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Crisis democrática

Por Abraham Santibáñez Sábado 18 de Junio del 2022

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Se viven momentos turbulentos en Chile y en el mundo entero.

No hay cómo equivocarse cuando abundan las agresiones entre niños de colegio, se multiplican las distintas modalidades de asalto a las personas y a los automovilistas. En la pomposamente bautizada “zona macrosur” hemos visto que una tecnología de avanzada (un “dron” con cámara) fracasa por la falta oportuna de respuesta. Es la reiteración, día a día del tango “Cambalache”.

Con otra música, en otros idiomas, la imagen que nos llega desde otros lados es aún más siniestra: imposible olvidar la masacre de niños en Uvalde o la carnicería en Ucrania. En Estados Unidos, mientras el Congreso examina con asombro y repugnancia las acciones de Donald Trump para negar su derrota electoral, sus votantes hacen caso omiso de las nuevas revelaciones. Parece que se pavimenta el camino para un nuevo período en la Casa Blanca.

El escritor y periodista venezolano Moisés Naim considera que actualmente el peor peligro para la democracia lo representan “el populismo, la polarización y la posverdad”. Estas tres “P”, sostiene en su último libro, socavan la democracia representativa en todo el mundo. Por ello explicó que su convicción apunta a propiciar una reacción defensiva antes de que sea demasiado tarde. “En 2001 el 49 por ciento de la población mundial vivía bajo regímenes autocráticos. Una década después el 70 por ciento de la Humanidad”.

Naim no cree que se trate de una conspiración, ya que se trata de regímenes de distinto signo que incurren en políticas que nos llevarán a la catástrofe.

En Chile, en esta situación el mejor (o peor) ejemplo es el de la Convención Constitucional. En ella, cuando recién se está conociendo la propuesta definitiva, se convirtió en un lugar común la falta de respeto, la tolerancia y, en último término, la paciencia. Se pensaba -y todavía es posible, pero parece cada vez más difícil- que el proceso nos llevaría a un nuevo, mejor y más elevado nivel en el debate público. 

No ha sido así. Son muchas las señales que se cruzan y, sobre todo, se entrechocan las encuestas que no terminan por definir siquiera los contornos del debate.

Lo peor, sin duda, es la ansiedad, la prisa por definir cómo hay que votar cuando todavía no teníamos el nuevo texto constitucional.

Plantear que se podían tomar decisiones sobre la base de lo poco que conocíamos fue un brutal menosprecio de la inteligencia de los chilenos. Pero ese es el sino de la derecha desde siempre: equivocarse y tratar de confundir, pese a ello, a buena parte del electorado. La respuesta de una izquierda indisciplinada no ha sido mejor, como el intento de negarle la invitación a los presidentes que ha tenido Chile desde 1990.

No debe extrañarnos. Es, en el fondo, la crisis profunda de la democracia tal como se ha entendido desde la Revolución Francesa.

Las tecnologías imperantes, manejadas por algoritmos creados con intención (de destacar los conflictos, por ejemplo), están demoliendo las bases democráticas en el mundo entero. Chile no es la excepción en la delicada coyuntura actual.

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