La hoguera no está apagada
Ciertamente Vladimir Putin no pasará a la historia como un gran estratega. Su intento por reconstituir la antigua Unión Soviética, disuelta a comienzos de los años 90, tropezó este año con una inesperada resistencia. Decidió invadir a Ucrania sobre la base del convencimiento de que las tropas rusas iban a arrasar en su avance; que el presidente ucraniano, un exitoso ex actor que derivó a la política, huiría del país, y que sus compatriotas acogerían a los soldados rusos con los brazos abiertos.
A partir del 24 de febrero, se ha visto que los cálculos de Putin estaban errados. Todo salió mal. La cifra de 23 altos oficiales muertos (incluyendo diez generales) es apenas parte del negativo balance. Pero lo peor, sin duda, es que mientras Ucrania resiste pese a la destrucción de importantes ciudades y el exilio de cientos de miles de ciudadanos, Europa y Estados Unidos han desencadenado su propia guerra no declarada. Duras sanciones económicas, junto con abundante ayuda militar, han ido alargando el conflicto más allá de lo previsible. La peor derrota de Putin es que su esfuerzo por bloquear el eventual ingreso de Ucrania a la Otan llevó a dos países tradicionalmente neutrales a cambiar postura. Suecia y Finlandia ya formalizaron su petición de ingreso al tratado militar europeo-norteamericano.
A pesar de la valerosa resistencia ucraniana, el conflicto podría estar llegando a su fin.
Según The New York Times, “las fuerzas de Ucrania tuvieron la iniciativa en las primeras semanas y meses de guerra, cuando hicieron retroceder a las tropas rusas de Kiev, la capital, y de Jarkov, la segunda ciudad más grande del país. Pero, en la batalla en el este, la euforia inicial dio paso a semanas de avances y retrocesos y a un constante aumento de muertos y heridos ucranianos”.
El propio Zelenski estimó que en cada día de combate, mueren entre 60 y cien de sus soldados y unos 500 quedan heridos.
La conquista (tras la destrucción de gran parte de la ciudad) de Mariúpol es un importante logro ruso tras su fracaso por ocupar Kiev. El puerto de Mariúpol, importante centro metalúrgico, podría convertirse en el punto de inflexión del conflicto, considerando que la resistencia ucraniana está agotada, debilitada por las bajas, el cansancio físico y la escasez de municiones.
Desde el punto de vista occidental, la guerra solo puede terminar mediante negociaciones diplomáticas, como lo ha pedido Ucrania desde el comienzo. Pero también ha surgido la amenaza de una escalada del conflicto, esta vez entre Estados Unidos y Rusia.
El último día de mayo, el Presidente Biden fue enfático:
“Los estadounidenses mantendrán su política con el pueblo ucraniano porque entendemos que la libertad no es gratis. Eso es lo que siempre hemos hecho cuando los enemigos de la libertad buscan intimidar y oprimir a personas inocentes, y es lo que estamos haciendo ahora. Vladimir Putin no esperaba este grado de unidad ni la fuerza de nuestra respuesta. Estaba equivocado”.
Pocos días después, se anunció el envío a Ucrania de los poderosos M142 Himars (sistema de cohetes de artillería de alta movilidad, por su sigla en inglés). Son cohetes de gran alcance montados en camiones de gran movilidad.
Los rusos aseguraron que estas acciones solo echan más combustible a la hoguera.