Gabriela Mistral. Mujer, Poeta y Maestra
Es trascendental y admirable considerar a nuestra insigne Gabriela Mistral. Lucila Godoy Alcayaga, nace en Vicuña, Cuarta Región, un 7 de abril de 1889.
Su trayectoria de vida fue difícil, desde su niñez y por ser mujer en ese tiempo, halló piedras y asperezas en su camino. Sus primeros escritos los publicó apenas tenía 16 años, en la prensa regional de La Serena, (El Coquimbo) de Ovalle y Vicuña (La Voz del Elqui), entre los que se cuentan: “El perdón de una víctima”, “La muerte del poeta”, “Amor imposible”, “Lágrimas de una huérfana”; con el pseudónimo “Alguien”, “Soledad” y “Alma”.
Gabriela, fue mujer cristiana y democrática, así lo dijo: “Creo en el cristianismo con profundo sentido social”. He escrito como quien habla con la soledad porque he vivido muy sola en todas partes.
Mis maestros en el arte y para regir la vida: “La Biblia, El Dante, Tagore”. Mi Patria es esta grande y habla la lengua de Santa Teresa, de Góngora y Azorín.
Ella era humilde al expresarse. Sobre su obra literaria expresó: “Mi pequeña obra literaria es un poco chilena por la sobriedad y la rudeza, nunca ha sido un fin en mi vida. Lo que he hecho es enseñar y vivir entre mis niñas, vengo de campesinos y soy uno de ellos. Mis grandes son la fe, la tierra, la poesía. En ninguna página sagrada hay algo que se parezca al privilegio y aún menos a la discriminación: dos cosas que rebajan y ofenden al hijo del hombre”.
Gabriela Mistral, mujer singular, mujer de la poesía de excelencia. Pedro Prado, escritor y amigo dijo: “La veréis llegar y despertará en vosotros las oscuras nostalgias que hacen nacer las naves desconocidas al arribar al puerto”. Y cuando obtuvo el más grande galardón, el Premio Nobel de Literatura, en 1945, en Estocolmo, Suecia, de manos del Rey Gustavo, entonces Pedro Prado dijo: “No hagáis ruido en torno a ella, porque ella anda en batalla de sencillez”. Otros amigos Juan Ramón Jiménez (Premio Nobel de Literatura, en 1956) y Pedro Aguirre Cerda (ex Presidente de Chile) cuando él era Ministro de Educación la nombra directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas (1918) y en gratitud a su bondad le dedicó su libro “Desolación” y dijo: “Todo se lo debo a él, es el único chileno que tuvo fe en mí”.
Inspirada en nuestra región por el frío y ver llegar a las niñas a clases sin calzado, expresó estos versos: “Piececitos de niño/azulosos de frío, /como ven y no os/cubren ¡Dios mío!
Visitó en nuestra región diversos lugares y se destacó su presencia en el Hotel “Tres Pasos”, en Puerto Natales, gran inspiración para su primer libro “Desolación”. “Coro de niñas/ Coro de mil niñas/a mi alrededor: ¡Oh Dios, yo soy dueña/ de este resplandor! / Recíbeme, voy plena tan plena voy/ como tierra inundada”.
Gabriela, tú mujer de América, orgullo para Chile y el mundo. Su nombre es un vínculo de paz y para todos los pueblos de América. Hoy, traemos a la memoria tu nombre que se inmortalizó, eres historia en todas las naciones, renaces mujer de las letras, revivimos los versos enhebrando una a una tus poesías y tus rondas de niños tejen como frágiles pétalos para el jardín de los niños, es imposible no recordar su obra literaria y asociarla como mujer activa, su rostro reflejaba serenidad, angustia; los sueños, los mundos de las cosas simples, intangible como la humanidad, la ternura y el amor.
Amistades primeras
en Magallanes.
Gabriela Mistral llega a Punta Arenas, un 18 de mayo de 1918, desde el vapor “Chiloé”. Entre sus primeras amistades en Magallanes, figura uno de los grandes escritores eslavos: Martin Kukucin, conocido como Mateo Bencur, quien estuvo en la velada de bienvenida que le brindaron las autoridades en el hotel Cosmos. Ya entonces consideraba su mejor amiga a Laura Rodig, quien llegó con ella como profesora de caligrafía, pintura y dibujo.
