Exposición de Artes Plásticas y la presencia del poeta Enrique Lihn en Punta Arenas en 1960
Por Víctor Hernández
Sociedad de Escritores
de Magallanes
E
n más de alguna oportunidad nos hemos referido a una etapa de la historia de Magallanes, a la que mucha gente de edad avanzada suele recordar con especial significación.
Esa gente adulta nos habla de una época en que el austro disfrutaba de un gran bienestar. El muelle fiscal Arturo Prat estaba atiborrado de actividad; buques mercantes recalaban a cada instante en el puerto local; era común adquirir todo tipo de manufacturas, productos alimenticios, y el mejor vestuario proveniente desde Europa o Estados Unidos. Eminentes publicaciones especializadas a nivel mundial, describían a Punta Arenas como una ciudad cosmopolita y vanguardista. Mientras de la Tierra del Fuego, la Empresa Nacional del Petróleo (Enap) extraía casi la totalidad de los hidrocarburos que requería el país, en las afueras de la capital de Magallanes se había construido uno de los aeropuertos más modernos de Chile; en tanto, la Universidad Técnica del Estado había fundado una sede universitaria, a la par que se inauguraban seis Institutos Chileno Extranjeros de Cultura.
Esta condición excepcional que gozó Magallanes se vivió preferentemente durante los años 1956 a 1968 y recuerda, por cierto, a otra feliz iniciativa debida un siglo antes, al Presidente José Joaquín Pérez, de entregarnos por primera vez la categoría de Puerto Libre menor a fines de 1867, que permitió que la lúgubre colonia penal se convirtiera en un auspicioso territorio de colonización, donde se asentaron miles de emigrantes, principalmente europeos, quienes con el apoyo de la mano de obra chilota impulsaron en un par de décadas, la gigantesca industria ganadera, que hizo de la Patagonia -chilena y argentina- el mayor feudo pecuario de América del Sur.
Esta “belle époque” de Magallanes, caracterizada por la concentración económica en unas cuantas familias que erigieron fastuosos palacios en Punta Arenas, fue también, la de un período en que se consolidó una única y valiosa Federación Obrera que concentró casi toda la actividad sindical y el quehacer productivo en el austro. Lamentablemente, con la instalación de la Aduana en 1912, se inició un largo paréntesis de estancamiento en el desarrollo económico regional, hasta que en el segundo mandato de Carlos Ibáñez del Campo, (1952-1958) se produjo la recuperación de esta franquicia reclamada por los vecinos magallánicos.
Precisamente, cuando Magallanes vivía la efervescencia del bienestar que brindaba la implementación de la ley Nº12.008 o de la restauración del Puerto Libre, y buena parte de la zona centro sur del territorio nacional sufría la devastación humana y material causada por el terremoto y maremoto del 22 de mayo de 1960, el gobierno del Presidente Jorge Alessandri con el respaldo de diversas instituciones culturales se aprestaban a efectuar en todo Chile, un nutrido programa de actividades para realzar el siglo y medio de inicio del proceso de Independencia Nacional.
Programa del Sesquicentenario
En este contexto se conmemoró en todo el país, los ciento cincuenta años de la conformación de la llamada Primera Junta de Gobierno, el 18 de septiembre de 1810.
En Magallanes, este acontecimiento histórico se celebró con numerosas actividades artísticas, científicas y literarias. Desde el exterior, también hubo manifestaciones de reconocimiento. La revista National Geographic con un tiraje mensual de dos millones y medio de ejemplares, dedicó a Chile su edición de febrero de 1960 y un capítulo especial para resaltar las bellezas del paisaje magallánico. Por primera vez, la tradicional Escuela de Temporada de Invierno de la Universidad de Chile se extendió a Puerto Natales, Porvenir y Puerto Williams.
Dentro de este marco de festividades, la Escuela Nacional de Bellas Artes organizó en septiembre y octubre de 1960, un ciclo de conferencias en todas las capitales provinciales del país a cargo de prestigiosos académicos y la exhibición de un documental titulado “Artistas plásticos de Chile”, que detalla los pormenores biográficos de los más importantes pintores nacionales.
