Juegos y entretenciones de los menores en los inicios del barrio 18 de Septiembre
Teníamos un amplio espacio para jugar, campo para recorrer, frutillas silvestres y calafate para degustar, río para mojarnos en verano, amplia laguna para andar en trineo en invierno, veredas de tierra para marcar las canchas y jugar a las bolitas y al trompo los varones y al tejo las mujeres, no teníamos el riesgo de los automóviles para jugar al centro de la calle.
Por otra parte, continuaban llegando niños al sector con los cuales crecimos, compartimos nuestras diversiones y juegos hasta llegar a ser personas adultas.
Nuestras entretenciones eran principalmente jugar al fútbol con pelotas de goma o de trapo cuando se rompía la de goma, también jugábamos con pelotas con bladi, el cual se colocaba dentro de un casco de cuero, se inflaba con un bombín de bicicleta y se amarraba con unas cintas de cuero por el exterior y ¡ay! el que le llegaba en la cara la parte de las amarras de cuero…!
Otro de nuestros juegos era equilibrar un aro metálico, que se llamaba el “zuncho”, con una guía de alambre, también jugábamos con palitroques, con camiones de maderas que lo cargábamos con tierra y con algunos desteñidos soldados de plomo.
Jugábamos a las bolitas las cuales eran de yeso y de vidrio, a estas últimas le llamábamos de “universo” y habían unas chiquititas que se llamaban “pilonguitos”. Con las bolitas se jugaba al hoyito, que consistía en desplazar las bolitas empujándolo con los dedos índice y pulgar previo a una cuarta para avanzar y embocar, para ello las canchas estaban marcadas en la veredas frente a las casa donde habían niños; Con las bolitas también se jugaba a “troya” la que consistía en que cada jugador colocaba un número igual de bolitas dentro de un círculo marcado en la tierra y con una bolita debía sacar el máximo de bolitas del círculo, en este juego había que tener cuidado porque a veces pasaban los niños más grandes y hacían el “plantón” llevándose las bolitas de la troya.
Trompo y “guaraca”
También como entretención teníamos el jugar con el trompo al que se le enrollaba una cuerda llamada “guaraca”… En una cancha entre dos líneas previamente marcadas se trataba de hacer avanzar una moneda a una tapita de botella de bebida que le llamábamos carrozas con el trompo girando en la mano. Cuando se lograba empujar la moneda o la carroza en la partida del trompo se llamaba “guaraca medida” y cuando la púa estaba bien centrada se decía que el trompo estaba sedita.
Para qué vamos a contar las condiciones en que quedaban las manos y las rodillas de los pantalones, ya que en estos juegos el campo de acción eran las polvorientas veredas de la población.
En verano, nuestras entretenciones eran: jugar a los cowboys en el faldeo del río de la Mano con pistolas de quijadas de animales, también elevamos “cacarúchas” que era un semi cono de papel que se le colocaba una tira de trapo o cola en la parte inferior y con dos tirantes se elevaba con el viento.
Calafate y frutilla
También en esta temporada salíamos a buscar calafates y frutillas por los alrededores y retornábamos a la casa con la ropa todo cochina, embarrados, con las manos todas rasmilladas por las espinas, la boca toda manchada con algunos calafates y frutillas de muestras.
Por otra parte fabricábamos hondas con elástico un trozo de cuero y un palo o alambre en forma de Y, con las que formábamos patrullas para salir a cazar pajaritos. ¡… jamás cazamos uno…!, pero era entretenido tratar de acertarle.
La hora de recogerse
Al menos en mi casa, la hora máxima de estar jugando afuera era a las 19,30 horas, después venía el baño en la tina de madera o bañera de fierro galvanizado, a comer y a acostarse alrededor de las 20 horas, en verano con el sol arriba, tratando de quedarse dormido. Si llegabas tarde después de la hora estipulada, no había permiso para salir el día siguiente, eran las normas de la casa y había que respetarlas, de lo contrario entraba en servicio “San Marín”.
