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Regresión conservadora y restauración neoliberal

Por Silvio Reyes Rolla Domingo 30 de Julio del 2023

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Intentando leer el periodo histórico que se vive, creo que responde al reflujo de una energía por superar un tipo de integración y relación social anclada en el mercado, que en la revuelta de octubre 19’ tuvo su momento más álgido. Y pienso que, a 2023, se está dando una regresión conservadora por ser una expresión reaccionaria al avance progresista, cuyas demandas y simbolismos estuvieron anclados a la izquierda y el mundo progresista de aquel entonces, quienes, sin conducir el proceso, dieron cauce institucional a través de un momento constituyente, sin darle una salida en términos de una agenda de reformas en el corto y mediano plazo. Y digo regresión por cuando a que la respuesta conservadora no es volver a un estado anterior a la crisis, sino retrotraer décadas los avances conseguidos.

Considerando el ciclo político desde octubre 2019, a septiembre 2022 y mayo 2023, me pregunto: ¿La continuación de la crisis, más institucionalizada que nunca, sigue respondiendo a la pregunta de si queremos menos mercado y más sociedad? En el plano de su materialización electoral y de correlaciones de fuerza, pareciera que no. La instalación de los “ultra” republicanos, tanto en el parlamento, y con mayor peso en el Consejo Constitucional, ha manifestado su animosidad y filosofía política hacia una involución, que llamo regresión conservadora, en el plano de lo cultural, de la valoración de la diferencia y la otredad, hasta en la pulsión criolla de un trasnochado control biopolítico. 

Cabe preguntarnos si la fuerza de su presencia responde al movimiento pendular de la crisis, que puede, por tanto, salir del lugar donde cayó actualmente, o si responde a subjetividades que se hacen cada vez más manifiestas, asentándose en algún tipo de necesidad histórica, es decir, la concreción de un grupo político que lidera una voluntad social que empieza a hacerse mayoritaria, y que nos podría llevar a una retrogradación de los valores sociales y democráticos, muchos de ellos reconocidos como mínimos civilizatorios.

La crisis al no verse resuelta en su lectura y cauce progresista abrió paso a que los mecanismos de hegemonía cultural neutralizados por la revuelta (principalmente los medios televisivos) despertaran en una versión más conservadora aún, reposicionando elementos culturales e identitarios históricos de la clase económica conservadora de Chile. Es decir, en palabras de José Bengoa, pienso que se ha reposicionado “la cultura de la prepotencia”, donde “el sentimiento aristocrático (…) hace sentir a sus descendientes dueños de la historia, de la memoria, de la identidad”, de un “nosotros duro que se arroga la representación de la nación”, en el que sigue estando un espíritu de “conquista y colonización” como estados mentales, donde “históricamente las élites fueron modernas en las cosas y conservadoras en las personas”, desarrollando así un “liberalismo señorial”.

La ultra derecha buscará constitucionalizar nociones societales que normalmente son debates o disputas por el sentido común en el plano de lo cultural y en el mejor de los casos legislativos, pero raramente constitucionales. Que esos debates queden anclados constitucionalmente hablará de la consolidación de un tipo de valores epocales de los cuales podría ser difícil salir, instalando una regresión conservadora hacia un tipo de sociedad que clausura la expresión democrática de la diversidad de sus comunidades.

El alma más a la izquierda del gobierno siempre mantuvo una crítica a la razón técnica y económica de la política del consenso neoliberal, pero hoy pareciera reproducirlo. Por el contrario, los discursos ultra de la derecha no han dejado de utilizar el discurso emotivo, vislumbrándose un horizonte agonista de la política, es decir, la construcción discursiva y emotiva de un tipo de sujeto cultural, un nosotros criollo y originario, reconfigurando las subjetividades. Ellos tienen adversarios claros. Desde la izquierda no hay adversario, sino razones técnicas que posibilitan crecimientos marginales en ciertas políticas públicas.

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