En su condición de cronista del diario La Prensa Austral el profesor Marino Muñoz Lagos hizo una ajustada y emotiva descripción de la película:
“Bajo el árbol patriarcal de Juan Francisco González, a su sombra solemne, regida por este siglo angustioso y derrotado, arriban los pintores con sus proclamas multifacéticas, trayéndonos la nota emotiva, el reportaje fabuloso de este tiempo, la palabra regida por el tremolar de los colores. Aquí penetramos en el corazón de los pintores. Vamos hacia sus atelieres donde el humo de los cigarrillos se confunde con la policromía ejemplar de los pinceles, y donde un hato de ternura atraviesa las estancias en el placentero oficio de traducir el paisaje y la vida de un pueblo”.
“Y si Inés Payó, Lily Garafulic, Sergio Montecinos, Ramón Vergara, Israel Roa, Pablo Bourchard, Samuel Román, Camilo Mori, Luis Vargas Rozas, Nemesio Antúnez, Gregorio de la Fuente, Gracia Barrios, José Balmes, Irarrázaval, Alberto Pérez o Roberto Matta, y otros, nos encandilan por caminos de encantamiento, allá ellos, en el sentir rotundo de sus quehaceres creadores, que no es patrioterismo en estos momentos en que Chile cumple 150 años de vida. A esta lista de nuestros pintores se agrega un homenaje póstumo a Carlos Faz, muerto trágicamente en Nueva York, un día de infortunio para nuestra patria pictórica”.
A su vez, la Academia libre de Artes Plásticas de Magallanes se sumó a los actos de adhesión al sesquicentenario con una exposición pictórica en los salones del club Yugoslavo de Punta Arenas. Participaron de la muestra, Juana Rohers, María del Pilar González, María Nieves González, Estrella Palma, Helga Villagrán, María Plunkett, Mardi Porter, Leonor Hrdalo, Ana Ceballos, Philis Krussell, Dina Krussell, Ingelborg Krussell, Bogoslav Uyevic, Mario Alvarado, Ubaldo Mattasi, José de San Martín, Nicolás Bonacic, Enrique Blanche, Elías Cruz, Alfio Vezzani, Marcos Radajkovic, Guillermo Davison, Aníbal Baeza, Marino Muñoz Lagos y los alumnos (as) Jane Harper, Juan Flores, Santiago Miranda, y Felipe Cimadevilla.
El diario La Prensa Austral emitió un valioso comentario editorial puntualizando: “Cabe destacar un hecho interesante, y es que en esta exposición de valores regionales, participan alrededor de treinta artistas, con más de ciento cuarenta cuadros. El hecho señala que existe inquietud del espíritu y de que en Magallanes tenemos aficionados, que dedican al estudio y a la práctica de las manifestaciones artísticas sus preciados momentos de descanso”.
En el acto inaugural acaecido en la tarde del 17 de octubre, el decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, Luis Oyarzún Peña, dictó una conferencia que cautivó a los asistentes denominada, “Significación del Arte Moderno”. Acto seguido, se ofreció una película sobre la vida y la obra del gran pintor neerlandés Rembrandt.
El Centro de Escritores de Magallanes tuvo una activa presencia a lo largo de todo el evento. En la segunda jornada, Marino Muñoz Lagos leyó varios poemas suyos contenidos en sus libros, “Un hombre asoma por el rocío”, “El Solar inefable” y “Dos cantos”. Esa noche, con una presentación realizada por el vicepresidente del Instituto Chileno Yugoslavo de Cultura, Rubén Leiva Batres, debutó ante el público magallánico el poeta y secretario de la Academia Nacional de Bellas Artes, Enrique Lihn, que sorprendió a los asistentes con una magnífica charla sobre la “Historia del grabado chileno”.
