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Animales sueltos y dónde encontrarlos

Domingo 2 de Octubre del 2022

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Héctor Martínez Díaz
Periodista

La moral nos limita, frena, inhibe que aflore la bestia que llevamos dentro o que nos comportemos como energúmenos.

Una de las consecuencias de las cuarentenas fue que mientras el ser humano estaba encerrado, los cimarrones volvieron a cabalgar dueños de las calles, como cuando tiraban de carretones, dejando a su paso un reguero pestilente de incivilidades, peor que desfile de Parada Militar.

Los baguales son por estos días el dolor de cabeza del alcalde de Punta Arenas, por el peligro que acarrean para los automovilistas y las consiguientes demandas y querellas que ve venir contra la municipalidad por permitir animales sueltos en las calles; ni que decir los daños que causan a los adornos florales y al césped de avenidas, calles, pasajes, parques, plazas y jardines domiciliarios, si ya parece que arremeterán hasta contra el pasto artificial de las canchas sintéticas del estadio Fiscal, la “Bombonera” o del Barrio Sur. Como las bestias no saben leer de nada sirve el cartel de proteger el patrimonio natural y poco falta que hagan de las suyas contra el árbol presidencial.

Que un potrillo embista a uno de 75 caballos de fuerza en pleno centro de la capital regional, no sería novedoso ni para titular de portada de prensa impresa ni online.

El edil busca la manera de erradicar el problema, capturarlos y llevárselos a un corral, tal como sucede con los autos abandonados en las calles que van a la maestranza municipal, se nombra al antiguo y abandonado Club Hípico de Punta Arenas, como lugar apropiado, topa con que mantenerlos, cuidarlos y alimentarlos es muy costoso para las arcas municipales y desviar para ello recursos de la subvención escolar preferencial, sería mal visto y un riesgo legal que ningún funcionario público quisiera asumir.

Están también los adanes animalistas que aman a los caballos más que el protagonista de Equus, pueden exigir escuchar el llamado de la naturaleza, la que sólo estaría recuperando su territorio y pensarán que debe dejarse que circulen libres por las calles para que el hombre retorne a lo natural, con la ventaja económica que para nuestros maceteros, huertas y jardines tendríamos abono natural gratis. 

Tal tipo de animalistas no estarían dispuestos a transar su posición ni aunque los intente convencer el querido psiquiatra comunitario Juan Vukusich, ya que para ellos el corral municipal no sería más que la antesala del Frigorífico Simunovic para convertirlos en charqui o una carnicería comunal de carne de yoko, como es baja en grasas para los cardiópatas carnívoros resultaría una buena alternativa que, de seguro, recomendarían consumir los cardiólogos Marín, Varas, Antileo o Aguilar, en lugar del capón, cerdo o cordero que para las arterias tapadas resulta fatal.

Como no es nuevo el problema con animales y otros bichos sueltos y descontrolados que causan estragos en Magallanes, el Servicio Agrícola y Ganadero (Sag), miraría con atención lo que resuelvan las eventuales demandas y querellas en tribunales contra la municipalidad, deben tener ya un equipo de abogados estudiando las defensas ante eventuales querellas por daño medio ambiental al permitir que especies exóticas como castores y tijeretas dominen la fauna regional, que no se escaparon de la Nao Victoria, ni desembarcaron de la goleta Ancud ni vinieron con la inmigración yugolote (yugoslava y chilota), precisamente, eso sí para bien de la comunidad los rateros son escasos.

El mejor consejo que se le puede dar al viajero que intenta ir por tierra a Chile desde Magallanes o disfrutar en verano del Festival del Lago en Calafate o de las playas de Rada Tilly, Puerto Madryn o Las Grutas en el litoral atlántico, es: “En la ruta argentina, ten cuidado con los guanacos”.

Ya se abrió la frontera y tímidamente comienzan a verse patentes argentinas en las calles, se cuenta que el primer consejo que recibió un argentino patagónico por parte de sus compatriotas cuando anunció que vendría a Punta Arenas, ya no fue lo bajo que está el tipo de cambio de peso argentino a peso chileno y mejor fuera que trajera dólares, sino: “¡Che!, en Punta Arenas, ¡Tené cuidado con los pingos!”.

 ¡Qué le vamos a hacer! “Los inmorales nos han igualao”, me comenta mi tanguero amigo Filiberto, un ratón que anda suelto.

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