A favor o en contra
Este domingo iremos a votar, una vez más, acerca de un proyecto de nueva Constitución que se presenta a los ciudadanos. Probablemente, cada uno ya tiene una decisión de cómo votará en este plebiscito, a pesar que las encuestas hablaban de un alto porcentaje de indecisos. En lo que parecen estar de acuerdo los expertos electorales de uno y otro lado es que llegamos a este plebiscito con un gran cansancio de los ciudadanos y con una creciente polarización del país.
Pero no quiero referirme aquí a la votación del plebiscito de este domingo, sino a la lógica que implica estar a favor o en contra de algo que nos involucra a todos, y tener que estarlo sin los matices que expresan que la vida y la realidad no son en blanco o negro, y que en la vida son pocos los dilemas en que los seres humanos nos vemos enfrentados al todo o nada.
En efecto, cuando un asunto opinable se transforma, simplemente, en estar a favor o en contra, y con todo o nada, se produce una polarización que busca que cada uno se defina por una de las dos opciones, tensionando las posiciones hacia los extremos. Polarización que se ha acrecentado por la virulencia del lenguaje usado en la campaña, donde la amistad cívica parece un recuerdo de otros tiempos.
El problema de esta polarización es que no le hace bien a nadie, no le hace bien ni a la política ni a la economía, no le hace bien al espíritu de las personas, no le hace bien ni a la sociedad ni al país. Son bien conocidas las palabras del Señor Jesús que dice “todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina, y toda ciudad o familia dividida contra sí misma no permanecerá” (Mt 12,25).
A pesar de lo destructiva que es la polarización que vivimos y que nos impide enfrentar juntos, con la fuerza de todos, los problemas que nos afectan a todos, son muchos los actores políticos, de uno y otro lado, que parecen actuar apagando el fuego con bencina. Pareciera que, en la lógica y las prácticas de la mayoría de los actores políticos está en juego, simplemente, ganarle al adversario y sacar los réditos políticos de la coyuntura, y no parecen importar mucho los serios peligros que conlleva esta polarización.
Acabamos de conmemorar los cincuenta años del golpe de estado en Chile, y uno de los temas que se manifestó recurrentemente en las diversas lecturas de esos acontecimientos fue el alto grado de polarización que en esos años vivía en el país, polarización que desencadenó los hechos que hoy, la gran mayoría de la sociedad, lamenta y repudia. La memoria de esos acontecimientos, la responsabilidad de todos los ciudadanos y el sentido común -especialmente en los actores políticos-, deberían ser un llamado de atención ante la polarización que vivimos.
En los procesos de polarización hay un punto que es casi de no retorno, y es cuando los que piensan distinto o son adversarios pasan a ser vistos y tratados como enemigos; entonces, todo se juega en el triunfo sobre “los otros”, se oscurece la razón y ya no se busca la verdad porque se considera que se la posee, y -por cierto- los demás están muy equivocados. Ese es el punto en que la búsqueda del poder se transforma en la exclusión del otro.
Llegados a este punto, cualquier política se transforma en la búsqueda de autoafirmación a partir de la exclusión -cuando no de la eliminación- del otro. Entonces es cuando personajes de cuño tan distinto como Lenin o George Bush pueden decir más menos lo mismo: “cada hombre debe elegir entre nuestro lado o el otro lado”, decía Lenin en un discurso en noviembre de 1920; por su parte, George Bush, en septiembre de 2001, luego del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, dijo “o estás con nosotros o estás con los terroristas”.
Estoy cierto que somos muchos los que no queremos vivir en un país dividido entre “los buenos” y “los malos”, y tampoco se trata de invocar una neutralidad imposible, pues como señalaba el obispo sudafricano y Premio Nobel de la Paz (1984), Desmond Tutu: “Quien se declara neutral en conflictos humanos y morales escoge el lado de la opresión”.
Para terminar, lo dramático de esta situación polarizada es lo mucho que nos perdemos en poder enfrentar juntos los problemas que nos afectan a todos, lo mucho que nos perdemos en valorar a los que piensan distinto y enriquecen el conjunto, lo mucho que nos perdemos en la capacidad de caminar juntos como país y llegar lejos en el servicio a los que más necesitan del aporte de todos.