Padre Obispo Tomás González Morales
Esta vida de discípulo del Señor Jesús, el Padre Obispo Tomás la vivió entre las luces y las sombras de su persona -como todo ser humano-, y también conoció la incomprensión de muchos ante su ministerio. Asimismo, en sus últimos años como Obispo de Punta Arenas sufrió mucho por las dolorosas situaciones de abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes en la región
Ha partido a la Casa del Padre el Padre Obispo Tomás González, a los 86 años de edad, quien fue durante 32 años, entre 1974 y 2006, el Pastor de la Iglesia Católica en Magallanes, siendo un ministro del Evangelio que marcó profundamente la vida de la comunidad eclesial y de la sociedad regional, en este rincón de la Patagonia.
Cuando en marzo de 1974 el entonces Papa Pablo VI nombró lo nombró Obispo de Punta Arenas, Tomás González pasó a ser el Obispo más joven del país, con 38 años de edad, y en su lema “Que todos sean uno” expresó lo que sería el estilo y la pasión que marcarían su ministerio evangélico: la fraternidad, la reconciliación y la paz que es fruto de la justicia, en una sociedad que empezaba a vivir los años traumáticos de la dictadura y las violaciones de los derechos de las personas.
En esos tiempos complejos, el Padre Obispo Tomás vivió su ministerio con claridad en la palabra y en la acción en defensa de los derechos humanos de todas las personas, especialmente de quienes más sufrían vulneraciones, sin mirar nunca la ideología ni las creencias de las víctimas, sino su condición de personas e hijos de Dios. Fue valiente para decir y defender verdades que muchos callaban, como un profeta que anima la esperanza y la reconciliación en la verdad y la justicia, y que sabe llevar consuelo y ayuda efectiva a quienes la necesitan.
El Padre Obispo Tomás era una persona sencilla y cercana, no era difícil hablar con él, y quienes acudían a su oficina -entre ellos muchos jóvenes- encontraban una acogida y escucha serena, junto a una palabra que orientaba, consolaba, animaba la esperanza e impulsaba a la acción. Era un hombre talentoso, de aguda inteligencia y libertad interior; era Doctor en Teología Moral, y hasta antes de ser nombrado Obispo era profesor de esa cátedra en la Universidad Católica de Chile.
En su ministerio se ponía en evidencia que al Padre Obispo Tomás le importaba cada persona y la situación que vivía. Esto era muy notable en sus permanentes visitas a las comunidades cristianas de la diócesis, donde conocía a cada persona por su nombre, así como situaciones que vivían las familias de las comunidades.
Un momento importante de su ministerio fue, en 1979, la realización del Sínodo de la Iglesia en Magallanes, para ir dando pasos en el desarrollo de la Iglesia diocesana como una comunidad de comunidades, una Iglesia servidora de todos, animadora de la esperanza, encarnada en cada barrio y en cada ambiente, que pudiera mostrar el rostro siempre joven de Jesucristo y la belleza del Evangelio. De allí, preocupado del reconocimiento y valoración de todas las culturas, el Padre Obispo Tomás impulsó la vida eclesial de la comunidad chilota a través de la devoción a Jesús Nazareno de Caguach y sus santuarios en Punta Arenas, Puerto Natales y Porvenir.
Cuando los tormentosos vientos de guerra se hicieron sentir entre Chile y Argentina, a fines de 1978, el Padre Obispo Tomás se jugó entero, junto a muchos otros, por la paz y por el desarrollo exitoso de la mediación del Papa Juan Pablo II. Como decía el Padre Obispo Tomás, se trataba no sólo de evitar la guerra, sino de construir una cultura de la paz y la integración entre los países y sus pueblos.
Supera los límites de esta columna describir sus numerosas obras en bien de la vida de la Iglesia diocesana y de la comunidad regional, por mencionar algunas: la creación de la Fundación para el Desarrollo Fide XII, la Pastoral Obrera y el apoyo a la organización de los trabajadores, la difusión de los Cevas y el impulso a la Pastoral Juvenil, la Pastoral del Exilio en la que acompañó a miles de chilenos exiliados por el mundo y apoyó en su retorno a Chile, la preparación y desarrollo de la visita del Papa Juan Pablo II a Punta Arenas, en 1987.
Pero, la mayor obra del Padre Obispo Tomás no son sus muchas realizaciones, sino que fue dejar que el Señor Jesús lo fuera siempre transformando y renovando en su manera de pensar, de sentir y actuar, en modo que realizar su obra en este mundo. La mayor obra del Padre Obispo Tomás es su propia persona, pues él permitió que Jesucristo hiciera de él un verdadero discípulo.
Esta vida de discípulo del Señor Jesús, el Padre Obispo Tomás la vivió entre las luces y las sombras de su persona -como todo ser humano-, y también conoció la incomprensión de muchos ante su ministerio. Asimismo, en sus últimos años como Obispo de Punta Arenas sufrió mucho por las dolorosas situaciones de abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes en la región. Así, también se verificó lo que le dijo el Cardenal Raúl Silva Henríquez cuando el Padre Tomás fue nombrado Obispo: “Ahora que vas a ser ordenado Obispo, vamos a compartir la cruz”.
Hay personas que, por la significación de su vida, el correr del tiempo los va estableciendo como hitos históricos en la vida de un pueblo, mientras de otros sólo va quedando un mal recuerdo. El Padre Obispo Tomás es una de esas figuras que se agiganta con el pasar de los años, manifestando la estatura de un profeta que ha hecho historia en medio de nosotros.