De las gomas de borrar con olor, los cuadernos “Belgrano” y la Revista “Pelo”. (3ª parte a pedido del público)
Por Marino Muñoz Agüero
En nuestra crónica del domingo pasado dejamos avanzada la historia del bolígrafo o “Birome” en 1938; cuando su inventor Ladislao Biro conoció al saliente presidente argentino Agustín Pedro Justo, quien quedó impresionado al verlo usar el prototipo del lápiz pasta inventado por él, y le ofreció que se radicara en Argentina
En 1940 Biro, su hermano y su amigo Juan Jorge Meyne enfilan a Argentina escapando de la persecución nazi, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. El mismo año los tres inmigrantes forman la compañía Biro Meyne Biro y mejoraron el invento. Luego, en 1943 registran una nueva patente para el renovado producto, al que denominan “Birome” (la conjunción de Biro y Meyne). El artículo en los inicios fue mirado prácticamente como un juguete al compararlo con las Plumas Fuente, pero su éxito de ventas, popularidad y de otorgamiento de licencias hasta el día de hoy, no tiene precedentes entre sus competidores.
En 1950 el barón Marcel Bich nacido en Italia, quien creció y estudió en Francia, le compró la licencia a Biro y lanzó el eterno lápiz BiC y aquí debemos destacar la intervención de dos chilenos: se trata de Carlos Gellona y su cuñado y socio Arnaldo Falabella. Estando en Europa conocieron el lápiz Bic y se entrevistaron con el Barón Bich, obteniendo la licencia para fabricar y comercializar la marca BiC en Chile y Argentina.
Siguiendo en el rubro de los artículos de librería, recordemos las gomas con olor, los novedosos estuches plásticos para lápices y los inolvidables cuadernos “Belgrano”; de tapa dura y con rayado o cuadriculado celeste con gruesos márgenes en los bordes superior e izquierdo, todo lo cual lo podíamos comprar en las Librerías “El Reloj” y “Capipe” de Río Gallegos o “La Cabaña” de Río Turbio.
En cuanto a librerías “de libros”, la “Martín Fierro” en la Avenida San Martín de Gallegos dejó huella. Funcionó entre 1966 y 2021 y en sus estanterías podíamos encontrar maravillosas colecciones de libros de las prestigiosas editoriales Emecé, Francisco de Aguirre y otras. En algunas de estas librerías o, en los Kioscos “Polirubro” adquiríamos revistas como “Hijitus y Anteojitus” o “Pelo”, publicación quincenal dedicada al rock, en especial, al prolífico y verdadero rock argentino de las décadas de 1960 y 1970. “Pelo” circuló entre 1970 y 2001 y era una verdadera enciclopedia en el rubro. Los que accedíamos a un ejemplar de esta revista adquiríamos estatura de héroes entre nuestros contemporáneos, pues no se comercializó en Chile por canales formales y los números que alguien traía de Argentina, circulaban de mano en mano.
Si pasábamos por “La Anónima” de Río Gallegos la oferta era variada. En golosinas y dulces encontramos los alfajores “Tatín”, las galletitas Terrabussi, Chocolates “El Aguila”, el “Toody” (chocolate para tomar con leche), chicles Bazooka, gomitas “Mogul” y una tradición argentina: el dulce de leche “Poncho Negro” o “El Cachafaz”.
Por el otro pasillo nos sorprendemos con una amplia gama de quesos y qué decir de las cecinas: los salamines “Tandileros”, las salchichas “Paladini”, la “bondiola”, una especie de lomito crudo ahumado o los paté “Swift”, industria que tenía un matadero frigorífico en Río Gallegos, al inicio de la tradicional calle Roca, hoy Kirchner.
En relación a los licores, ampliamos la lista con el coñac “Tres Plumas”, el y los whiskys “Los Criadores”, “Doble W” y “Old Smuggler”, el favorito del recordado tanguero Aníbal “Pichuco” Troilo. También recordamos el “Amargo Obrero” (“El Aperitivo del Pueblo”) un brebaje que ha vuelto en gloria y majestad. Por otra parte, y para refrescarse siempre viene bien un trago de “Terma”, una suerte de jarabe de diversos sabores, para diluir en agua.
Continuará…