Necrológicas

A 60 años del sensual “Happy Birthday” que Marilyn Monroe le cantó a John Kennedy

Miércoles 25 de Mayo del 2022

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Fue el último acto de un mundo que iba a terminar para siempre. Y mal. Pero todo estuvo rodeado de tanto glamour, de tanto erotismo, de tanto secreto revelado y de tanta inocencia perdida, que pasó a la historia como algo candoroso, ingenuo, casi infantil en manos y labios de adultos.

Hace sesenta años, en el Madison Square Garden de New York, la estrella sexy del momento, Marilyn Monroe, le cantó el “Feliz Cumpleaños” al entonces Presidente de Estados Unidos, John Kennedy, que se acercaba a los cuarenta y cinco años: los cumpliría diez días después de la fiesta en el Madison.

Desde aquella noche, la celebración se conoce como la del “Happy Birthday, Mr. President”, que fue lo que cantó Marilyn. Kennedy y Monroe habían sido amantes, o lo eran aún, eso no quedará nunca claro. Y si, como dice la leyenda, Marilyn ambicionaba que Kennedy se divorciara de Jacqueline Bouvier y ella pasara a ocupar el rol de Primera Dama en la Casa Blanca, lo sugirió con una voz ronca y unos mohines de niña malcriada en los escasos minutos que duró su actuación.

Había algo más, con Marilyn siempre había algo más. Cuando apareció en escena, lucía un tapado de piel, blanco. Cuando se quitó el tapado, lo que tenía puesto dejaba nada librado a la imaginación: era un vestido de gasa de seda color beige, color piel humana, que llevaba cosidos a mano dos mil quinientos cristales diminutos, estaba tan ceñido a su cuerpo que tuvo que ser cosido a mano minutos antes de su aparición y una vez que Marilyn se hubiese encasquetado en aquella creación del diseñador francés Jean Louis Berthault, conocido como Jean Louis, y por el que la actriz pagó doce mil dólares. Quince mil personas ahogaron un grito de admiración. Se suponía que aquello era un acto político de campaña a favor de Kennedy. Y lo era. Marilyn lo cambió todo. Y estaba tan feliz, que ni siquiera pudo imaginar que esa noche iba a ser la de la última aparición pública de su vida.

Ese “todo” había empezado el 11 de abril de 1962 con una carta de invitación de Kenneth “Kenny” O’Donnell, asistente especial y mano derecha de Kennedy, encubridor de las aventuras sexuales del Presidente y cofre de secretos de la Casa Blanca. 

Así fue como la entonces estrella de cine más famosa y sexy de todos los tiempos se unió al homenaje al entonces Mandatario de Estados Unidos más joven de todos los tiempos: una riña entre carismáticos. Quien había acercado a Marilyn y a Kennedy había sido Peter Lawford, un actor no muy bueno que había nacido en Londres y había hecho carrera en Estados Unidos. Estaba casado con Patricia Kennedy y era cuñado del Presidente y de sus hermanos Robert y Edward. Integraba, además, el legendario “Rat Pack” (Pandilla de Ratas) que capitaneaba Frank Sinatra y que reunía en la banda a Sammy Davis Jr, Dean Martin y Joey Bishop, gente afinada si las hubo, y a quienes después se unieron de modo ocasional, Shirley McLaine, Lauren Bacall, Angie Dickinson, Don Rickles, Judy Garland y la propia Marilyn Monroe.

Tampoco es que Lawford se esforzó demasiado: Kennedy estaba fascinado por Monroe y ella por él y por el mundo que rodeaba a la Casa Blanca. Cuánto duró la relación entre ambos es materia de atractivas teorías conspirativas, que no ofrecen demasiadas pruebas firmes de esa relación.

Un mito nunca despejado

El amor entre Kennedy Monroe, el supuesto enlace con Robert Kennedy y la eventual relación sexual del hermano del Presidente con la actriz, después o durante el romance con el Presidente, la muerte de Monroe y la presencia de “Bobby” Kennedy en Los Angeles aquella noche, alimentan un caudal informativo siempre rico e imposible de confirmar. Es lo bueno de las teorías conspirativas: todas nacen después de los hechos y son incomprobables.

