La Biblia a prueba
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arecía que, una vez más, Goliat sería derrotado por David. Pero…
A seis semanas del comienzo de la “Operación” rusa en Ucrania, el fracaso golpeó las puertas del Kremlin. La semana pasada, con “el fin de incrementar la confianza mutua y crear las condiciones necesarias para proseguir las negociaciones y lograr el objetivo de consensuar y firmar un acuerdo”, el Ministerio de Defensa de Rusia anunció que se había decidido “reducir de manera cardinal, varias veces, la actividad militar en torno a Kiev y Chernígov”.
Nada garantiza, sin embargo, que en esta desigual confrontación, Ucrania lleve las de ganar. Moscú no retiró su oferta, pero mantuvo las acciones agresivas.
El desempeño de Ucrania ha sido brillante e inesperado. Superadas en tanques, tropas y aviones sus fuerzas armadas, con el refuerzo de civiles voluntarios, lograron frenar al ejército ruso. El régimen ucraniano asegura que sus francotiradores, han dado muerte a siete generales rusos, una cifra sólo comparable a lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial. “Ucrania ha implementado tácticas altamente efectivas”, comentó la BBC, mencionando los ataques a los puntos débiles rusos como los convoyes de aprovisionamiento, usando sistemas de armas suministrados por la Otan con gran efecto contra objetivos precisos e improvisando cuando lo requieren. Sin embargo, se está quedando peligrosamente sin los vitales misiles antitanques y antiaéreos suministrados por Occidente y necesarios para contener el avance ruso. No facilita el entendimiento el ambiguo lenguaje de Putin.
Aunque es difícil tener un panorama exacto de las bajas, hasta los cálculos más conservadores del Pentágono colocan las muertes rusas en más de 7.000. Eso es casi la mitad de las bajas que los soviéticos tuvieron en 10 años de guerra en Afganistán en poco más de un mes de guerra. El brigadier británico Tom Foulkes tiene una explicación de por qué tantos generales rusos están cayendo en el frente: “Esto me suena como una campaña de francotiradores deliberada y muy exitosa que podría deteriorar las estructuras de comando rusas”.
Otros observadores creen que la ofensiva del 24 de febrero se inició principalmente por la ambición de Vladimir Putin. Es él ciertamente, quien toma las decisiones que en algunos casos han sido desastrosas. Su afán sería reconstituir la Unión Soviética, un sueño imposible, o en su defecto recuperar algunas fronteras seguras y Ucrania, limítrofe con los países de la Otan, es fundamental.
Ya en 2013, tras el rechazo del Presidente Víktor Yanukóvich del Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea, que implicaba, por el contrario, estrechar relaciones con Rusia, comenzó una serie de protestas que culminaron con su derrocamiento. Pero Rusia no abandonó su propósito, ahora reiterado.
La última oferta rusa se produjo después que el Presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, diera en Varsovia, un enérgico apoyo a Ucrania: “Estamos con ustedes. Punto”. Pero hay dudas acerca de su implementación. El Presidente ucraniano. Volodymyr Zelensky, pidió a Europa y Estados Unidos medidas concretas. En un discurso a sus compatriotas alabó “su determinación, heroísmo y firmeza en contraste con la debilidad de Occidente que se niega a enviarle tanques y aviones”.
Puede ser la diferencia entre el triunfo de David y su derrota.