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Instrumentos de la paz

Por Marcos Buvinic Domingo 22 de Enero del 2023

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Acá, en la antes tranquila Punta Arenas, estamos -unos más, otros menos- impresionados y alarmados por los hechos de violencia y asesinatos que han ocurrido en la ciudad. Son niveles de violencia que eran desconocidos en nuestra convivencia ciudadana.

Cuando a través de las noticias nos asomamos a lo que ocurre en el resto del país, el panorama es desolador. No quiero abundar aquí en hechos, datos y situaciones que todos conocemos y que crean un ambiente tenso, cargado de violencia y de inseguridad para toda la gente que quiere vivir en paz, trabajar, y ser personas de bien para sus familias y la sociedad

Las conductas violentas y delictuales, de todo tipo, han ido ganando espacio y normalizándose, apoderándose de la vida y convivencia ciudadana y, según el parecer de muchos, gozando de impunidad. Es la violencia de los delincuentes y narcotraficantes, la violencia de los que cometen actos terroristas con propósitos políticos, la violencia intrafamiliar y la tragedia de los femicidios; además, la violencia en el lenguaje y en el trato entre las personas: agredir, burlarse, ningunear, ofender, y otras expresiones de la agresividad de cada día y la inseguridad de cada día. 

¿Qué nos ha pasado como sociedad? ¿Cómo es que el valor de la vida humana se perdió al punto que, en un mercado misterioso, se puede negociar el precio de un sicario para matar a una persona? ¿Dónde quedó el respeto a la dignidad de las personas y a las formas de un buen vivir y convivir?

Por cierto, las causas son múltiples y diversas, y se entrecruzan unas con otras. Son muchas cosas que han pasado y siguen pasando. Los expertos discuten cómo y por dónde abordar el problema de la violencia que está matando el alma de nuestro pueblo, pero no es un asunto de fácil y rápida resolución. Las autoridades buscan darle seguridad a la gente, porque en el país así no se puede vivir ni trabajar, pero no se ven avances significativos. Las policías hacen lo que pueden, mientras esperan tener más personal, más medios y atribuciones para actuar más eficazmente. Pero, mientras tanto, mucha gente vive atemorizada y esa inseguridad también genera formas agresivas de defensa.

No cabe duda que las autoridades y todas las personas e instituciones que tienen responsabilidad en la vida de la sociedad seguirán buscando los medios para dar seguridad a la población, pero también usted y yo, la gente común y corriente, podemos hacer mucho. Todos podemos y debemos poner el respeto a las demás personas, a cada persona, como una clave fundamental de la convivencia. Todos podemos y debemos cuidar y vigilar nuestros propios niveles de agresividad o de violencia con que nos relacionamos en la vida cotidiana. Todos podemos y debemos cuidar el modo en que nos relacionamos en la familia y el modo en que enfrentamos y resolvemos los conflictos familiares. Todos podemos ser corteses con las demás personas. Todos podemos colaborar en bajar los niveles de violencia y agresividad en nuestra vida de cada día, y para los que somos cristianos resuenan en nuestra mente y corazón las palabras del Señor Jesús: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”.

Hace 800 años vivió un hombre que fue un ejemplar trabajador de la paz en la sociedad que le tocó vivir, me refiero a san Francisco de Asís. A él se atribuye una oración que, si usted es creyente, le invito a leer y hacerla suya para -con la gracia de Dios- vivir de ese modo; y si usted no es creyente, también le invito a leerla apelando a lo mejor de su conciencia para vivir de ese modo.

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

Que donde hay odio, yo ponga el amor.

Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.

Que donde hay discordia, yo ponga la unión.

Que donde hay error, yo ponga la verdad.

Que donde hay duda, yo ponga la fe.

Que donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.

Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz.

Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Maestro, que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar,

ser comprendido, sino comprender,

ser amado, sino amar.

Porque dando se recibe,

olvidando se encuentra,

perdonando, se es perdonado,

muriendo, se resucita a la vida eterna”.