Divorcio Gris
En los últimos días ha aparecido en algunos medios de comunicación el análisis de un fenómeno que ha llamado la atención: el divorcio gris, referido a las sepaciones de parejas que se encuentran en la tercera edad. Si bien las separaciones hace tiempo vienen aumentando, las estadísticas evidencian que las décadas con mayor frecuencia de casos se ubican en la etapa del adulto medio, es decir, entre los 30 y los 50 años. La insatisfacción de mantenerse con la misma persona que en un momento se eligió para un proyecto de vida lleva a tomar una decisión que, si bien presenta particularidades caso a caso, se cataloga como una de las crisis normativas que mayor aflicción representa para las personas.
A quienes sorprende esta realidad, principalmente expresan que no le encuentran mucho sentido separarse en la etapa de la vida en que proyectamos estar con él o la compañera con quién se ha forjado una historia en común, esperando pasar esta última etapa para prodigarse un cuidado mutuo, necesario al enfrentar una de las etapas con mayor vulnerabilidad de nuestro desarrollo.
Uno de los casos que más se recuerda de este tipo de situaciones fue la separación de los conocidos investigadores Master y Johnson, que se conocieron en la década de los 50, para que a principios de los 70 William Master se divorciara de su mujer y se casara con Virginia Johnson, separándose en 1993. El mundo se sorprendió que los científicos de mayor fama mundial en el funcionamiento sexual humano, que ayudaron a miles de parejas en el mundo para comprender su sexualidad y trabajar la compatibilidad en un ámbito tan importante, simplemente decidieran tomar caminos distintos en lo sentimental frizando los 70 años, aunque siguieron colaborando en sus planteamientos científicos. Todos quienes han estudiado su prolífico trabajo aún se preguntan cómo se produjo esta paradoja.
La verdad hay varios factores que podrían ayudarnos a comprender este fenómeno que, lejos de ser masivo, ha aumentado en las últimas décadas. Uno de ellos es el empoderamiento de la mujer, que en la mayoría de los casos toma esta decisión condicionada por una evaluación insatisfactoria de la vida al ver coartada su libertad y/o no recibir el respeto y consideración que merece. La resignación, dependencia económica, costumbre o el miedo a la soledad son superados para enfrentar con esperanza una emancipación que no está exenta de temores y prejuicios, pero que se adopta por la fuerte necesidad de reencontrarse consigo misma y replantear desde el bienestar esta nueva etapa.
Otro aspecto liberador para que la pareja tome esta decisión es la independencia de los hijos, especialmente en personas que pospusieron su rol de pareja por asumir el de padres. Es común escuchar la despersonalización hacia la contraparte, evaluando que sólo el desconocimiento les caracteriza, provocando un vacío difícil de revertir a esta altura. Resulta liberador a su vez que las presiones sociales y familiares, aunque se presenten, ya no importan tanto como en épocas anteriores.
Otro aspecto a considerar es que la expectativa de vida ha aumentado y en muchas personas su salud permite una mayor independencia y más años de vida funcional, lo que fomenta una mayor independencia. Algunas personas incluso encuentran una nueva pareja, con dinámicas distintas a los años mozos, pero con niveles de satisfacción muy beneficiosos si se logra una buena compatibilidad.
Estas, entre otras, son algunas consideraciones al respecto de un fenómeno relativamente incipiente que podría convertirse en tendencia. Por esto, la pareja que se encuentra especialmente en la etapa media de su convivencia, esa en que la rutina y las múltiples ocupaciones parecen ganarse un sitial de privilegio en sus dinámicas, relegando a la comunicación auténtica en pos de la funcionalidad de lo cotidiano, a replantear su presente y futuro, para reencontrarse antes que el tedio y la indiferencia conduzcan a una insatisfacción cuyo remedial sea esta separación gris.