Necrológicas
Pide al Presidente Boric que sepa valorar el patrimonio natural y la biodiversidad de Magallanes

Experto advierte sobre el impacto del hidrógeno “en medio de una estepa viva”

Miércoles 6 de Julio del 2022

Compartir esta noticia
438
Visitas

“El Gobierno de Chile ha hecho suya la bandera de la descarbonización del planeta (o al menos de Europa), pero parece haber olvidado que la estepa de Magallanes no es sólo viento y pampa, también existen seres alados, vivos, que habitan estos parajes”.

“Es esperable que nuestro Presidente, un magallánico de tomo y lomo, sepa también del valor de su territorio y de los altos costo que podríamos terminar pagando en nombre del Hidrógeno “verde”. ¡La estepa está viva!”

“Ya hipotecamos los fiordos de nuestra región en nombre de la salmonicultura sin saber cuáles serán los costos ambientales resultado de la explotación intensiva en estos maravillosos paisajes. ¿Estamos dispuestos a hipotecar el destino de nuestra región de Magallanes, nuestra calidad de vida y nuestros paisajes para satisfacer las necesidades de e-combustible de Europa?”

“… Es muy probable que, durante sus migraciones, además de los “instrumentos internos” que poseen para orientarse, algunas especies de aves utilicen accidentes geográficos relevantes en nuestro paisaje (las costas, las angosturas, algunas montañas o zonas elevadas, etc.)”.

Contrario a lo que parece, la estepa magallánica es un mosaico de distintos ambientes que comprenden vegas (pequeños humedales y escasos en estos parajes), grandes extensiones de coironales y otras cubiertas vegetales como los murtillares que ecológicamente equivalen a la tundra del ártico, pero a pequeña escala. Todos estos componentes de la pradera se asocian a distintas especies de aves que utilizan estos sustratos para nidificar y alimentarse. Aunque muchas veces no se ven a simple vista, en la pradera conviven con la ganadería ovina, las aves adaptadas a cada uno de estos ambientes. Un porcentaje de las 237 especies de aves que habitan en Magallanes migran desde otras áreas como la pampa argentina para nidificar en la estepa, transformándose en residentes de nuestra región, mientras que otras, conocidas como visitantes, migran desde el hemisferio norte, donde se reproducen, hasta la región de Magallanes y Antártica chilena, para alimentarse durante la primavera y el verano para luego retornar a su área de cría en el otro extremo del planeta.

Para llevar a cabo estos distintos desplazamientos, y dependiendo de donde provengan, las aves vuelan cientos y miles de kilómetros. Las diferentes especies utilizan distintas estrategias de migración: algunas vuelan a grandes alturas, otras lo hacen a nivel del suelo, algunas migran de día y noche hasta alcanzar su meta, otras vuelan sólo de día o de noche. Todas ellas utilizan las mismas rutas año tras año desde hace miles de años en la mayoría de los casos.

Aunque avanzamos en el siglo 21, disfrutando de las bondades de la tecnología, algunos aspectos de la historia natural de estas aves tan familiares para algunos de nosotros permanecen ocultos a los ojos de nuestra sociedad. Aunque cueste creerlo, aún no se sabe a dónde van aves tan abundantes que habitan la región de Magallanes como los Teros o Queltehues o las misteriosas Becacinas (también llamadas Poroteras). Sabemos que llegan en la segunda quincena de agosto cuando comenzamos a escuchar sus primeros llamados y cortejos. Es muy probable que ambas especies vuelen de noche con el fin de evitar la depredación de aves rapaces, no sabemos a qué altura y/o cuanto tiempo le toma a toda la población de estas aves para llegar a su destino ubicado en distintos puntos de la región. 

Una vez finalizada su temporada reproductiva, 13 especies de aves playeras realizan una larga migración desde sus sitios de nidificación ubicada en el extremo norte de Norteamérica para arribar a nuestra región entre octubre y noviembre. Mientras algunas de estas playeras se concentran en lugares específicos de las costas de Tierra del Fuego, otras se dispersan por la estepa ocupando los pequeños humedales o lagunas que ofrecen alimento. Notable son los casos del Zarapito de pico recto y el Playero ártico que en Magallanes albergan un alto porcentaje de la población que capean el invierno boreal en nuestras tierras.         

Por otro lado, el Canquén colorado y el Chorlo de Magallanes son dos especies que habitan exclusivamente en nuestra región y se encuentran categorizadas como “En Peligro de Extinción” en nuestro país. Ambas poseen poblaciones reducidas y realizan movimientos migratorios una vez terminada su temporada reproductiva. Una parte importante de la población del Canquén colorado se desplaza hasta su área de invernada ubicada en el sur de la provincia de Buenos Aires en Argentina y luego de regreso a su área de cría cubriendo unos 2.300 kilómetros por cada tramo. Aunque existe una buena idea de su ruta migratoria a través de la estepa argentina, se desconocen los detalles de sus desplazamientos dentro de la región. Una vez terminada su temporada reproductiva el Chorlo de Magallanes se desplaza desde las lagunas donde se reproduce hacia el norte pasando por la Bahía Lomas (Santuario de la Naturaleza, sitio Ramsar y de Importancia Hemisférica para las Aves Playeras), a alimentarse y continuar luego a la costa Atlántica donde pasa el invierno. En ambos casos no existen datos exactos sobre las rutas que estas aves utilizan durante sus desplazamientos dentro de la región.                

A juzgar por el conocimiento y experiencia en otros países donde algunos de estos aspectos han sido estudiados es muy probable que, durante sus migraciones, además de los “instrumentos internos” que poseen para orientarse, algunas especies de aves utilicen accidentes geográficos relevantes en nuestro paisaje (las costas, las angosturas, algunas montañas o zonas elevadas, etc.)

Entonces cuando la industria del Hidrógeno “verde” anuncia su intención de expandirse por sobre la estepa con miles de kilómetros cuadrados de aerogeneradores repartidos por todos estos ambientes, tenemos la obligación, como magallánicos, de encender una luz de alerta por lo que será el destino de todas estas aves que habitan nuestra Patagonia y de las que, para bien o para mal, sabemos poco aún.

El Gobierno de Chile ha hecho suya la bandera de la descarbonización del planeta (o al menos de Europa), pero parece haber olvidado que la estepa de Magallanes no es sólo viento y pampa, también existen seres alados, vivos, que habitan estos parajes. No considerarlos es no haber aprendido de los errores del pasado e incurrir en la misma lógica que nos tiene donde estamos hoy: al borde de ver desaparecer a muchas especies.

¿Dónde queda esa condición única de Magallanes como paisaje prístino y poco explorado? ¿De verdad nos estamos arriesgando a perder para siempre nuestros caminos sin fin y horizontes amplios? Ya hipotecamos los fiordos de nuestra región en nombre de la salmonicultura sin saber cuáles serán los costos ambientales resultado de la explotación intensiva en estos maravillosos paisajes. ¿Estamos dispuestos a hipotecar el destino de nuestra región de Magallanes, nuestra calidad de vida y nuestros paisajes para satisfacer las necesidades de e-combustible de Europa?

La estepa está viva, independiente del valor comercial con el que cada uno la quiera ver, juegan un rol fundamental en el ecosistema natural, permitiendo la sustentabilidad de poblaciones de aves. Es esperable que nuestro Presidente, un magallánico de tomo y lomo, sepa también del valor de su territorio y de los altos costo que podríamos terminar pagando en nombre del Hidrógeno “verde”. ¡La estepa está viva!