Marilyn llegó al Madison aquella noche casi en caída libre. Venía de tres matrimonios frustrados, el primero, en su temprana juventud, el segundo con el beisbolista Joe Di Maggio y el tercero con el dramaturgo Arthur Miller. Ya era adicta a las drogas, en especial al somnífero Nembutal, y su estrella en Hollywood se apagaba no demasiado rápido pero sí de modo inexorable. Viajar a New York para cantarle a Kennedy el “Feliz Cumpleaños” le valió el reto de la Twenty Century Fox, en momentos en que Monroe trataba de encarrilar y relanzar su carrera. 

La fiesta de cumpleaños de Kennedy en el Madison de New York y diez días antes del que iba a celebrar en la Casa Blanca junto a su mujer y a sus hijos, (Jacqueline no fue al Madison porque supo que iba a actuar la Monroe), fue una excusa, también, para recaudar fondos para la campaña electoral que buscaba la reelección del Presidente en 1964. Más de quince mil personas pagaron entre cien y mil dólares para ver una gala en la que iban a actuar parte de las principales figuras del mundo: María Callas, Ella Fitzgerald, Judy Garland, Henry Fonda, Harry Belafonte, Yves Montand (que había sido amante de Marilyn), Jimmie Durante, Peggy Lee y Jack Benny entre otros. Todos actuaron, por cierto. Y todos pasaron al olvido, eclipsados por la breve aparición de Marilyn.

Erotismo puro

Fue la última en salir a escena. Por cierto, presentada por el celestino de Peter Lawford. Ella apareció en la oscuridad y a destiempo; el seguidor se encendió y los tambores sonaron tarde, toda una ensayada torpeza; Marilyn corrió dando pasos cortos y pequeños saltos, como se lo exigían sus tacones y el estrecho vestido, envuelta en su tapado de piel corto y blanco. Llegó al atril, Lawford dijo: “Mister President, the late Marilyn Monroe -La demorada Marilyn Monroe” y le quitó el tapado de los hombros.

Ella quedó entonces “desnuda”, enfundada en ese traje que la habían cosido sobre el cuerpo, en el que relucían los pequeños cristales, “piel y lentejuelas”, lo había definido Marilyn; hizo visera sobre los ojos con las dos manos, como intentando hallar a Kennedy en su palco, y luego cantó el “Happy Birthday” más sensual que se haya cantado nunca, la voz en un ronco susurro, la respiración audible, a capela y a quién le importa. Erotismo puro, y algo más también. Después cantó una estrofa de “Thanks for the Memory”, adaptada para señalar los logros de Kennedy, e invitó a todos a cantar a coro el “Happy Birthday”. Todo el mundo le hizo caso, mientras entraba una torta gigantesca en manos de cuatro portadores.

Kennedy saltó a escena en cuanto le colocaron el atril con el sello presidencial. Se ocupó, en medio de su discurso, de agradecer a todas las figuras que habían tomado parte de la gala “y a la señorita Monroe, que dejó una película para venir al Este. Yo ya puedo retirarme de la política después de haber tenido un ‘Happy Birthday’ cantado de manera tan dulce y sana”.

Eso fue todo. En los siguientes pocos meses, el mundo dio una vuelta carnero. Marilyn Monroe apareció muerta en su casa de Los Angeles el 5 de agosto. Robert Kennedy que estaba en la ciudad y quién sabe si no pasó por la casa de la actriz, partió de urgencia en la madrugada, ayudado por Peter Lawford. La autopsia, cuestionada con el tiempo, aseguró que la causa de la muerte había sido una ingestión excesiva de pastillas de Nembutal. Firmó el documento el forense Thomas Noguchi quien, seis años después, haría la autopsia de Bobby Kennedy, asesinado en el Hotel Ambassador de esa ciudad en junio de 1968.

Cinco meses después del “Happy Birthday Mr. President”, la URSS instaló en Cuba misiles nucleares que apuntaban a Estados Unidos. El mundo vivió durante trece días al borde de una guerra nuclear que no estalló por milagro y por la templanza de Kennedy y del Premier soviético, Nikita Khruschev. Y un año y medio después del Madison, el 22 de noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado en Dallas.

El telón se había cerrado para siempre sobre el reino de Camelot.

Infobae