La historia de dos migrantes en busca de un destino
Hace nueve años, Francisco Escaurido Soca arribó a Punta Arenas en busca de su destino, él es médico, pero además atiende a personas mayores. Y, es que, además, es parte del voluntariado Vive Bien, Vive Feliz. Dejó su hogar en Cuba y se instaló en Punta Arenas. Hoy busca traer a su familia.
En su caso migró buscando un mejor nivel de vida. “Yo no estoy pidiendo un nivel de vida de rico, ni mucho menos, sino que un nivel de vida normal, no necesito mucho para vivir. Pero, lo que sí me molestaba era que veía a mis padres que me lo dieron todo en la vida que iban envejeciendo y qué le iba a poder ofertar a pesar de llevar 30 años trabajando, nada y por eso emigré”, relató. Llegó siguiendo los pasos de unos amigos que habían migrado a Chile. En una primera instancia trabajó en Santiago, pero las largas distancias y los problemas de seguridad, lo llevaron a reflexionar y analizar la posibilidad de retornar a su tierra natal, La Habana.
En ese momento, se publica la ley que permite a médicos extranjeros poder trabajar sin Eunacom, aunque con el compromiso de rendir la prueba. “Yo fui el primer médico que se contrató en todo Chile con esa ley y me estaban contratando en dos lugares: Iquique y Punta Arenas”. Optó por venirse a la zona austral, incorporándose al consultorio 18 de Septiembre, donde pasó una de las mejores épocas de su vida. Luego fue trasladado al consultorio Juan Damianovic y de ahí a la Universidad de Magallanes donde ya lleva cinco años.
“Le tengo cariño a esta tierra, me quedé en Chile por Magallanes… A Cuba iba todos los años en vacaciones, iba en enero, porque es invierno allá, porque me acostumbré al invierno. En el último retorno, cerraron el país, en pandemia murió mi papá y hace un tiempo me traje a mi mamá, está como turista y la estoy endulzando para ver si se quiere quedar, pero extraña a sus nietos”, confiesa el médico cubano.
“Por mucho que empaticen, no puedes dimensionar lo fuerte que es emigrar, porque es llegar a un lugar donde no perteneces, no hay nada que forme parte de la historia, lo que te hizo ser como eres ya no es más, ya pasó, lo dejas a un lado. Dejas todo tu arraigo y llegas a un lugar en el que no tienes ni siquiera un piso donde pisar, porque no te sientes que formas parte de ahí”, enfatiza.
Microempresaria
En otro punto de la ciudad, en el barrio 18 de Septiembre, Betzaida Pérez Díaz, emprendedora y microempresaria, atiende su almacén, donde además vende repuestos para vehículos. Llegó hace 16 años desde República Dominicana, soñando con un futuro mejor y tras años de trabajo, construyó su hogar en Magallanes.
“Llegué directamente a Punta Arenas, el 11 de mayo de 2007. Vine desde República Dominicana, porque allá la situación está un poquito complicada. Yo trabajaba en la municipalidad y resulta que el alcalde con quien estaba trabajando no iba a seguir. Una compañera de trabajo que llegó desde Argentina me contó que había dejado ese país para irse a vivir a Punta Arenas. Ahí recién supe de esta ciudad. Hipotequé mi casa y con eso compré los pasajes, y me vine a Punta Arenas, en pleno invierno. Yo de Chile sólo conocía a Don Francisco por su programa Sábados Gigantes”, recordó Betzaida, quien en su país nunca necesitó usar ropa de invierno, por lo tropical de su clima. Sólo traía 300 dólares, que se los gastó en un día, en cosas para comer y comprar ropa para enfrentar el invierno.
“Resulta dificil no tener apoyo cuando llegas, pero cuando tienes a alguien que te apañe los primeros días ya tienes una base para buscar algún trabajo”, reflexionó.
En 2009 postuló para tener una tienda de repuestos, porque su pareja había tenido un rubro similar años antes, y reabrieron su local. “Hace tres años me autorizaron para ampliar el giro a almacén. Entonces tuve el almacén y los repuestos, hasta que vino la pandemia. Si bien los repuestos no eran de primera necesidad, pero al ser almacen pudimos seguir funcionando, así que mucha locomoción colectiva vino a comprar”, sintetiza.
“Yo me quedo con mi Magallanes, he ido una vez a Santiago y dos a Viña del Mar y no cambio la tranquilidad de esta tierra”, señala.
Para ella lo más importante es regularizar su situación migratoria. “Si lo dejas, corres el riesgo que te deporten”, concluye Betzaida.
La realidad migratoria en Magallanes
En el Censo de Población 2002 los migrantes en Magallanes eran menos de medio millar, específicamente 467 personas. Diez años después, para el Censo de 2012, ya alcanzaban los 2.661, o sea un aumento de 469,8%. Si bien para el Censo de 2017 nuevamente se aprecia un incremento importante llegando a 4.714 personas, un 77,2% más que el censo anterior, es para el año siguiente, en 2018, cuando se produce la fuerte migración de las últimas décadas. Más de 3.300 personas arribaron sólo el año pasado, sobre el 70% de los que había el año anterior. La mayoría de estos nuevos migrantes, tres cuartas partes de ellos, provienen de tres países: Colombia, Venezuela y Argentina.