Chile bipolar, Chile pendular, Chile reactivo
Eduardo Pino A.Psicólogo
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Como esta columna se publica cada quince días, aunque la noticia suene un tanto extemporánea, no puedo dejar de referirme a la votación de hace casi dos semanas, donde como lo advertían algunas encuestas, el péndulo se inclinaría hacia la Derecha. Pero más allá de las cifras que todos conocemos, el análisis más interesante integra factores sociológicos influidos por un fondo psicológico que sorprende a todos, inclusive a expertos.
De caracterizarnos por ser un país equilibrado, que durante años decidió entre quienes nos ofrecían caminos cercanos al centro con timones tendientes a desvíos con gradualidades controladas, la acumulación de diversos abusos por parte de la institucionalidad imperante llevó a un estallido cuyos orígenes se encuentran lejanos a la espontaneidad que muchos parecieran estratégicamente defender. Llegaba el tiempo de destapar la olla de lo que se coció a fuego lento pero constante, atizado por los intereses propios de sectores que esperaban su momento, pero también por la ambición y abusos de sectores que estaban convencidos que el elástico no se cortaría nunca. Hablar de slogans maqueteados y populistas como “no fueron 30 pesos, sino 30 años” resultaba tan poco lógico y alejado de la realidad como decir que todo estaba muy bien y el desarrollo que se estaba consiguiendo no dejaba efectos secundarios indeseados.
Pero la historia nos enseña que los tiempos refundacionales no se caracterizan por la prudencia, planificación ni claridad en el pensamiento, sino más bien por la proliferación de catarsis colectivas cuyo fondo emocional pareciera justificarlo todo en pos de un ideal, que por su propia naturaleza riñe con la realidad que finalmente se nos presenta o, en muchos casos, se nos viene encima. Lo acontecido hace un par de semanas no es producto del actual proceso, sino del desgaste provocado por la gran farra del proceso anterior, donde faltaron mentes frías y sobraron lenguas calientes, producto de varios factores que por separado resultaban indeseables, pero juntos fueron capaces de indigestar hasta al más dócil parroquiano. Como lo expresé en una columna pasada, era la gran oportunidad para mejorar nuestra sociedad, para fomentar la integración y el replanteamiento de un marco de convivencia más justo e inclusivo; pero se terminó transformando en una caricatura deforme que lejos de provocar risa, sólo nos recuerda que cuando la falta de inteligencia se junta con la altanería, nada bueno puede resultar.
Lo que no se esperaba es que el péndulo se radicalizara de manera tan clara al lado opuesto, como si recurriendo al polo contrario se quisiera olvidar el trauma que se ha pasado. En Psicología tiene su símil en el mecanismo defensivo llamado “formación reactiva”, en que la conducta del sujeto se presenta justamente de manera opuesta a lo reprimido inconscientemente. En un corto periodo pasamos de celebrar la tumba del neoliberalismo a querer aferrarnos al sistema producto de temores provocados por el peso de la realidad. Los que se demonizaron ayer hasta el punto de quererlos hacer desaparecer, hoy cuentan con la aprobación y respaldo de la ciudadanía ante la necesidad de volver a una tranquilidad arrebatada por el hervor social y aprovechada en la actualidad por quienes comprueban que pueden estar por sobre la ley. Lo ocurrido el domingo 7 fue un llamado ciudadano a conservar lo que es necesario para que nuestra sociedad no pierda su identidad, pues algunos nos vendieron refundaciones idealizadas que no tenían factibilidad alguna y rayaban en lo absurdo, en vez de haber aprovechado la gran oportunidad de optimizar nuestro país incluyendo a todos, en una farra sin precedentes que el tiempo se encargará de acrecentar y cada vez será más difícil explicarles a las futuras generaciones.
Como expresó nuestro Presidente: “ojalá que los ganadores no cometan los mismos errores que nosotros”, en una expresión de gran honestidad, pero que ojalá no se siga repitiendo, a menos que definitivamente nos acostumbremos a una bipolaridad permanente.