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La rutina nos mata a toda edad

Por Ramón Lobos Vásquez Miércoles 9 de Febrero del 2022

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La vida es ir acumulando vivencias, experiencias, recuerdos, aprendizajes, destrezas y habilidades que nos permiten ir desarrollándonos mejor en la vida. Así con el paso de los años vamos depositando en el baúl de nuestra memoria, nuestra esencia y nuestras diferencias, lo que constituye nuestro acervo e individualidad. La que usamos diariamente o sólo cuando lo necesitamos, para vivir y hacer mejor nuestra existencia.

Lo que podría ser una fuente inagotable de experiencia y desarrollo tiene un grave punto en contra. Aunque nuestra memoria y capacidad de aprendizaje es
inagotable, depende sólo de nosotros avanzar y fomentarla. Esta no es eterna. Queda allí hasta que el desuso o los deterioros la hacen desaparecer

De allí la paradoja que significa cognitivamente envejecer: acumulamos para usar, pero si no la usamos, perdemos.

Podemos seguir aprendiendo y desarrollándonos si lo hacemos adecuadamente. Pero también si no lo hacemos, si no entrenamos nuestro cerebro este va perdiendo capacidad y se borran archivos valiosos que nos hacen únicos e irrepetibles, que constituyen nuestra esencia y carácter diferenciador.

Por eso es importante y central proteger y cuidar lo que hemos logrado. No importa si lo consideramos poco o deseamos más. Hay que proteger y cuidar nuestros aprendizajes: mantenernos activos y participativos en nuestros entornos familiares, comunitarios y sociales. Todo lo que hace nuestra existencia. Y eso se construye día a día.

De allí la importancia de tener metas, desafíos, tareas por emprender. Cada día la lista de lo que debemos hacer debiera ser más larga. Siempre activos y ocupados. No sólo en lo laboral, que también debiera tener desafíos y nuevas tareas en nuestros desempeños.

La rutina y el quehacer rutinario claramente va matando nuestra existencia. De allí la importancia de no hacer todos los días lo mismo, no recorrer los mismos espacios, especialmente al volver a casa. Hacer y buscar hacer las cosas de una forma distinta. Innovar, crear, desarrollar, debiera ser nuestro día a día. Así nuestra nuestro intelecto busca y se renueva permanentemente en sus tareas y deberes. Eso lo mantiene activo: es una gimnasia mental, para decirlo en fácil. También debemos incluir una adecuada actividad física, que permite “oxigenar” mejor a nuestro cuerpo y cerebro.

Esto es bueno y es permanente en nuestro desarrollo; es lo que se busca con el proceso educativo de niños y jóvenes: bombardearlo para que su intelecto se desarrolle en diversas áreas más y mejor.

Esa tarea no debe cesar nunca en nuestras vidas y debe ser más importante y necesaria en la medida que envejecemos: leer, escuchar música, tareas manuales, hobbies, escribir, y un sinfín de actividades según nuestra preferencia.

Por eso la importancia de desarrollar un sinfín de talleres para los mayores: que no sólo ocupen su tiempo libre, sino que también activen y desarrollen su cuerpo y mente. A través de algo que también es muy necesario: compartir y desarrollarse junto a los otros.

Propiciar grupos de interés que busquen ocupar el tiempo libre, desarrollando actividad física y mental, pero compartiendo, ojalá inter generacionalmente, lo que permite más y mejores desarrollos. Esto siempre le da la percepción a nuestros mayores de algo esencial a esta edad: sentirse útil y valorado. Es ganancia para ambas generaciones.

De alguna manera el sistema estatal debe buscar identificar a los mayores en comunidad y sacarlos de sus hogares con actividades territoriales que sean motivadoras y gananciales para ellos. Así dejan de ser una carga para sus familias, que muchas veces no saben cómo ocupar sus tiempos libres y generalmente los dejan frente a un televisor o una radio. Son sujetos pasivos, cuando lo importante es transformarlos en activos desarrolladores de su futuro.

Por eso el sistema debe propiciar que parte de la práctica profesional en terreno del ámbito social, clínico y educacional sea con mayores en el territorio. Buscar nuevos talleres, nuevas acciones. Que tengan una semana llena de actividades, que los lleve a tener que elegir de una gran parrilla de actividades y no solo tomen lo que hay. Es importante que ocupen los espacios comunes y comunitarios: sedes, plazas y calles desarrollando actividades permanentemente. También buscando espacios de trascendencia, como voluntariados o tareas de bien común: hay lugar para que hagan más tareas por otros, especialmente en asistencia y protección a mayores con mas dependencia, quien mejor que ellos para acompañarlos y asistirlos según sus capacidades.

Cuánto falta para asegurar una buena vejez para todos. Nuestra tarea familiar es buscar y desarrollar para nuestros mayores y familiares esos espacios que le permitan ser únicos, distintos e irrepetibles. Finalmente que cada día valga la pena vivir: es una tarea común a toda edad, no solo de viejos. Sólo así podremos alcanzar un mejor futuro, viviendo un mejor e intenso día a día. Motivador y Motivante. Tarea de cada uno y de todos.

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