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Cómo la “humillación” rusa por la desintegración de la URSS ayuda a explicar las ambiciones de Putin

Lunes 7 de Marzo del 2022

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Se extendía desde el océano Pacífico hasta Europa occidental: el imperio soviético parecía invencible.

Pero en 1989 el Telón de Acero se derrumbó. Y el vasto poderío de Moscú comenzó a desmoronarse.

“La Rusia de hoy quiere olvidarse de ese año”, dice Lilia Shetsova, experta del centro de estudios Chatam House.

Pero más de 30 años después, Rusia se está reafirmando y mostrando fuerza militar fuera de sus fronteras.

Para entender las aspiraciones históricas de Rusia basta con asomarse a Moscú.

Esta ciudad inmensa, con los rascacielos de Joseph Stalin y la magnificencia de su Kremlin envían un mensaje inconfundible: este es un país con ambición.

Las águilas, los arcos dorados y las enormes construcciones dan cuenta de que es una nación que ha creído por siglos en su propia grandeza.

Para el siglo XIX, el Imperio Ruso abarcaba una sexta parte de la superficie del mundo.

Era controlado por el zar, una palabra que se deriva de “césar” y hasta el día de hoy hay muchos rusos que todavía creen que el gobierno de Moscú es el sucesor natural de los grandes imperios de Roma y Constantinopla.

“Los rusos no saben vivir en un país normal. Rusia fue construida como un imperio. Rusia ha existido como un imperio. La esencia es que creen que son grandes, que deben tener áreas de influencia y que debe existir un espacio de contención entre ellos y el mundo exterior”, dice Shetsova.

Fue la Rusia comunista la que logró una enorme zona de contención cuando, en la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo hizo retroceder las tropas nazis y Europa Central y Oriental cayeron bajo el control de Moscú.

Esto no solo le dio a Moscú una sensación de seguridad, sino que la convirtió en una superpotencia hasta 1989.

Fue ese año en el que el poder popular tiró abajo el Telón de Acero y uno tras otro, los regímenes comunistas en el mundo se fueron derrumbando como fichas de dominó.

Las décadas han pasado, pero Rusia es todavía un país que sigue lamentando la pérdida de su imperio.

Cuando cayó el Muro de Berlín, todo cambió.

En poco tiempo, las tropas rusas se retiraron de su enclave estratégico en Europa.

“Nos retiramos con el sentimiento de una injusticia histórica”, dice Anton Terentyev, el último comandante soviético en Berlín.

Según el ex comandante, cuando los soviéticos se marcharon, los líderes occidentales lloraron de emoción y prometieron que la Otan no se extendería hacia el este, que habría paz y calma.

“Y hoy tenemos a la Otan en nuestras puertas”, comenta Terentyev.

La entrada de Putin

El final de la Guerra Fría no tuvo consecuencias solo para los soldados soviéticos, sino también para los espías de la URSS.

En los archivos de la ciudad alemana de Dresde todavía se conserva el expediente de varios de ellos.

“En Dresde, en este archivo, se guarda los registros de la policía secreta de Alemania Oriental, la Stasi. Y los documentos de los oficiales de la KGB que operaron aquí, como Vladimir Putin”, dice Cornelia Herold, archivista jefe de la institución.

Fue aquí donde el futuro del ahora líder ruso comenzó a perfilarse.

En diciembre de 1989, las masas populares irrumpieron en la sede de la KGB en Dresde. Putin estaba allí.

El actual Mandatario ruso contaría que telefoneó entonces al comandante del tanque soviético local para pedir refuerzos urgentes.

Pero el Kremlin guardó silencio.

“Ese fue el momento en que Vladimir Putin se dio cuenta de que su patria lo había abandonado”, dice Steve Rosenberg, corresponsal de la BBC en Moscú desde hace casi tres décadas.

“En noviembre de 1989, (el líder soviético Mijail) Gorbachov me mandó un mensaje en el que me decía que pensaba declarar el final de la Guerra Fría. Y lo hizo en una reunión con el Presidente de Estados Unidos, George Bush, a lo que este respondió: sí, la Guerra Fría terminó y nosotros la ganamos”, recuerda.

Aspiraciones de Putin

Putin, de acuerdo con Rosenberg, ha estado tratando de usar la memoria de la humillación de Rusia y los recuerdos de su poder en el pasado para sus aspiraciones políticas.

Para su gobierno, la victoria de 1945 forma parte del presente y por eso se ha esforzado en recuperar los símbolos de ese pasado.

Pero la Rusia de Putin no parece querer restaurar la URSS como existía hace 30 años. Sus métodos son diferentes, según los expertos.

“Estas personas en el Kremlin saben que esta idea de restaurar el imperio soviético es imposible. Pero tienen otra idea: ser los tipos duros, ser los productores de desconfianza, ser los grandes aguafiestas del mundo, ser la pesadilla para los países vecinos y para otros que se le oponen. Esta es la nueva idea para ellos de superpoder e imperio”, opina Shetsova.

Es algo que Rusia demostró muy cerca de sus fronteras, cuando se anexó Crimea y, desde entonces, comenzó a consolidar su poder allí y aumentar su presencia en el Mar Negro.

“Está usando eso como un trampolín para proyectar poder más allá de esta región hacia el Mediterráneo, los Balcanes y el Medio Oriente”, dice Jens Stoltenberg, secretario general de la Otan.

De los 29 países de la Otan, nueve de ellos solían estar en esa zona de influencia de Moscú.

“Es este cambio en el equilibrio de poder lo que molesta a Rusia”, señala el secretario de la Alianza.

BBC

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