Necrológicas

Gabriela Mistral cristiana, pero no católica

Jueves 20 de Abril del 2023

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Los primeros años resultan gravitantes en la vida de las personas, las creencias transmitidas sin cuestionamientos en la mayoría de las veces son tomadas como dogmas. Sin embargo, en Mistral estamos frente a una mujer de un intelecto privilegiado quien no fue presa de este conductismo y pudo tempranamente escuchar de labios de su abuela paterna Isabel Villanueva los salmos de David y el cantar de los Cantares sin que eso la limitara para conocer otras creencias y tomar algunas posturas frente a ellas.

Para entender las ideas religiosas de Gabriela Mistral es necesario conocer las etapas que vivió, su origen humilde y pueblerino, su sed de conocimiento que la llevó a interiorizarse en materia religiosa, lo que sin duda, tiene un gran significado porque estamos refiriéndonos a una persona conocedora de otras creencias religiosas.

Nació en el Norte Chico de Chile, su madre Petronila Alcayaga, pasó algunas peripecias para dar a luz, viajando desde La Unión a Vicuña, un pueblo poco más grande de donde vivían sus padres. Gabriela Mistral nació el 7 de abril de 1889 y fue bautizada como Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga.

Creció en un pueblo, alejado de las grandes ciudades, en una época en que las mujeres eran discriminadas, de origen humilde en donde su madre estaba preocupada por el sustento diario de la familia. A esto se sumaba, un padre ausente, un profesor que cultivaba las letras, no siendo el mejor ejemplo, no obstante, le entregó esa llama que pudo encender su espíritu intelectual. Tuvo en la abuela paterna, Isabel Villanueva, la ayuda para poder iniciarse en la lectura de la Biblia y despertar en ella curiosidad por la vida. Fue quizás el primer paso de formación intelectual para aquella niña pueblerina, humilde, con poco porvenir, en un medio que la enterraba más que la erguía. Pero el genio se iba formando de a poco y esos obstáculos fueron dificultades que tendría que ir venciendo durante su agitada vida en Chile y en el extranjero. El poblado en donde transcurrió su niñez y adolescencia estaba enclavado entre montañas, de hermosos atardeceres, que retenían aquellas pupilas de esa niña ávida de ilusiones, que la transportaban a otros lugares, lejos de esa tierra que la vio nacer y que al paso de los años sólo el recuerdo traía esos bellos momentos de inocente niñez.

Hoy no es posible comprenderla sino como una peregrina ansiosa de cosechar lo óptimo de las religiones, sin distingo alguno, pero incapaz de hallar en esa mezcla superior la paz y la alegría que tanto le faltaban. Lo cierto es que en el transcurso de su vida nunca estuvo asentada definitivamente en un lugar, sus constantes viajes, el conocer lugares y personas la llevaron siempre a ser una invitada, estuvo en muchos países y cuando llegaba a Chile también su permanencia era corta. Sabía que era fugaz y que debía irse sin antes formarse una idea de lo que estaba sucediendo en un país al cual quiso mucho pero que estuvo siempre en deuda con ella.

El franciscanismo fue la última fase de la heterodoxia mistraliana. Este vuelco de su pensamiento religioso corresponde a su estadía en México 1922-25 en que fue contratada por el gobierno azteca. En su primer viaje a Europa se había hecho hermana tercera de San Francisco.  Este cambio fue originado por su amistad con su amiga y secretaria Palma Guillén, quien socavó su budismo y afianzó en ella el carisma del santo de Asís.

En sus momentos tristes y de felicidad la religión, la fe, la Biblia la acompañan. Cuando se entera que le habían concedido el Premio Nobel invocó a Jesucristo: “Estaba sola en Petrópolis, en mi cuarto  de hotel, escuchando en la radio las noticias de Palestina. Después de breve pausa la emisora, se hizo el anuncio que me aturdió y que no esperaba.  Caí de rodillas frente al crucifijo de mi madre, que siempre me acompaña, y bañada en lágrimas oré ¡Jesucristo, haz merecedora de tan lauro a esta humilde hija! Pero en esa época vivía la espantosa tragedia de mi Yin y estaba al margen de la vida.  Todo me era indiferente”. Aun eso… “Y ante la muerte de su sobrino Yin Yin recurre con su voz desgarradora a Dios”.

Ajena a las obligaciones litúrgicas, hablaba con plena libertad aún diciendo que podía ser anticatólica porque los padres de la Orden de San Francisco aceptaban que lo sea pero también se excusaba diciendo que no iba a misa por su salud. Fue budista por más de 20 años, creía en el karma de los orientales pero que había evolucionado.  Expresaba que era cristiana pero que tenía una concepción muy personal sobre la religión, que no era dogmática y que le hablaba a Dios a su manera. “El cristianismo tiene ventajas espirituales. La fe es algo más grande que ellos mismos, que nosotros mismos, Matilde. Vivimos de esperanzas y deseos y quisiéramos estar de acuerdo ante Dios… A mí me gustan las hechicerías y no las liturgias (broma) – Me enfrían las pompas. No obstante, no se trata de hablar más, podemos agregar que el sello judío no se borra fácilmente ni se borrará del espíritu occidental. La fe es maravillosa, envidiable. Serena y acepta, cobra y restituye”.

Era cristiana, pero no era católica y menos apostólica o romana. Era cristiana por el amor de los humildes, por el recuerdo del Sermón de la montaña, por la fraternidad universal. Creía a su manera en Dios y creía poco en los milagros de la revelación y enlazaba con una misma simpatía los desvaríos de los iluminados teológicos. Creía en la reencarnación, miraba a los obispos, al Papa como seres corrientes, inciertos y tímidos. Sostenía que en una vida pasada había sido mala y por eso estaba pagando las deudas en esta vida. Era por lo tanto cristiana pero no católica.

El Sermón de la Montaña nos inspira a querer llegar al reino de Dios ya que nos muestra un lugar lleno de amor y perdón. Las enseñanzas de este evangelio nos hacen ser mejores personas y nos enseñan que ser humildes y pobres de espíritu son dos cualidades esenciales. Pobre de espíritu es quien sabe que está arruinado espiritualmente cuando estamos sin Dios.

Bibliografía

– Gabriela Mistral, Rebelde Magnífica. Matilde Ladrón de Guevara. 

– Gabriela Mistral Pública y Secreta. Volodia Teitelboin.

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