La olvidada Escuela Nº20 de Playa Norte
Víctor Hernández Godoy
Sociedad de escritores
de Magallanes
A mediados de la década del cincuenta del siglo pasado, alrededor un centenar de familias comenzaron a construir mediaguas en la intersección de lo que hoy corresponde a las calles Jorge Montt y Santiago Díaz, arterias que entonces finalizaban directamente en las aguas del estrecho de Magallanes y señalaban el límite urbano del sector norponiente de la ciudad.
Un grupo considerable de mujeres conformaron el comité “Dueñas de Casa” y con apoyo de varones levantaron sus viviendas en terrenos que hoy conocemos como Población 5 de Abril, mientras que otro grupo numeroso de pobladores rellenando con desechos domiciliarios comenzaron a ganarle espacio al mar donde edificaron sus habitaciones, sin imaginar en ese momento histórico, que con su decisión y autonomía, generaban una de las proezas urbanas más significativas del siglo XX en Magallanes: la creación del populoso barrio de Playa Norte, en Punta Arenas.
Las necesidades de los lugareños se asemejaban a la dura realidad que en la zona alta de la ciudad confrontaban los moradores de la población 18 de Septiembre. En aquel lugar, se había establecido un comité Pro Adelanto que fijó las principales aspiraciones sociales de los vecinos: contar con escuela, retén, policlínico e iglesia. Recordemos, que durante esos primeros años, funcionaron en ese núcleo habitacional dos centros de enseñanza, uno a cargo de la Iglesia metodista y otro fiscal, conocido como Escuela de Emergencia.
Pronto, la experiencia del comité Pro Adelanto fue emulada por los vecinos de Playa Norte quienes, en la medida en que iban levantando sus habitaciones solicitaron a las autoridades de la época la instalación de servicios básicos, la regularización de los terrenos en que vivían y la posibilidad de contar con una escuela.
Un centro de enseñanza en medio del agua.
En noviembre de 1959 el entonces regidor Ernesto Guajardo Gómez planteó por primera vez en el seno de la Ilustre Municipalidad de Magallanes el clamor de los pobladores de Playa Norte de erigir un colegio en el lugar:
“Los vecinos de la Población Playa Norte están empeñados en la idea de construir una escuela de más o menos tres salas y han encontrado favorable disposición para ello de parte de la Dirección Provincial de Educación, de la prensa y radios locales y lo mismo de parte del señor Intendente y otras autoridades con quien han tenido oportunidad de conversar, y se ha visto la posibilidad de que la Municipalidad destinara cierta suma, que podría fijarse para otra ocasión, para contribuir con materiales a esta importante obra que tiene por objeto más que nada permitir que niños de cortos años puedan concurrir a una escuela cercana, ya que en época de invierno es muy duro para ellos asistir a otras escuelas. Numerosos comerciantes y otras personas están prestando su colaboración a ese objeto y creo que la Municipalidad no podría sustraerse a una fecha de tanta importancia como es ésta, ya que hemos visto el resultado obtenido con la escuela construida en Población 18 de Septiembre con la ayuda del comercio, industria y la propia Municipalidad. Por eso, quería proponer el acuerdo de una subvención de unos cien mil pesos en materiales para ayuda a la construcción de esa escuela. Dejo lanzada la indicación”.
Para sorpresa de muchos, la propuesta encontró grandes reparos en la educadora y ex alcaldesa Felicia Barría Vera, quien esgrimió que la construcción de una escuela en Playa Norte podía lesionar el funcionamiento del Grupo Escolar Yugoslavia, propiciando el éxodo de maestros y alumnos. En el calor del debate intervino como moderador el regidor Armando Barría Triviño que expresó:
“Yo también asistí a esa reunión, a la que concurrieron el señor Alcalde y el señor Guajardo y no sé si algunos de los regidores fueron invitados a ella, pero estaba presente el señor Director Provincial de Educación quien estuvo ampliamente de acuerdo en que debía levantarse allí una pequeña escuela y agregó que apenas estuviera listo el local, él inmediatamente iba a nombrar los profesores. Estimo que la indicación del señor Guajardo no debe ser rechazada. Podemos de todas maneras, ver hasta dónde puede ser perjudicial la nueva escuela, pero puedo decir que he visitado en días de clase la población Playa Norte y he podido observar que hay numerosos niños y niñas que no asisten a la escuela. Por lo tanto, considero que la petición del señor Guajardo debe ser atendida y aún más, aumentarse la suma propuesta de cien a doscientos mil pesos”.
