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Celebrar la Pascua en medio de las crisis que vivimos

Por Marcos Buvinic Domingo 9 de Abril del 2023

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Hay un consenso que ya nadie discute, y es que estamos viviendo un tiempo de profundas crisis que atraviesan la vida de todas las personas, de la sociedad en su conjunto y sus instituciones, y de la humanidad entera.

Todavía estamos sumidos en la crisis sanitaria de la post pandemia, y la crisis económica nos aprieta a todos, y siempre aprieta más a los pobres y desprotegidos; la crisis de las diversas instituciones de la sociedad, que no aciertan a ponerse de pie; la crisis de la inseguridad en que vivimos por la delincuencia que impone su violencia, la crisis ecológica y los efectos del cambio climático, la crisis ética y la pérdida de valores que han modelado nuestra convivencia, la crisis del sistema educacional que parece no acabar ni encontrar caminos para formar personas que sean buenos ciudadanos, las crisis familiares que dejan heridas profundas en tantas personas y, la larga lista de las crisis personales que todos llevamos a cuestas.

La pregunta que surge para los creyentes es, sin duda, ¿qué significa celebrar la Pascua, el triunfo del Señor Jesús resucitado, en medio de este sombrío panorama? Y también es, de otros modos, la pregunta de quienes no tienen el don de la fe, pero se interrogan hacia dónde volver la mirada, dónde encontrar una luz de esperanza para seguir caminando.  

La celebración de la Pascua del Señor Resucitado es, precisamente, la memoria viva de una crisis profunda, tan profunda que significó la muerte violenta del Señor Jesús. Por eso, la primera buena noticia que nos trae la celebración de la Pascua es que la maldad de la que somos capaces los seres humanos y aún la muerte, no tienen la última palabra; la última palabra ante la muerte violenta de Jesús y la última palabra en la historia humana, y -por cierto- en las crisis que nosotros vivimos, pertenece a Dios, y la palabra que El pronuncia siempre es una palabra de Vida.

La resurrección del Señor Jesús no es sólo una celebración litúrgica. Es, sobre todo, la manifestación de la presencia amorosa de Dios, que nos salva de toda la oscuridad del mal que nos acecha -es lo que en el lenguaje bíblico se llama pecado- y de la muerte. La celebración de la Pascua es, pues, la fiesta gozosa y esperanzada de que Dios está presente y actuando en medio de todas las crisis y dramas de nuestro mundo. Así, a pesar que a veces no podamos percibirlo con claridad, Dios conduce nuestra vida y nuestra historia hacia la plenitud para la que fuimos creados; nos conduce hacia El, y la resurrección del Crucificado es el sello definitivo de Dios a todos los dramas de la historia humana. 

Creer en la resurrección del Señor Jesús es aceptar lo que parece humanamente imposible como programa de vida, es descubrir que lo parece imposible forma parte de lo real, y eso significa no resignarse a que el mundo siga adelante de la misma manera y reproduciendo impunemente el drama humano del pecado. Lo que ocurre es que el Señor Jesús, con su muerte y resurrección, viene a alterar profundamente la vida de las personas, viene a cambiarlo todo, con su Espíritu viene a hacer nuevas todas las cosas. 

Creer que Dios tiene siempre la última palabra significa creer esperanzadamente que allí donde la maldad siembra destrucción y muerte, Dios pone vida; es creer que lo que parece humanamente imposible forma parte de lo real; es creer que en una vida como la del Señor Jesús, entregada en solidaridad para que todos los hijos de Dios sean dignificados, se manifiesta el poder de Dios; es creer que Dios se juega entero por todos los crucificados de la historia.

En esta mañana de Pascua la tumba del Señor Jesús está vacía, pero llena del Espíritu de Dios que llama a todas las personas a vivir en la esperanza, porque El está presente en nuestro mundo y actuando en medio de nuestras crisis, que siempre son una ocasión para algo nuevo y mejor.

Para todos y todas, ¡una feliz, gozosa y esperanzada, Pascua de Resurrección!

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