Al día siguiente, el escritor Carlos Vega Letelier se refirió en un emotivo discurso a la joven pintora María Vukasovic, fallecida prematuramente. Después, el médico Mateo Domic Rakela disertó sobre sus impresiones acerca de un viaje hacia las costas del Adriático con el título “Mosaico yugoslavo”. En el cierre, estuvo nuevamente Enrique Lihn, quien ante la expectación del público leyó varias de sus composiciones publicadas en sus libros, “Nada se escurre” (1949) y “Poemas de este tiempo y de otro” (1955).
Apuntes de una entrevista
Enrique Lihn sostuvo una distendida conversación con los escritores regionales, Marino Muñoz Lagos y Osvaldo Wegmann. Parte de ese diálogo fue editado por La Prensa Austral. Ante la consulta de cómo elaboraba sus creaciones literarias, fue enfático al señalar:
“Siempre estoy en tren de pulir mis poemas. De ahí que tenga varias versiones para un solo tema, ya que nunca me siento contento con la labor realizada, sino cuando he logrado lo que a mí me gusta. Aunque a los demás no les agrade”.
Se recordaba que Enrique Lihn había estudiado Dibujo y Pintura en la Universidad de Chile y que luego de egresado en 1949, año que coincidió con la aparición de su primer libro de poemas, “Nada se escurre”, presentó una exposición de dibujos en la sala “Dédalo”.
“Mi libro ‘Nada se escurre’ es un libro de juventud. Se lo hice saber a muchos amigos de Punta Arenas. Sin embargo, lo he dedicado a uno de ellos, escribiendo que es un libro de mi infancia poética, que según veo, no ha desaparecido de la faz de la tierra, que es lo que ha ocurrido al encontrarlo en esta ciudad”.
Al momento de pisar suelo magallánico Enrique Lihn que acababa de cumplir treinta y un años, ya había sido incluido en varias antologías. Hernán Díaz Arrieta (Alone) lo seleccionó en su texto “Las cien mejores poesías chilenas”; el académico Hugo Montes hizo algo similar al incorporarlo en su “Antología de medio siglo”; Jorge Elliot con su “Antología crítica de la nueva poesía chilena”; e incluso, Enrique Lafourcade, en su “Antología del Nuevo Cuento Chileno”. Al respecto, Lihn fue duro y tajante para referirse a varias de estas publicaciones:
“Mi inclusión en la obra de Hernán Díaz Arrieta, Alone, ‘Las cien mejores poesías chilenas’, la considero como otra de las intervenciones perniciosas de este crítico chileno en la poesía nacional. De la última antología que he leído y en la que figura mi nombre, la de Antonio de Undurraga, me parece que es una pésima selección, donde me hubiese gustado no figurar. En cambio me agrada la de Jorge Elliot, la mejor obra en su género. Además, Elliot es autor de una traducción de esta misma antología que será publicada en Estados Unidos”.
Con su asertividad característica, aludió al comportamiento de los artistas y de los asistentes a la muestra pictórica: “He quedado sorprendido del interés del público magallánico por las actividades del espíritu. Pese a que hubo varios actos que coincidieron con otros de adhesión a los 150 años de Chile, nunca me imaginé que el Club Yugoslavo se llenara noche a noche de una gente ávida por conocer la plástica, la prosa y la poesía de Chile. Me siento complacido de este interés, y del interés con que los artistas magallánicos cooperaron al feliz objetivo de traducir el paisaje y la pasión humana, a través de obras pictóricas y escultóricas que demuestran una inquietud notable”.
Dos creaciones inéditas
Enrique Lihn recibió la invitación adicional para participar en la ceremonia de clausura de la exposición, el 23 de octubre. En los días que precedieron, el artista aprovechó de ultimar detalles de su incorporación al famoso taller literario “Los Diez” que se impartía en la Universidad de Concepción, cuyo director era Fernando Alegría (Lautaro joven libertador de Arauco) y que contaba como asesores a los destacados escritores y profesores, Gonzalo Rojas, Nicomedes Guzmán y Alfredo Lefevre.
