Las dos mitades
Ante el plebiscito y su resultado, los dos bandos cual más cual menos, tiende a enredar el resultado y su interpretación de modo que no aparezca que pierden mucho o mejor dicho, que si ganan los otros, que estos no ganen tanto. Pero de hacer la pega nadie se acuerda. Lo enredoso está asociado a nuestra idiosincrasia política nacional, a su concentración en pocos metros cuadrados metropolitanos o capitalinos. Lo que hace que el canibalismo político sea el que predomine en lugar de la resolución de los problemas reales que tiene el país. Otra cosa sería un país descentralizado efectivamente, quizás federal, donde los problemas reales de los territorios y la proyección estratégica del país sea la que impere y no el cuoteo político, la rencilla menor para apuntar a ganar un par de escaños o posiciones de poder. Mucha inteligencia junta para atender una política concentrada y maloliente que incluso puede llevar al país a un abismo del cual la única forma de salir puede resultar en un populista autoritario.
Al parecer se le acabó el vuelito a la política chilena que en sus tiempos de gloria logró cosas como el gobernar es educar o la Corfo en su estado original, hoy en día la interacción política destructiva, lo único que consigue es destrozar y disminuir cada vez más el prestigio de una actividad que debiera ser muy noble. El último intento, el de los partidos que representaron los jóvenes que llegaron al poder, abrigando tantas esperanzas en lo que venían a hacer, muy por el contrario se han transformado, algunos de ellos, en verdaderos ladrónzuelos de baja monta haciéndose de la institucionalidad del Estado para financiar sus caprichos y acciones políticas. Está más que claro, la concentración del poder y de toda la institucionalidad más importante así como de los recursos humanos destacados de un país, en una ciudad, pervierte y desvirtúa cualquier objetivo nacional. Creando de paso una sociedad crecientemente corrupta, como lo demuestran los últimos casos para defraudar al fisco y las prácticas profesionales cuasi delictuales, que se entretiene a tijeretazos entre sus miembros de distintos sectores, grupos o bandos, en lugar de hacerse cargo de gobernar adecuadamente el país. Con esta sociedad, mientras no cambie radicalmente, nunca tendremos un país, como la gente quiere y necesita. De continuar así, como lo dijimos hace muchos años con Los Federales, Chile es inviable.
Si uno mira los últimos cuatro años empeñados en este proceso constitucional, al final la constitución era lo que menos importaba, lo que se buscaba era imponerse en la pelea por el poder, los llevados de sus ideas imperan en nuestro país. Donde lo único que vale es derrotar al del frente en lugar de apostar por construir de manera conjunta. Mientras más duro es el golpe que se le puede asestar al contrincante, mejor para el objetivo propio.
Si vamos a seguir divididos políticamente en dos mitades como lo estamos desde hace 50 años o un poco más, ya viene siendo hora de que analicemos aquello, porque si se va a mantener esta condición de borde estructural restrictiva y seguimos “combatiendo” electoralmente como lo hemos estado haciendo, no llegaremos a ningún lado, más bien nos iremos al fondo de un pozo muy profundo. Si es así, busquémosle el lado positivo, veamos la parte llena del vaso reconociendo que si bien esto no es una condición ideal, sí queremos avanzar y progresar, por lo tanto, hay que encontrar los puntos en común, los mínimos que tengamos y empecemos a darle con todo y a desarrollar el país trabajando los aspectos en que sí estamos de acuerdo y nos hacen bien y, solitos después, veremos como todo lo demás se empieza a alinear y solucionar porque habremos aprendido a trabajar juntos en lo que realmente importa.