Silueta de cielo de Punta Arenas en cambio
P
unta Arenas ha tenido en estos últimos meses, a pesar de la pesadilla en que se ha transformado el Coronavirus, una importante cantidad de visitantes o turistas nacionales, y también una importante cantidad de Turistas en tránsito a el “Continente Blanco” denominación que recibe el territorio y maritorio Antártico.
En ese contexto, crecientemente en modalidad “de burbuja” (¿?) se ha utilizado en puente aéreo y luego en embarque desde el Puerto de Punta Arenas, como punto de trampolín, a los turistas que tienen el enorme privilegio de llegar a esos parajes Polares. La bahía de la Ciudad, ha comenzado a tener permanente presencia de Cruceros de Medio y Gran Tamaño, los que han permanecido en algunos casos por varios días y semanas, sumándose de esta manera, al perfil o “silueta urbana”, poblando el horizonte y en momentos “integrándose” de esta manera a la Arquitectura en su Borde Costero.
Los grandes y aerodinámicos Barcos y Cruceros, que por tamaño se igualan o superan a los Edificios más icónicos y reconocidos de la Ciudad, se terminan fundiendo e integrando en una sumatoria de imágenes, que terminan configurando o haciendo sentir una impronta de Ciudad en constante recepción, cambio, puente y, un sinnúmero de significados y significantes.
El sentido de una ciudad del fin del mundo, de lo distante, de lo inhóspito y de lo puro (si algo de puro queda en este planeta), se conjugan en el escenario de un Estrecho de Magallanes épico, planetario, paradigmático y que indica que estás en el fin del mundo (o en el comienzo). Ayuda o agrega, la increíble línea del horizonte (natural) que en esta vista desde el balcón natural que es nuestra Costanera y el Cerro de la Cruz, se percibe la clara curvatura de la tierra.
Todo esto que planteo, es una tremenda oportunidad de conjugar una imagen de ciudad receptiva y convertida a ser una ciudad culta, re-creativa y que entregue en las horas en que se visita, las herramientas imperdibles para engrosar el acervo de viajar a la Patagonia.
Sin dudas la presencia desde el año 2010 de la Costanera del Estrecho (pero que se trabajó y construyo en casi 19 años desde el año 1991), le ha dado otra imagen y otro auto-reconocimiento de los propios habitantes, además que se ha transformado en el principal lugar de recorrido de nuestros visitantes. Los icónicos monumentos a la Gesta de la Goleta Ancud, el reconocimiento al Piloto Pardo y la Plaza de las Canchas denominada “Quinto Centenario”, son elementos que dan soporte de actividad, a tan importante espacialidad de borde, como lo es, la Costanera del Estrecho. El lugar, además, por antonomasia para el trote o el paseo, debe, sin embargo, dar aún un paso más.
La “consulta del millón”, y que efectué en el seno del Consejo Regional, a la Autoridad Ejecutiva es qué pasó o qué pasará, con la Instalación prometida del Museo de la Nao Victoria (y sus emblemáticas otras Naves, construidas a réplica por el Constructor y Emprendedor Cultural don Juan Luis Matassi) en la Costanera. Sin lugar a dudas, la instalación en la Costanera del Estrecho del Museo de Sitio de la “Nao Victoria”, la “Beagle” (barco en el que navegó Charles Darwin), la réplica de la gloriosa “Goleta Ancud” y la “James Caird” (desde donde lograron llegar pedir socorro los marinos del “Endurance”), serían un notable aporte que se auto-potenciarían con el flujo de visitantes de la Costanera.
Si soñamos (cosa que tiene pies sobre la tierra), y la Armada de Chile, se decide a restaurar los Veleros que tiene en estado de ruinas en las ex dependencias de Asmar (hoy Centro Cultural) el panorama de Educación, Cultura y Entretención sería notable (como echo de menos al Almirante Felipe García Huidobro, quien nos nutrió con su entusiasmo y conocimiento).
Entonces pues, las Instancias de las Culturas, del Patrimonio, de la Armada, del Gobierno Regional y de quienes corresponda, que se encuentren y coordinen, pues la Costanera del Estrecho, es hoy, nuestra principal carta de presentación y, una visita a Punta Arenas, debe ser tan entretenida como cultural y didáctica. En suma, una sala de clases abierta, en el espacio público. Seguiremos proponiendo. Pensar, proponer y soñar es gratuito.