Centro Internacional Cabo de Hornos
Próximo a ser inaugurado, el Centro Internacional Cabo de Hornos (Chic) ha sido, realmente, un sueño hecho realidad. Esta frase, no por ser manida, es menos cierta, pues detrás de este proyecto hay un conjunto de hombres y mujeres que, tempranamente, vislumbraron el potencial que tiene la región y, en particular, la zona subantártica en cuanto a la biodiversidad y ubicación únicas y sin correspondientes en otras partes del orbe.
Primero fueron los esfuerzos por trasladarse e instalarse en la remota zona, luego por comenzar a introducir conceptos nuevos como el de parque etnobotánico, bosques en miniatura y, más tarde, la declaración de Reserva Mundial de la Biósfera. Aunque hoy son entidades diferenciadas, todas están, de cierta forma, vitalmente entrelazadas.
Aportar a la comunidad, estableciendo lazos con los establecimientos educativos, con los descendientes de la etnia yagán y con las agrupaciones productivas, fue uno de los objetivos planteados por el grupo de investigadores y administrativos que han recorrido un camino sinuoso, pero que, con esfuerzo y tesón, les ha permitido ver materializado hoy el esfuerzo de tantos años.
Apoyados por siete universidades y contando con un equipo interdisciplinario de más de cien investigadores del más alto nivel nacional e internacional, el Chic está tomando forma, a través de líneas investigativas y planes de acción que buscan impactar y entregar insumos para las políticas públicas y para el desarrollo sustentable.
El Centro Internacional Cabo de Hornos no es un lujo. Es una necesidad para una región, como la de Magallanes y la Antártica Chilena, que es un laboratorio viviente, que ha sido declarada en emergencia climática, que tiene especies y hábitats que son centinelas del cambio climático y que posee una riqueza inconmensurable en su biodiversidad y ecosistemas.