Felicia Barría condicionó su apoyo a dicha iniciativa a las conclusiones de los organismos pertinentes:
“Como digo, si hay un informe favorable de parte del Director Provincial, que pueda considerar además el informe del profesorado de la Escuela Yugoslavia que diga que no los perjudicaría en cuanto a su población escolar y en cuanto al trabajo del profesorado, yo no tengo ningún inconveniente en que la Municipalidad acuerde no solo el aporte de cien mil pesos sino de una suma mayor”.
Pese a las dudas y aprensiones que existía por los riesgos del lugar, el director provincial de Educación, Wenceslao Viveros Riveros aprobó en primera instancia, la idea de crear una escuela en Playa Norte. A continuación, los vecinos establecieron un comité pro construcción del colegio, nombrando al regidor Guajardo presidente de esa entidad. A través de acuerdos y donaciones con la Cámara de Comercio e Industrias de Magallanes, se consiguieron los materiales para comenzar a levantar el inmueble.
Sin embargo, los problemas se agudizaron en los meses siguientes, debido a que nuevos pobladores empezaron a edificar sus viviendas al norte de la calle Club Hípico donde las salidas del mar eran frecuentes. A esas alturas, el Servicio Nacional de Salud emitió el 5 de junio de 1961, un documento que consideraba de suma urgencia, la erradicación definitiva de aquellos moradores. A este impasse, se agregaba la denuncia que pesaba sobre un vecino del sector que usando sus influencias en la Oficina de Tierras, revendía sitios a los pobladores. Dentro de este oscuro panorama, se sumaba la negativa de los vecinos de abandonar sus casas.
Cuando las complicaciones burocráticas parecían llevar los problemas a un callejón sin salida, el gobierno encabezado por el Presidente Jorge Alessandri Rodríguez decidió el 27 de febrero de 1962 sanear la situación irregular que afectaba a cuarenta pobladores del loteo “5 de Abril” (ex Dueñas de Casa) otorgándoles títulos de dominio a los sitios que ocupaban. En el caso de Playa Norte, el ejecutivo decretó el 6 de julio de 1962 que el Ministerio de Tierras y Colonización transfiriera a la Corporación de la Vivienda (Corvi) los terrenos equivalentes a una superficie de nueve hectáreas ochenta áreas, cuyos deslindes comprendían, Norte, la calle Explotadora (Manantiales) en 56 metros; Este, línea de las altas mareas en 970 metros; Sur, calle Santiago Díaz, en 110 metros propiedad particular en 124 y 54 metros; y Oeste, terrenos de propiedad particular, en 306 metros, calle Jorge Montt, en 224 metros y terrenos en propiedad particular, en 408 metros.
Estas medidas tendientes a dotar de legalidad a los sitios donde los vecinos habían construido sus viviendas, ayudaron a consolidar el proyecto de fundar una escuela en Playa Norte. La ansiada noticia esperada por los pobladores llegó el 31 de agosto de 1962 cuando el Ministerio de Educación promulgó el Decreto Nº11.620 que estableció formalmente, la creación de la Escuela Mixta N°20.
