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La posible destrucción del sueño constitucional

Por Carlos Contreras Martes 15 de Febrero del 2022

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La necesidad de cambiar la realidad tiene su principal insumo en los sueños, en aquellas representaciones que nos genera nuestra mente cuando estamos en descanso y que nos llevan a escenarios ideales en los cuales nos gustaría instalarnos para vivir mejor. Así las cosas, sin sueños la realidad no cambia y por ello son tan necesarios en la vida familiar, en la laboral y en la institucional.

Pero, lamentablemente hasta los sueños requieren una priorización, un orden racional para que produzcan el tan anhelado cambio, pues de otra manera ellos chocarán con la realidad desintegrándose sin producir ningún cambio, pues hasta los niños saben que no es posible cumplir todos los sueños, ni vivir en ellos.

En el ámbito constitucional contamos con muchos ejemplos que dan cuenta de normas de una carta fundamental que se escrituraron y que nunca vieron la luz, siendo una de las más célebres la que creó los Tribunales Contenciosos Administrativos que debían resolver los conflictos jurídicos en el ámbito administrativo y que nunca se instalaron en nuestro país durante más de 47 años; afortunadamente esta norma no se relacionaba directamente con aspiraciones vitales o de primer orden de la población, pues en dicha circunstancia la desazón y el sentimiento de engaño sería un efecto natural en la población al no obtener aquello que está escrito.

En razón de lo señalado es evidente que la primera tarea es construir una nueva Carta Fundamental por parte de la Convención, pero como segunda tarea y estrechamente ligada a la primera, es imprescindible que, aquello que se escribe y se sanciona, se pueda realizar, concretar en los hechos y en un plazo prudente, pues de lo contrario la Constitución nueva tiene una alta probabilidad de fracasar en su objetivo final que tiene que ver con las razonables y necesarias expectativas de las personas. Es evidente que sin racionalidad, conocimiento y reflexión el resultado puede ser imposible, pues si bien es deseable y necesario que exista una estado social y democrático de derecho con todas su exigencias en materia de salud, vivienda y educación; que exista un reconocimiento explícito y concreto de protección, cuidado y resguardo del medio ambiente entendiéndolo, incluso, como un ser vivo más; que se consagre una limitación del poder y una sistema de gobierno de mayor horizontalidad, tanto en el ámbito de poderes del Estado y del desarrollo y autonomía de las regiones; que se mejore ostensiblemente la administración de justicia; que se fortalezca los medios de investigación y sanción penal y, por sobre todo, que la equidad se instale en los aspectos fundamentales de la vida; esto no implica que el resultado final funcione. Por lo demás, ante este solo listado, a modo de ejemplo, es fácil darse cuenta que, todos estos sueños en un solo texto no son sostenibles económicamente, no son posibles cultural e institucionalmente, y no son físicamente posibles en un mismo país y en una misma época.

El país es una casa y la Constitución las normas que la rigen y por ello, en la realidad que cada casa tiene, se construyen y llevan adelante, por sus integrantes, aquellos sueños que el trabajo, los deseos, los medios materiales y personales, nos permiten realizar como consecuencia de profundos actos de sacrificio y dedicación. Por lo tanto, nuestros constituyentes requieren mucha sabiduría para crear e implementar cambios profundos, estables en el tiempo y crecientes en bonanza y beneficios para los ciudadanos. Nos es fácil la tarea, pero lo cierto es que, si no se trabaja de la manera señalada, al igual que en cualquier casa, los sueños simplemente no se alcanzarán y se destruirán ante una realidad que requiere inteligencia, criterio y estrategia para ser cambiada y, en vez de felicidad y esperanza, se instalará la decepción y el pesimismo.

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