Necrológicas

La salud mental es muy importante

Por Marcos Buvinic Domingo 4 de Junio del 2023

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En Chile cada vez somos más conscientes, a veces de manera trágica, que la salud mental es importante”; con esta frase, el Presidente Boric se refirió al tema en su reciente cuenta pública, y anunció una significativa inversión para la creación de centros de salud mental. Es una buena noticia que, por el bien de todos, esperamos que se pueda materializar sin contratiempos.

Resulta que para la mayoría de las personas es algo obvio que -como dice el refrán- “la salud está primero”, porque se trata del cuidado de la vida como el bien primero y fundamental que nos permite el acceso a todos los otros bienes que Dios nos regala. Pero, tratándose de la salud mental parece que no ha sido tan evidente eso de que la salud está primero. Más bien, la salud mental ha sido como el pariente pobre, invisibilizada, convertida en tabú o negada.

Los datos sobre salud mental en nuestro país y -por cierto- en nuestra región son muy preocupantes en las diversas patologías: el estrés, los trastornos de ansiedad, la depresión, el alto consumo de psicofármacos, las dependencias de alcohol y drogas, y otros trastornos más graves que, en su conjunto, afectan a un cuarto de la población y empobrecen la calidad de vida de las personas y de su entorno. Para muestra un botón: el 17% de la población chilena mayor de 15 años tiene alguna forma de depresión significativa, y en el caso de las mujeres llega al 25%, lo cual es uno de los índices más altos del mundo. También, conocemos los altos costos que implica la gran cantidad de licencias médicas por estrés y depresión. 

Pero, a pesar que uno de cada cuatro chilenos sufre problemas en su salud mental, históricamente sólo se ha destinado el 2% del presupuesto de salud a este tema, mientras el promedio de otros países es el 6%. Parece que en el presupuesto que se ha destinado a la salud mental -como dice el refrán- “está mal pelado el chancho”.

Todos sabemos que el deterioro de la salud mental opaca la vida de las personas por el estrés, las paralizan en la depresión, afectan la percepción de la realidad en otros trastornos más graves, y pueden desencadenar dolorosos dramas como es el aumento del suicidio juvenil, que genera mucho dolor y perplejidad en su entorno, dejando una larga lista de preguntas sin respuestas, así como una viva conciencia de la fragilidad del ser humano cuando la vida misma parece perder su sentido.

Sin duda, todos queremos ser un pueblo que vive contento y con fuerza para enfrentar las adversidades y con capacidad de luchar por vivir mejor, pero ¿cómo es que -pareciera- nos hemos acostumbrado a vivir con problemas de salud mental que nos quitan la alegría de vivir, disminuyen nuestra energía ante la adversidad y limitan significativamente nuestra libertad?

El problema de la salud mental no es sólo un asunto de presupuesto económico, sino que es fundamental la formación de una cultura preventiva ante los factores de riesgo. Por ejemplo, no es coherente la búsqueda de salud mental cuando se normaliza el consumo de marihuana u otras drogas, o se busca su legalización con “fines recreativos”, como se dice; o cuando se incentiva el consumo de alcohol con relatos casi épicos del “carrete y el copete”, donde se consume alcohol -especialmente entre los jóvenes- hasta “borrarse”. 

Detrás de muchos de los problemas más frecuentes de salud mental, hay una carencia de sentido para vivir, potenciada por la afanosa búsqueda de bienestar económico, o la búsqueda de entretención a cualquier precio para matar el aburrimiento. El crecimiento económico no ha ido de la mano de un crecimiento en calidad humana, en valores, en motivaciones profundas que animen a vivir con alegría y capacidad de resiliencia. Es decir, hemos crecido, pero hemos crecido mal. Por ejemplo, hace 50 años uno de los grandes problemas de salud en el país era la desnutrición, pero hoy el problema es la obesidad; es decir, hemos crecido mal.

El crecimiento en los valores que humanizan, el crecimiento en el sentido religioso y espiritual, el cultivo de la belleza en el arte y en la belleza de pensar, el crecimiento en el sentido solidario y en la alegría de servir a otros, el aprendizaje del amor en la vida familiar, son elementos indispensables para un desarrollo integral y el sano crecimiento de las personas y de la sociedad. Por cierto, las situaciones vinculadas a la salud mental cubren un espectro más amplio que estas dimensiones de la vida, pero ellas son indispensables para cultivar la alegría de vivir la vida que Dios nos regaló: sin crecimiento espiritual no hay crecimiento humano ni hay alegría de vivir.