En el intertanto, Enrique Lihn acompañado por miembros del Centro de Escritores de Magallanes y de algunos integrantes de la Exposición de Artes Plásticas, aprovechó de recorrer Punta Arenas y sus alrededores. Estas visitas a sitios de interés, causaron honda impresión en el poeta que registraba en su libreta de apuntes o en algunos croquis, los sentimientos que le inspiraban pasear por el casco histórico de Punta Arenas y sus barrios tradicionales; la necrópolis de la ciudad, las diversas rutas que comunicaban las estancias y parajes diseminados en torno al estrecho de Magallanes, o conocer el histórico Fuerte Bulnes.
La noche final, Marino Muñoz Lagos aprovechó de compartir con el público el poema “Primeras noticias de mi muerte”, premiado en el concurso organizado por el Sindicato de Escritores de Chile. En el número final, luego de las premiaciones de rigor a los participantes de la exposición regional, hizo uso de la palabra Enrique Lihn que terminó por conmover a los presentes cuando anunció que en su estadía en nuestra ciudad había compuesto dos nuevas creaciones poéticas, la primera de ellas titulada “Cementerio de Punta Arenas” y una segunda, imaginada a partir de las continuas inspecciones que el autor realizó al viejo velero pontón “Andalucía” ex -Ville de Mulhouse- (antiguo Buque Escuela de la Armada de Francia) que se hallaba amarrado en las instalaciones de Asmar.
Cementerio de Punta Arenas
“Ni aun la muerte pudo igualar a estos/hombres/que dan su nombre en lápidas distintas/o lo gritan al viento del sol que se los borra: /otro poco de polvo para una nueva ráfaga. /Reina aquí, junto al mar que iguala al/mármol, /entre esta doble fila de obsequiosos/cipreses/la paz, pero una paz que lucha por trizarse, /romper en mil pedazos los pergaminos/fúnebres/para asomar la cara de una antigua soberbia/y reírse del polvo. //Por construirse estaba esta ciudad cuando/alzaron/sus hijos primogénitos otra ciudad desierta/y uno a uno ocuparon, a fondo, su lugar/como si aún pudieran disputárselo. /Cada uno en lo suyo para siempre, /esperando, /tendidos los manteles, a sus hijos y nietos”.
Barco viejo
“A imagen de los vientos crecieron estos árboles/que imprecan hacia el mar donde los cuatro palos/de un velero inservible se excusan de los vientos. /”Andalucía” duerme, bella cárcel flotante/encarcelada como en una botella/en su vejez dejada de mano de las olas, /tan pura, que el bochinche de la marinería/será como si fuera cosa propia del sueño:/música de fonógrafo que casi no se escucha. //Estoy en Punta Arenas. /La nieve llega al corazón y el viento/toca hasta lo que escribo y lo dispersa. /Mi poesía apenas da unos pasos en falso:/aún el árbol verde del pensamiento abstracto/tendrá aquí que seguir el dictado del viento/que tuerce el árbol de oro, / transformándolo en/piedra. /Me haría falta oír toda la vida/lo que, por estos lados, /dicen hombres y bestias; / pero aún más: entrar en el secreto. /De modo que la piedra horadada me hablara/por boca del silencio de lo que fue en el aire/antes del día de su aventamiento:/gritos que el roble sabe/de cuando el indio hizo su amor como agoniza/el petrel en la noche de los vientos, /de cuando sangre y nieve jugaron a encontrarse/y una ciudad se alzó donde cayeron hombres. //Nada habla por mi boca aquí, pero está bien/sentir que uno podría envejecer noblemente/mirando un barco viejo que termina de hundirse.
En la despedida, Lihn se sinceró: “Me voy encantado de la ciudad de Punta Arenas, y en especial, del cariño con que los habitantes de esta localidad reciben a los forasteros. Mis actividades se han visto favorecidas por la dedicación de varios dilectos amigos que me han permitido conocer parajes inolvidables, como también alternar con personas vinculadas con el arte”.
Recordemos que Enrique Lihn incluyó “Cementerio de Punta Arenas” en el libro “La pieza oscura” impreso por Editorial Universitaria en 1963, texto reeditado en París, en 1972, con portada e ilustraciones de Roberto Matta.