Sara Braun fue su gran amiga en su estadía y la apoyó económicamente en varios proyectos. Ambas se reunían frecuentemente a conversar. Las dos mujeres eran altas, para el promedio nacional, algo gruesas y la gran diferencia la constituía aparte de la fortuna, era una Braun blanca como la nieve y Mistral morena. También fue amiga de Josefina Menéndez, ferviente mujer católica, aunque mantuvo una cordial amistad, se mantenía distante, porque ambas eran, de la masonería.
Gabriela acoge a un prófugo ruso de ideas anarquistas y lo esconde, en 1919 aparece Simón Radowitsky fugado de la cárcel de Ushuaia (Argentina) al ser recapturado se lanzó al agua del Estrecho y nadó hasta la costa; empapado recurre al Liceo de Niñas, donde Gabriela sin preguntar nada, lo refugia en el segundo piso. Laura Rodig le sugiere que lo disfracen de mujer para que saliera, y Mistral fue rotunda: jamás lo entregaría.
Radowitsky era el anarquista más conocido del continente y había sido condenado por matar con una bomba al jefe de policía de Buenos Aires, Ramón Lorenzo Falcón. Mistral se caracterizó por su solidaridad. Ayudó a otras perseguidas políticas, Victoria Ocampo, María Elena Gil y al propio Pablo Neruda, en Europa.
Su trabajo por la infancia fue su prioridad, y al presenciar los pies azulosos de frío de los niños, al finalizar 1919, solicita a las autoridades suspender las clases en julio y agosto a cambio de enero y febrero, pues le rompía el corazón ver a los pequeños entumidos en la sala de clases y de las largas caminatas por suelos nevados al colegio. Sin embargo, el gobierno se opuso pues el trabajo infantil reforzaba la temporada estival, época de esquilas.
“Invierno parece jornada del diablo y no jornada
natural de la tierra”
Gabriela, era católica, pero de todos modos impartió clases y charlas culturales en la Sociedad de Instrucción Popular, que estaba ubicada en Avenida Colón, era un plantel de la masonería. La Sociedad financiaba los estudios de las mujeres obreras que asistían de noche al Liceo de Niñas. Retrata en sus versos a nuestra zona así:
“La tierra a la que vine
no tiene primavera;
Tiene su noche larga que
cual madre se esconde.
El viento hace a mi casa
su ronda de sollozos.
Y de alarido y quiebra,
como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito.
Miro morir inmensos
ocasos dolorosos”.
Gabriela, volvió a Punta Arenas, en 1925, a bordo del vapor “Oropesa II”, ella provenía de Europa, sólo estuvo unas horas y compartió con alumnas y profesoras con total satisfacción.
Gabriela Mistral ejerció como maestra, inspectora y directora en varios colegios y liceos de nuestro Chile, dirigió la escuela de señoritas de La Serena, luego en Barrancas, Liceo de Traiguén, Antofagasta, Los Andes, Punta Arenas, Temuco, Liceo N°6 de Santiago (fue su primera directora).
El ministro de educación de México José Vasconcelos, la invita a colaborar en la reforma educacional, (1922). En su honor, el gobierno de México inauguró la Escuela-Hogar “Gabriela Mistral”, una de las más importantes de esa nación. También en ese país publica su libro “Lectura para mujeres” (1923) y ese mismo año don Gregorio Amunátegui de la Universidad de Chile, le concede el título de Profesora de Castellano. Publica en Madrid su libro “Ternura”, y visita los países: España, Italia, Francia y Estados Unidos.
En 1925 regresa a Chile, se le reconoce una pensión, jubilando como maestra, este mismo año es agasajada en Brasil, Argentina y Uruguay. Posteriormente, es nombrada secretaria de las secciones americanas de la Liga de las Naciones Unidas, (1926) se publica la tercera edición de su libro: “Desolación” y ocupa la secretaría del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones, en Ginebra, Suiza.
