Lo pasábamos el “descueve”
En esta crónica quisiéramos “visibilizar” e intentar ”romper techos de cristal” manifestando algunas inquietudes respecto de dichos, modismos, expresiones o giros idiomáticos que, de tanto en tanto, se “instalan” en el “imaginario colectivo”, transformándose en incómodas muletillas al borde de la siutiquería para quienes quedamos “fuera de foco” por venir de otro tiempo y de otro lugar, pues en alguna medida, los de la Patagonia tenemos nuestros propios giros cuyo origen se pierde en la historia.
Somos del tiempo cuando “se podía dejar amarrados los perros con tiras de longaniza”, no había internet, redes sociales, con suerte una incipiente televisión que se apareció en nuestras vidas cuando recién cumplíamos nuestra primera década de existencia, por lo tanto, es bastante difícil “emparejar la cancha” con las generaciones actuales, a lo más, podríamos “salir jugando” con algo de dignidad.
Escribimos estas líneas en una tarde en la cual “no corre una gota de viento” en la “macrozona” patagónica (como para estar a tono) y con esto nos proyectamos más allá de Punta Arenas y estamos tentados a hablar del o la “Gran Punta Arenas”, ahora que se alude al “Gran Concepción” o al “Gran Valparaíso”, pero ¿para qué? si nosotros los de acá nunca hemos tenido ese complejo de ser la segunda capital del país y menos copiones del “Gran Santiago”, copiado a su vez quizás de donde.
“Too much”, pensamos y se nos viene encima la “cachada” de anglicismos (algunos ya castellanizados) que nos dejan pasados de moda por muchos “tips” que nos entreguen. Al respecto, recuerdo que, en una capacitación a la cual asistí en Santiago, antes de salir al “coffe break” nos dijeron que a la vuelta nos entregarían algunos “tips” para facilitar la comunicación interpersonal (después de un tortuoso trance supe que un “tip” es una clave, un truco, una recomendación para lograr o entender algo de manera más rápida). Dicho trance se inició en el “coffee break” cuando intentaba descifrar que podía ser un “tip”, al tiempo que confirmaba que el “coffee break” no era más que eso, un “coffee break” y “na’ que ver” con esas pausas (poco saludables vistas a los ojos de hoy) a media mañana en las escuelas públicas de la década de 1960, cuando pasaban las señoras de la cocina por las salas con unas inmensas jarras con chocolate caliente y unas infartantes bandejas de hallullas (de esas de la Panadería “La Espiga de Oro” de Milović de la calle Chiloé) con mantequilla y queso o mortadela “ajamonada”, y dos “por nuca”, con derecho a repetición para que no te vayas “pelando” (en materia de alimentación, Punta Arenas es otra cosa, usted lo sabe estimada lectora, estimado lector). Resulta que volvimos a la capacitación y yo miraba para todos lados pensando encontrar una caja, perchero, bolsa u otro elemento contenedor donde estuvieran los “tips” que nos entregarían, porque con ese nombre me imaginaba algún adminículo tecnológico y ojalá que no sea muy grande para que me entre en la maleta y no tener problemas con los de Aeronáutica, o en el “counter” cuando presente el “voucher” antes de subir al avión.
Como buen magallánico y “yugolote” por si fuera poco, al no ver nada que pareciera o insinuara ser un “tip” me invadió la curiosidad (la misma que “mató al gato”) y no aguanté más; levanté la mano y pregunté: “¿qué es un “tip”? y ahí sentí que el pleno del curso me clavaba sus ojos con una mezcla de burla y compasión y el colega que estaba a mi lado me alcanzó uno de los pocillos con “confites” que habían sobrado del “coffee” expresando socarronamente “sírvase un “dulce” colega, para pasar el bochorno”. Herido en lo más profundo de mi orgullo patagónico y ya “privado” a esas alturas, le respondí: “no gracias colega, no consumo “confites” nacionales” (usted también sabe que “mal que mal”, acá “nos crecimos” con los toffees Mackintosh’s y otras exquisiteces importadas).
Lo del “tip” es un ejemplo de estos nuevos giros, legítimos pues el idioma es dinámico y estas piruetas más allá de su origen (otros idiomas, metáforas, etc.) tarde o temprano se incorporan nuestro hablar y escribir cotidiano e incluso se oficializan por los organismos competentes. Pero, algunos nos quedamos en el tiempo y en nuestro espacio patagónico: decimos que lo pasamos “el descueve” en la “pichanga del sábado”, cuando debiéramos expresar que lo pasamos “chancho” en el “carrete” del “finde” y cuando alguien nos cuenta que cursa un “embiey” (un MBA, Master in Business Administration, o sea, Master en Administración de Negocios) para nosotros es sencillamente un “emebeá”.
Amamos nuestros modismos de otros días, nacidos en la amalgama del hablar chilote y croata y apenas pulido por nuestro amigo el viento y, a propósito, parece que “se levantó viento” y ojalá que no se transforme en un “temporal desecho” que nos impida seguir escribiendo esta noche futuras crónicas para complementar con algunos “tips” lo ya reseñado.