Está volviendo la cordura
Después del trancazo plebiscitario, los diagnósticos, especialmente de los partidarios del apruebo, duran un día, a lo más dos, ya que al poquito andar rápidamente empiezan a surgir de nuevo las interpretaciones y análisis de las causas del fracaso. Independiente de que no le apuntaron por ningún lado, comienzan a elucubrar, de por qué ocurrió, de dónde vino y siempre la sorpresa dura muy poco, ya que rápidamente vuelven a las viejas prácticas de exponer sus teorías y dictar cátedra sobre lo que pasó, el viejo truco de sabérselas todas. Ese es Chile mi alma.
En el diagnóstico del picado que perdió, sobre el fracaso electoral frente al rechazo, a algunos fanáticos, ya no les basta echarle la culpa al empedrado, ahora también fueron los fachos pobres, el rotaje, las fake news, etc. pero nada o muy poco de mea culpa, como correspondería. Se toman la tribuna y las RRSS como si todo siguiera igual, sobre la marcha pontifican explicaciones burdas esquivando el gran bulto de la responsabilidad propia o un sincero mea culpa. Y sobre la marcha, vamos por otra y rápido, si no resultó a la primera saldrá a la segunda.
Los aprendizajes del malestar social iniciado cuando un grupo de estudiantes comenzara a saltarse los molinetes del metro para oponerse al aumento del boleto y de ahí al dicho de “no son 30 pesos sino 30 años”, también hay que contrastarlos con lo ocurrido en el reciente plebiscito de salida. Esto bien podría ser un llamado de atención del país, mayoritariamente moderado sobre una minoría de izquierda radical arrinconada y a la baja. Aquí sin duda levantaron la voz y el voto, los mayores y los jóvenes moderados, a lo largo y ancho del país transversalmente, sobre algo que para muchos, pudo ser bien intencionado pero que en los hechos, estaba trastocando al país de manera importante y que para colmo, no los representaba para nada. Como lo describió Carlos March de Avina, “un contenido para la gran mayoría ajeno a su vida, sumado a un proceso desacreditado que nunca logró anclar en el espíritu colectivo”, agregando más adelante que “también es un rechazo a la figura de las élites”.
En esto coinciden otras interpretaciones, como bien lo menciona Karen Thal de Cadem, “fue una expresión más de cómo el sentido común de la mayoría se impone a una élite que intenta tapar el sol con un dedo”, y a su vez Andrea Repetto cuando dice, “en un país tan desigual y segregado como Chile, el desarraigo social hace muy difícil a la élite política comprender las urgencias de la vida diaria que experimentan otros.” Para Roberto Méndez “muestra también a una parte de la izquierda, que no es toda, completamente desconectada de los anhelos, esperanzas y temores prevalecientes en la sociedad chilena.”
Muchas lecciones se deben extraer de este período constitucional que culminó con el plebiscito de salida y que servirán para enfrentar el nuevo proceso. Entre otras se destacan el que, hay que mantener el voto obligatorio, que llevó al 86,3% de las personas a votar el 4S, además que “el voto voluntario, en un país como Chile, polariza”, como lo sostiene Arturo Fontaine. Mirando hacia adelante y coincidiendo con Andrea Repetto, “el país necesita un sistema político y electoral que reduzca la fragmentación y favorezca la cooperación política”. Porque como lo expresa Josefina Araos “una constitución debe ser resultado de una interpretación de aquello que la sociedad es, y no una apuesta para hacer de ella lo que a cierto grupo le viene en gana.” Al parecer está volviendo la cordura.