El adulto mayor… o Tercera Edad
Me parece que fue La Rochefoucauld quien aseveró que en la vejez uno se consuela dando buenos y sanos consejos ante la incapacidad de dar malos ejemplos. Irónico el hombre…pues en ello hay un buen porcentaje de verdad.
Es cierto que al llegar a esa edad de adulto mayor (eufemismo con que en Chile negamos la posibilidad de decir las cosas de frentón) se adquiere mayor tolerancia, hay más ponderación y un temple que no se arredra ante nada ni nadie. Aún así, creo que cuando llegue a viejo (me falta poco) cambiaré todos esos atributos con tal de ser un tipo de 37 años…aunque sea por un par de meses.
Seamos francos. No entiendo tanta loa y juicio apologístico a la vejez. Me acuerdo aún del cantante Alan Lerner cuando clamaba en una balada: I’m glad I’m not young anymore (me alegro de haber dejado de ser joven). No entiendo. Una cosa es aceptar el peso y paso de los años y otra andar rindiendo honores a una edad en donde el local más visitado pasa a ser la farmacia y se disfruta más con un chal en las piernas que con una voluptuosa mujer al lado.
¿Cómo va a ser dichosa esa edad en que uno tiene más pasado que futuro? Como si fuera poco, hay que admitir que después de los 70 si usted se despierta sin dolores…es señal inequívoca de que está muerto.
Yo me imagino como maldita esa edad en que todo te duele.
Y lo que no te duele, no funciona.
Bueno, ya…lo acepto. No todo es malo en esta etapa llamada vejez. Al menos no es contagiosa. Además, como dijo un sabio, envejecer es la única manera de poder vivir harto tiempo.
La filosofía adquiere un valor inconmensurable en esta etapa de la vida. En tal sentido, deberé aprender mucho de mi tío Ramón. Cuando cumplió los 80 años, el hermano de mi padre me confesó que leía la revista Play Boy por la misma razón que leía el Nathional Geographic: “con el propósito de ver todo lo que soy demasiado viejo para visitar”.
Lo peor de una edad avanzada son los malditos riesgos. Ya pasados los 70 años -por ejemplo- hacer el amor suele ser tan peligroso como un tiroteo adentro de un ascensor.
Mi amigo Guillermo Bruna argumenta que llegar a la edad longeva tiene su lado positivo. Por lo menos, uno puede silbar mientras se lava los dientes.
Aunque me falta para llegar a eso que eufemísticamente llaman Tercera Edad, soy un convencido de que uno empieza a ponerse viejo cuando los CDs que nos gustan no están en el mostrador de la disquería, sino más bien en la bodega.
Además, esos CDs nunca cuestan más de 2 mil pesos cada uno.
Cruelmente cierto.
En cierta ocasión mi sobrino me encargó un CD de Mon Laferte. Aprovechando la ida a la Feria del Disco (aún existe) solicité uno del ídolo de mis tiempos, Cat Stevens. La dependienta me miró con cierta compasión y me dijo:
-Si lleva tres CDs de Mont Laferte, el de Cat Stevens se lo lleva gratis.
Hasta los ídolos de mis tiempos sufren de depreciación acelerada.