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El gran desafío del acceso a la tecnología para la tercera edad

Por Eduardo Pino Viernes 24 de Junio del 2022

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Se ha dado a conocer el reporte de investigación acerca de cómo la pandemia ha afectado los hábitos de los adultos mayores. Uno de los aspectos que llama la atención es la relación que presentan con la tecnología, específicamente su interacción con el mundo digital y las comunicaciones virtuales.

El “Observatorio del envejecimiento para un Chile con futuro”, ha monitoreado como se presenta esta interacción entre adultos mayores y las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), observando que más de la mitad de este sector etario usa de manera regular teléfonos inteligentes, subiendo de un 47% antes de la pandemia a un 58% en la actualidad para quienes están sobre los 60 años. Respecto al porcentaje que usa internet, es un 44% entre 60 a 69 años, 22,8% de 70 a 79 años y sólo un 9,8% para mayores de 80 años; por lo que aún existe un sector de esta importante población que se encuentra aislada tecnológicamente. La motivación principal que ha llevado a “subirse al carro” de la tecnología a muchas de estas personas es la necesidad de comunicarse con sus seres queridos, pues el chat y las redes sociales están entre sus prioridades, quedando más atrás la búsqueda de información y realizar trámites en línea. Estos dos últimos aspectos, con un 26% y 12% respectivamente, contrastan marcadamente con las generaciones más jóvenes que masivamente utilizan estos servicios para facilitar la vida, observándose que esta brecha digital afecta negativamente el bienestar de los adultos mayores.

Aunque el estudio da a conocer más información valiosa, quisiera destacar este punto pues la tecnología no sólo ha entregado herramientas e instrumentos para la realización de tareas específicas en nuestro quehacer cotidiano, ya que realmente ha transformado nuestro estilo de vida y hasta la manera que tenemos de procesar la información, relacionarnos e interpretar nuestro entorno. La idea es que los avances tecnológicos se humanicen para estar al servicio de las personas y su convivencia, fomentando su bienestar al posibilitarles simplificar tareas y contar con más tiempo para sí mismas, o alcanzar metas más desafiantes que posibiliten su crecimiento personal y como comunidad. Por eso es relevante colocar atención a esta brecha entre nativos y migrantes digitales, quienes en mayor o menor medida se benefician de las maravillas digitales que por cotidianas parecen haber perdido esa magia que nos asombraba al conocerlas; respecto de quienes por haber nacido en tiempos donde se carecía de estos adelantos aún no acceden a sus beneficios. Esa es una desigualdad injusta para estas personas que desconocen los posibles beneficios de estas herramientas, o en su defecto desean aprenderlas pero no cuentan con los medios para acceder a ellas.

Si bien la edad se relaciona en este acceso, aún más relevante es el nivel educacional de los adultos mayores, observándose su uso más frecuente en aquellos que poseen mayor nivel educativo pues además de resultarles más fácil asimilar el aprendizaje, poseen mayores ingresos económicos para costear su adquisición. Otro aspecto relevante es la necesidad de tender un puente entre las nuevas generaciones que han nacido en un ambiente con estos instrumentos y por ende los conciben en sus estructuras mentales como algo natural que ha existido siempre; en contraste con las generaciones más longevas que ven con recelo y prejuicio utilizar estas tecnologías, cuya representación mental puede estar distorsionada o simplificada debido al desconocimiento y resistencia ante su utilización. Los jóvenes presentan en ocasiones poca tolerancia para enseñar a sus mayores, evaluando que podría ser tiempo perdido al no lograr éstos un ritmo de aprendizaje según las expectativas de estos noveles instructores, mientras que por otro lado las creencias epistemológicas o del conocimiento de los adultos mayores les autolimitan con frases como ”soy muy viejo para aprender”, “esto es para los jóvenes solamente” o “estas cosas no sirven para nada”, entre otros pensamientos que justifican el temor ante un desafío que si se descalifica pareciera proteger la autovalía de sus propios recursos personales.

La alfabetización digital en la tercera edad es un desafío de gran importancia, pues atendiendo a las necesidades, intereses y particularidades de cada persona, se debe fomentar apoyarles en la adquisición de competencias y capacidades tecnológicas para aumentar su bienestar e integración a un mundo que debe incluir a todas y todos.     

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