El desafío de preservar la cultura yagán, tras la muerte de Cristina Calderón
– “Ha fallecido mi madre, Cristina Calderón, a los 93 años. Tengo una pena profunda por no estar con ella al momento de partir. Es una noticia triste para los yagán. Todo lo que haga en el trabajo en el que estoy, será en tu nombre. Y en él, estará también reflejado tu pueblo”.
Cristina Calderón Harban, la última huella viviente de la cultura yagán que se estableció en villa Ukika, Puerto Williams, dejó de existir este miércoles a los 93 años en el Hospital Clínico, en Punta Arenas, hasta donde había sido trasladada por complicaciones de salud a causa del Covid.
Era una de las últimas descendientes yaganes que pueden considerarse como un testimonio viviente de ese pueblo, su cultura y tradiciones.
A diferencia de otros descendientes que tienen sangre yagán, ella sabía hablar su idioma por lo que sirvió para transmitir su lengua, tradiciones y leyendas.
Hasta sus últimos años estuvo empeñada en conservar y difundir todo lo relacionado con la cultura yagán. Junto a su nieta, Cristina Zárraga, creó un diccionario del yámana al español, acompañado de imágenes lúdicas de animales y un CD donde se escucha la repetición de palabras en este idioma nativo como viento, perro o alma. Y, en abril de 2017, Zárraga presentó su libro “Cristina Calderón, Memorias de mi abuela yagana”.
En octubre de 2005, en el Día de la Región, la abuela Cristina, fue distinguida como Ciudadana Ilustre de Magallanes. En 2009 fue declarada “Tesoro Humano Vivo”, al ser la portadora y difusora de las lenguas y tradiciones del pueblo yagán, cuyo reconocimiento fue entregado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile, en el marco de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial, de la Unesco de 2003.
Su muerte fue confirmada durante la mañana de este miércoles, por su hija, la constituyente Lidia González, a través de su cuenta de Twitter. “Ha fallecido mi madre. Tengo una pena profunda por no estar con ella al momento de partir. Es una noticia triste para los yagán. Todo lo que haga en el trabajo en el que estoy, será en tu nombre. Y en él, estará también reflejado tu pueblo”.
Cristina era la única que hablaba el yagán fluidamente y llevaba los recuerdos aún vivos en su memoria. Perteneció a la generación que registró el etnólogo Martín Gusinde, una generación que aún sostenía los conocimientos ancestrales traspasados oralmente entre los yámanas (como se autodenominan los yaganes), y que aún disfrutaba de las libertades de antaño, como, por ejemplo, navegar libremente por los canales australes y establecerse en todo el territorio que en ese entonces le era comprendido.
Ya en enero de 2003, había fallecido su hermana Ursula, cuyos restos descansan en el cementerio yagán de isla Navarino, lugar donde la acompañará Cristina.
Por lo tanto, el desafío de las autoridades y descendientes es preservar la cultura yagán en el fin del mundo, sólo así las futuras generaciones agradecerán el trabajo que en el pasado se hizo para salvaguardar la memoria histórica de las etnias originarias, contribuyendo a una mayor valorización social de los grupos que habitaban la zona antes de la llegada del hombre europeo en el siglo XVI y de los chilenos a mediados del siglo XIX, y que, por lo tanto, son parte fundamental de nuestra historia presente.