Hacia la laguna Lynch
Cuando salíamos a buscar frutillas con personas adultas y previo permiso de los padres, caminábamos hacia el cerro y llegábamos hasta la laguna Lynch. Para esa expedición había que llevar tarros más grandes o baldes, además de su cocaví, jarro, cuchara y tenedor para sacar las frutillas en los grandes manchones existentes, que permitían llenar los tarros o baldes rápidamente.
A mitad de jornada se descansaba se comían algunas frutillas y calafates, se hacía fuego para hervir agua y tomar café. En esos tiempos no existía el café instantáneo, se hervía el agua en un tarro, se le colocaba café en grano molido y luego se le introducía una brasa al rojo en su interior, era el llamado “café carretero”. Pasado más de cincuenta años todavía recuerdo el aroma y el sabor de dicho café, acompañado de las marraquetas de pan con mantequilla y los huevos duros con sal.
El retorno era cansador, dado que había que bajar con los tarros o baldes llenos, además que casi siempre había que turnarse para traer cargado un quiltro que se unía a la expedición y no podía caminar porque estaba lleno de cadillos. Con la cosecha obtenida la mamá las limpiaba, las lavaba, lo mezclaba con azúcar y lo cocinaba, resultado un delicioso “jam”, así se le llamaba a la mermelada.
La mancha y el escondido
Otras de las entretenciones de verano era jugar a la mancha, el “escondido”, juego difícil para el que le tocaba contar dado a la inmensidad de lugares que había para esconderse, los del equipo con jugadores de una calle se unían la calle 1 con 2 y la calle 3 con la 4. Casi siempre ganaba el equipo de la calle 3, ya que era la calle donde habían más niños, que fueron más adelante los fundadores del Club 18 de Septiembre. Por otra parte, un grupo de jóvenes que bordeaban los 20 años se juntaba en las esquinas para fumar, a escondidas de sus padres, dejando un vigilante para avisar la pasada de algún papá o mamá.
En tanto, las niñas se entretenían jugando a las muñecas de trapo, a las casitas, a preparar comida, hacer pan con agua y barro, saltar la cuerda, además se divertían jugando a las naciones con pelotas de goma o de trapo, la ronda de San Miguel, las naciones.
Juego del tejo o luche
Pero su mayor entretención era jugar al “tejo” y al “luche” que consistía en desplazar un tejo, que era una caja de betún con arena y saltando con un pie hacer avanzar el tejo en los distintos casilleros previamente marcados. El tejo se lanzaba de espalda y debía caer en un arco llamado cielo.
En las veredas frente a las casas que habían niñas estaban marcadas las canchas de tejos, además las chicas jugaban a la ronda, saltar la cuerda, jugar a la gallinita ciega y al “cáñamo” que consistía en hacer figuras con un cáñamo entrelazando los dedos de las manos.
Por su parte los mayores y adultos se entretenían jugando a “crack” en calle 5 Oeste con 3 Sur y apostando billetes de 5, 10, 50 y hasta de los colorado de 100 pesos. Como se trataba de un juego de azar prohibido colocaban un “loro” o “sapo” que gritaba ¡LA PERRERA! …cuando aparecía en calle Pérez de Arce la patrulla de Carabineros, recogían su plata y desaparecían hasta que los policías terminaban su ronda.
La llegada de la nieve
En temporada invernal que en esa época comenzaba en el mes de abril, nuestra entretención era hacer grandes bolas de nieve, hasta que no lo podíamos mover.
Dado que, nevaba bastante pasaba la motoniveladora despejando las calles, por su parte los vecinos limpiaban sus veredas lo que hacía que se acumule gran cantidad de nieve entre la calle y la vereda.
Esto nos permitía hacer túneles que cruzabamos con nuestros trineos, a los cuales le poníamos un tarro con una vela para iluminar las partes más oscuras del túnel. Algunos papás derribaban los túneles porque resultaban peligrosos cuando comenzaba a derretirse la nieve.