Asiste, en representación de la Asociación de Profesores de Chile, al Congreso de Educadores, en Suiza. Concurre al Congreso de la Federación Internacional Universitaria de Madrid, como delegada de Chile y Ecuador y seguidamente el 26 de septiembre de 1928 es designada por el Consejo de la Liga de las Naciones para ocupar el cargo en el Consejo Administrativo del Instituto Cinematográfico Educativo, creado en Roma, Italia.
Así escribe a la maestra rural:
“La maestra era alegre.
¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo
de llorar con bondad,
Por sobre la sandalia
rota y enrojecida,
Tal sonrisa, la insigne
flor de su santidad”.
Inicia su carrera consular en Génova. Se declara antifascista. Reemplaza a Víctor Domingo Silva, luego se dirige a Lisboa donde es nombrada cónsul vitalicio, en este mismo año (1934) publica “Nubes Blancas” y “Breve descripción de Chile”. En Buenos Aires publica “Tala”. Esta edición la destinó a las instituciones catalanas, que ayudarían a los niños españoles que albergaran en “Residencia de Pedralbes”, durante la guerra civil española. Fue nombrada cónsul General de Chile en Brasil. Se establece en Petrópolis, hermoso y pintoresco lugar situado en las montañas allí vive con su sobrino (hijo adoptivo) Juan Miguel, transcurridos dos años él se suicida, a la edad de 17 años, fue un inmenso dolor para Gabriela.
El 15 de noviembre de 1945 recibe la noticia que se le concedía el más grande de los reconocimientos en las letras, el Premio Nobel de Literatura. Lo recibe en Estocolmo, Suecia, de manos del Rey Gustavo Adolfo. Continúa sus labores de cónsul, en Veracruz, México. Cónsul de Chile en Nápoles y en Nueva York. En Washington, en 1950, gana el premio Serra de las Américas. En 1951, Chile le concedió el Premio Nacional de Literatura. Regresa a Chile en 1954, y se le tributa un homenaje oficial y edita en Santiago su obra “Lagar” y el gobierno de Chile le otorga una pensión especial.
Gabriela Mistral, permanece en la memoria de todos los chilenos y de muchas naciones, aunque falleció un 10 de enero de 1957, en el hospital Hampstead, de Nueva York. Donó sus derechos a los niños de Monte Grande.
Pablo Neruda manifestó al fallecer su amiga: “Ella no olvidó jamás su origen, y su conversación alegre y silenciosa tenía gran sabor popular. El corazón de Chile está enlutado. Yo hago llegar el pésame al pueblo mismo, a los pobres de Chile. A los niños que cantó y que siguen, como en su poema inmortal, con los pies descalzos; a los mineros y albañiles que poblaron con alfareros y tejedores su poesía. El viento, el mar, los árboles, todo lo que canta en nuestra tierra, cantarán al recibirla para siempre, el único coro digno de Gabriela Mistral”.
Obras póstumas: se publica “Recados contando a Chile” por Editorial del Pacífico 1957 y en España, en 1967, “Poemas de Chile”. De la integración de América Latina dijo: “Nosotros debemos unificar nuestras Patrias en lo interior por medio de una educación que se transmute en conciencia nacional y en un reparto del bienestar que se nos vuelva equilibrio absoluto…”
En el discurso pronunciado en Estocolmo, con motivo de recibir el Premio Nobel expresó: “Hija de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espirituales por quienes fui ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hombres de la ciencia, enriquecedores del cuerpo y del alma nacionales. Recuerdo la legión de profesores y maestros que muestran al extranjero sus escuelas sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del pueblo sueco: campesinos, artesanos y obreros… Soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza…”
Gabriela Mistral, fue y será la más grande mujer poeta latinoamericana que nos deleitó con sus obras, cada verso nos canta melodiosos ritmos de amor, penas, naturaleza, nos insta a valorar cada espacio terreno con las palabras justas, tan vibrante y suave a la vez, un sello único de expresión lírica. Una viajera que dejó huellas en cada estadía por las escuelas y amaba a su país con hondura de su alma.