El recinto se ubicaba inicialmente, en pasaje Quillota entre Santiago Díaz y Bilbao. Disponía de cuatro salas de clases capaces de cobijar a doscientos cincuenta niños. La inauguración oficial y entrega de la escuela a la comunidad se efectuó a mediodía del domingo 25 de noviembre de 1962, en una ceremonia que tuvo la participación del intendente de la provincia, Raúl Carmona Román; el alcalde de la comuna Ernesto Guajardo Gómez; el director zonal del Ministerio de Salud, Agustín Etchebarne Riol; el director provincial de Educación Wenceslao Viveros Rivera; el director del Liceo de Hombres, Eleazar Cabrera Ceballos y el presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Magallanes, Francisco Subiabre Felmer. En la ocasión, el Presidente del comité de vecinos de Playa Norte, Ramón Soto, recalcó que la obra fue posible gracias a la unidad de diversas instituciones como la Cámara de Comercio e Industrias, la Municipalidad de Magallanes y las Fuerzas Armadas.
En tanto, el director Viveros manifestó que: “la unión de voluntades dispuestas a servir habían realizado una labor que comprometía el reconocimiento de la comunidad, ya que con una labor similar había sido posible dotar de una escuela a los niños de la Población 18 de Septiembre y de Cerro Dorotea en Última Esperanza. La colaboración prestada por la comunidad tiene especial significación por la importancia que tiene la educación. Este ejemplo debería ser imitado por otros sectores, para continuar con la construcción y habilitación de otras escuelas en la provincia que sirvan a tan noble finalidad”.
Primeros años
El establecimiento empezó a funcionar en marzo de 1963. Iván Martinic Buvinic fue nombrado director, quien halló en Elías Cruz Martínez, un presto colaborador. Aquel maestro, designado subdirector de la escuela, había realizado durante años el proyecto de alfabetización popular “La misión cultural de Magallanes” que consistió en formar a niños y jóvenes en el arte de la dramatización con títeres, cuyas historias eran representadas en las estancias y en las escuelas rurales de la región. En las poblaciones 18 de Septiembre y Playa Norte creó varios grupos artísticos que solían amenizar fechas conmemorativas como Glorias Navales, Día del Profesor, y Fiestas Patrias.
En el reportaje “Barrio Playa Norte” Parte 2, editado en “El Magallanes” el 3 de agosto de 2014, la pobladora Nadia Ulloa concedió una entrevista al escritor Mario Isidro Moreno, en donde reveló algunos aspectos del aula:
“La escuelita contaba con una sala grande, que poseía un calentador a carbón y leña. Todas las mamitas colaboraban con el colegio concurriendo hasta las aulas para hacer pan fresco y entregarlo alrededor de las 10 de la mañana, junto a una ración de leche que, a veces, se mezclaba con harina tostada. El director como premio al rendimiento escolar, llevaba cada lunes a sus alumnos, en una camioneta de su propiedad, hasta el sector donde se ubica el estadio fiscal, para que tuvieran una jornada de recreación”.
Si aquellos primeros semestres fueron de austeridad extrema para la escuela, las cosas para el barrio no fueron mucho mejores. En el mismo artículo antes mencionado, Gloria, hermana de Nadia, lo ratificaba con su testimonio:
“En el barrio había una sola vecina que tenía luz eléctrica y ella empezó a entregar energía a sus colindantes. Para ello, debían adquirir sus propios postes de luz. En cuanto al agua, las personas acarreaban este vital elemento en baldes y barriles, desde diferentes pilones. Por ejemplo, había uno en el sector Dueñas de Casa, existía otro donde hoy se encuentra el Regimiento de Telecomunicaciones. Cuando se comenzó a instalar en el lugar el Ejército, el agua fue traída desde la chancadora ubicada en calle Angamos esquina Caupolicán”.
El establecimiento educacional cumplió diez años de servicio en 1972. Para aquel entonces, la escuela funcionaba en un pequeño pero acogedor edificio en calle Jorge Montt 0200, inaugurado en 1966. En ese momento, el colegio contaba con una matrícula de 545 alumnos distribuidos desde kínder a octavo básico. El cuerpo de profesores lo integraban, Lita Leopold Dinamarca, Carmen Ruiz, Gloria Vásquez Andrade, Angélica Mardones, Dora Vargas, Elizabeth Palacios Dodero, Melita Ojeda Arriagada, Silvia Vera Pérez, Lucerina Barría Ruiz, Isabel Ramírez, Angélica Domínguez, Haydee Arias, Jovina Hernández, Mirta Díaz Barría, Josefina Villán Muñiz, Héctor Díaz Andrade, María Sylvia Johnston, Iris Mancilla Marinovic, José Vidal y la alumna en práctica Ana Cárdenas.
