Necrológicas

La Democracia ha muerto. ¡Que viva la Democracia!

Por Hernán Rocha Domingo 9 de Abril del 2023

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Naomi Klein. Alguien que quizás hemos olvidado tuvo la certeza de intuir que, si algo había que reformar en un país, esto sólo se podía dar en un estado de convulsión social, o que algún drama había ocurrido en esa sociedad que hacía que las personas marcharan al ritmo de un personaje que detente el poder absoluto. Es decir, la salida era la sumisión política, social y cultural de las personas, y los ejemplos están a la vista: en 1975, fue posible el mayor cambio político-social-económico de la historia de Chile, a través de “bandos” emitidos por la Dictadura cívico-militar, con máscara de ley y sus derivados.

Hoy, la Reforma Tributaria que presenta el actual Gobierno (no de facto, sino elegido) establece entre otros cambios modificar los tramos medios y alto de los impuestos personales, Impuesto Global Complementario (IGC) e Impuesto Unico de Segunda Categoría, partiendo por el tramo número cinco que grava a las personas con ingresos mensuales superior a 70 Uta (más de 4 millones de pesos). ¿Cuántos tienen ese ingreso en Chile? El sueldo promedio en el 2021 es de $680.000. 

Se establece un impuesto a las rentas del capital de 22% aplicado sobre los dividendos o retiros efectuados desde una empresa y respecto a las ganancias de capital en instrumentos bursátiles, la tasa del impuesto de primera categoría se reduce de 27% a 25%, y se establece una Tasa de Desarrollo a las empresas de 2% de sus utilidades. Otros cambios diferentes, pero necesarios son que la renta presunta  tendrá una reducción significativa, permitiendo que sólo accedan contribuyentes que califican como micro empresarios, pues era hora que de alguna manera desaparezca el concepto de renta presunta e igualemos la cancha empresarial. También el proyecto de ley considera modificaciones a normas especiales de control, para mejorar el combate a la elusión y evasión. 

En fin, la reforma compleja, por cierto, ¿será entendida por el Congreso?

Ninguna posibilidad. Nuestro sistema democrático alabado por algunos tiene la mayor de las dificultados por las cuales la inteligencia se puede encontrar con iletrados y payasos. 

De esta forma, ¿Ud. cree que alguno de estos señores congresistas entendió la reforma?, ¿Cree que alguno la leyó?, ¿Cree que alguno que, por una mera casualidad la leyó, la entendió? Evidentemente, la respuesta está a la vista, fue rechazada porque tenía que ser rechazada. Fue rechazada, además, porque no entendían, porque no sabían, porque dentro de sus mentes no existe la capacidad de entender, aportar para modificar y, finalmente, definir para el bien de la sociedad. Fue rechazada porque la preocupación principal de los congresistas es ofender a sus propios colegas por su discapacidad, hacer mofa de la institución Presidencial, mentir como enseñó Goebbels porque algo queda, participar en la farándula matinal que es donde se trasladó la “discusión” política, colaborar con los medios en una sensación catastrófica y así otras tareas que se han autoimpuesto.

En este escenario, entonces, con una democracia fallida y al límite del colapso, parece que nunca avanzaremos en los cambios necesarios si no ocurre la hipótesis ya probada de Naomi Klein, es decir, una crisis de grandes consecuencias sociales. 

Pero existe una salida y ésta queda en manos nuestras como ciudadanía: recuperar la democracia, lo que implica esforzarnos por seleccionar legisladores que tengan un mínimo de conciencia social, preparados en política pública y que, a la vista, tengan un comportamiento serio, propio de un legislador, evitando la elección de aquellos que ya hemos mencionado y han socavado nuestra democracia pues ella, en palabras de Winston Churchill: “Es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado.”

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