consumen y generan la cadena económica (producción y consumo).

Un ejemplo claro es la ausencia de comerciales o avisaje para los mayores como población consumidora. Generalmente el avisaje está relacionado a otro concepto de mirar la vejez: desde la salud, o más bien de su ausencia. Se le considera un individuo consumidor de servicios en salud. Un ente pasivo que está buscando recuperarse de esta enfermedad llamada vejez.

Todas estas miradas o formas como nuestra sociedad ve a sus mayores llevan a tener una visión negativa y poco activa hacia quienes componen este grupo etario. Alejándolo de la participación y decisión de su futuro. Además se les despoja de la autonomía en sus decisiones y se le considera agente pasivo, beneficiario de las acciones de los sistemas que interactúan con el.

Es cierto que una parte de los mayores acumulan deterioros y daños en sus capacidades o potencialidades que los hacen dependientes de cuidados y atenciones, pero es una realidad que ocurre a todas las edades en nuestra sociedad. Indudablemente a mayor edad o longevidad es posible encontrar mayor cantidad de personas mayores en que se acumulan estas cargas, que le dificultan desarrollar autónomamente muchas de sus tareas diarias. Pero son muchos más los que mantienen por largo tiempo sus capacidades físicas y mentales vigentes. Pero son vistos como casos raros o esporádicos en esta sociedad. De allí a que una parte importante de nuestra población entienda que para contrarrestar el proceso de envejecimiento no hay nada que hacer y sólo queda sentarse a esperar sus consecuencias y por ende disfrutar mientras se es joven.

Esta mirada es la que más daño ha hecho a muchos mayores. Es efectivamente beneficioso y muy útil el hacerse cargo del proceso de envejecimiento y trabajar en desarrollar acciones y actividades que contrarrestan las manifestaciones, que en nuestros cuerpos deja este envejecimiento. Algo que, si se estudia, ocurre más precozmente de lo que la mayoría piensa. Muchos deterioros se inician en etapas en que nos consideramos jóvenes o productivos en nuestra sociedad.

De allí la importancia de acometer las tareas que atenúen el proceso de envejecer a edades mucho más precoces que al momento de jubilar, que marca desde el ámbito económico el sello de ser viejo en nuestra sociedad consumista. Por eso es importante prepararse para la vejez con acciones a toda edad: educándose tempranamente en entender el envejecimiento como una etapa más a preparar en nuestro ciclo vital, ejercitándose en lo físico o en lo mental desde edades precoces, en aprender a nutrirse y alimentarse adecuadamente, en vivir y desarrollar nuestra espiritualidad y creencias, en participación e inclusión, tan importantes a toda edad y muy necesarias cuando realmente seamos viejos y seamos parte de un colectivo o seamos capaces de buscar grupos de interés según nuestras decisiones.

Si quisiéramos ser más claros aprendiendo a vivir, es como podemos ser más y mejores viejos en nuestras sociedades. Eso se aprende y se puede desarrollar a toda edad.

Es por ello que una sociedad necesita valorar a sus viejos y su capacidad de ser entes autónomos. Es nuestra misión. Compartir con ellos es la mejor enseñanza para definir cuándo y qué vejez vamos a vivir. Como sociedad debemos enseñar a vivir y a envejecer, valorando a quienes nos preceden porque nos abren camino a nuestro futuro y a nuestra propia vejez.