El nuevo local disponía de ocho salas de clases para un total de diecisiete cursos. Tenía un activo Centro de Padres y Apoderados que fue presidido durante algún tiempo por Fernando Frank, luego por Lucía Santana y después por Víctor Valencia, entre otros nombres, quienes lograron el respaldo de varias instituciones como el Sindicato de Dueños de Camiones de Magallanes (Siducam), la empresa Sodimac, la Sociedad Comercial Surco, el Club de Leones, la firma constructora Buzzoni y Hellwing, y la fábrica de vidrios Stancic, que continuamente apadrinaron al establecimiento, propendiendo la realización de mejoras estructurales en el edificio.
El colegio completó quince años de labor educativa en 1977. Iván Martinic Buvinic sempiterno director del establecimiento, se refería a los principales logros del plantel:
“La escuela tiene una matrícula de 600 alumnos. Diariamente almuerzan en el local 120 estudiantes y otros toman desayunos y onces atendidos por la Junta de Auxilio Escolar y Becas. También fuera de las actividades normales, el establecimiento da especial importancia las labores extraescolares para que los niños adquieran nuevas enseñanzas. En el colegio funcionan un Grupo de Cruz Roja, conjuntos de danzas folclóricas, de guitarra y charango, brigadas del tránsito, grupos artesanales, talleres literarios, un taller de educación tecnológica, un taller de artes plásticas; otro de bordado italiano y tejidos; un comité de senescencia y asimismo, se impulsan actividades deportivas”.
Llega la municipalización
Los primeros indicios aparecieron en 1979. La escuela pasó a denominarse F-21, mientras en calle Manantiales 1027 la Sociedad Constructora de Establecimientos Educacionales comenzaba a construir un moderno edificio que integraría a los alumnos de las escuelas Nº1 y Nº20.
El traspaso al nuevo local ya es un hecho en 1981 cuando más del 80% de los colegios fiscales del país, han quedado en manos de los municipios, como parte de la reforma educacional impulsada por el régimen de facto de la época. En medio de estas transformaciones, la antigua escuela N120 celebraba su décimo noveno aniversario con un cuerpo docente de 40 profesores y una matrícula que superaba los 800 alumnos.
La fusión entre ambas escuelas, la N°1 y N°20 propiciada por el gobierno chileno se consumó en 1982, cuando en el marco del apoyo recíproco que existía entre las dictaduras de Augusto Pinochet y Alfredo Stroessner, se produjo la llegada a Punta Arenas del embajador de Paraguay en Chile, doctor Fabio Rivas acompañado de su agregado militar en nuestro país, Osvaldo Balbuena, quienes el día 3 de septiembre de 1982, en compañía de autoridades regionales presidieron el acto oficial, descubriendo una placa en el frontis de la Escuela F-21 con el nombre de República del Paraguay.
Este nuevo plantel educativo que llegó a tener en algún momento sobre mil estudiantes, fue dirigido desde 1981 a 1987 por Iván Martinic Buvinic; desde 1988 a 1993 por Sergio Araya Contreras y desde 1994 a 2007 por el educador Emilio Vera Romero.
Hacemos esta breve semblanza para recordar la existencia de un aula que por casi dos décadas, formó a varias generaciones de niñas y niños y que hoy, contempla cómo su particular historia es ignorada y olvidada producto de las decisiones que adoptaron sucesivas autoridades que al fin y al cabo, lo único que consiguieron fue restarle a Playa Norte el sueño por el que lucharon los forjadores del barrio: tener una escuela.