Además nos desplazábamos con nuestros trineos y afilados palillos por toda la población. Se hacían competencias de figuras con el trineo y carreras en la laguna que se formaba en la cancha de fútbol.
Otro lugar donde nos deslizábamos por largas horas en los trineos era la gran “Laguna Mantecón” que estaba ubicada un poco más arriba de la calle Independencia y hacia arriba hasta la actual población Boric en la actual calle Martínez de Aldunate.
El pilón del agua,
centro de reunión
En esa época también se congelaba el pilón de agua y los vecinos hacían fuego alrededor para proceder a descongelarlo. El pilón era el centro de reunión del vecindario, donde se sabían todas las novedades y copuchas de la población; la gente hacía fila o cola para esperar su turno de llenado de sus baldes y tarros para abastecerse de agua por el día. Había un señor que tenía un negocio en la calle 3 que aparecía cada cierto tiempo para abastecerse de agua, llegaba con una camioneta Jeep doble tracción y se estacionaba en el barrial que había y muy cerca de la cañería y sin ningún respeto con la fila que estaba formada conectaba una manguera y procedía a llenar dos tambores de 200 litros cada uno que portaba en la camada de su camioneta y el resto de la gente tenía que esperar humildemente que él llene sus tambores para poder seguir abasteciéndose.
Sectores vedados
El lugar que teníamos estrictamente prohibido era el sector de calle 4 o Gaspar Marín al sur, por ese lado existían tres situaciones de peligro: primero había una cantera donde los camiones sacaban ripio en las capas inferiores y las superiores quedaban colgando con el peligro de derrumbe. A esta cantera nosotros le llamábamos “la posa” y estaba ubicada en la actual calle Mateo de Toro y Zambrano entre Camilo Henríquez y Enrique Rosales.
El segundo peligro era que existía un sector de pozones pantanosos donde circulaban animales vacunos y caballos, además que nuestros padres para amedrentarnos nos contaban el cuento del “viejo del pantano” y que los caballos salvajes atacaban a los niños que se metían al pantano, además que los vacunos perseguían a las personas que vestían de rojo y el tercer, sí que era el peligro más terrible, dado que en ese sector el Regimiento Pudeto realizaba ejercicios de guerra, habían trincheras y restos de municiones y en una oportunidad un niño encontró una granada que lamentablemente reventó y le provocó la muerte. Todo esto no era más allá de la actual calle Aníbal Pinto, sector donde abundaban los calafates.
Idolos deportivos
y tardes de cine
Por otra parte mirábamos con admiración a nuestros vecinos campeones, Augusto Caucamán, campeón de ciclismo, Jorge La Paz brillante jinete de la hípica, Héctor Talma campeón de boxeo y más adelante a Mario Galindo, compañero de tantas pichangas.
Otra cosa que no era muy entretenida, pero divertida, era el acompañar a la mamá al cine Politeama, a la función de “Tanda” o “Vermut” a ver películas mexicanas de Pedro Infante, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz, Sara García, Tintan, Chicote, Cantinflas y otros.
En estas funciones en la primera parte se exhibían las sinopsis de las futuras películas, además de noticias del deporte nacional e internacional se exhibía el noticiario Emelco, que era un informativo de los principales y grandes sucesos ocurridos en Chile; como las noticias de TV hoy día.
En estas exhibiciones cabe recordar, que a más de un año de haberse efectuado, llegó a Punta Arenas la grabación del resumen del Mundial de Fútbol de 1962; Cosa que causó gran expectación en el público, de tal manera que hacían formar largas filas para adquirir las entradas. Las funciones como se dice, en términos artísticos era a “tablero vuelto”.
Además de lo anterior, en estas funciones en el intermedio había sorteo de boletos de entradas para futuras funciones o premios de la confitería del foyer. Con contorsionistas, bailarines u otros pequeños espectáculos, para atraer y entretener al público.
Fuente: Fortín del Estrecho. Artículo publicado en la edición Nº219.