Catástrofes previsibles
El calor extremo, los huracanes, las inundaciones, los incendios forestales, las sequías, los terremotos, las tormentas de nieve o hielo y los tornados con catástrofes naturales que se pueden definir como un fenómeno natural que ocurren un área poblada, causando daños que superan con creces las posibilidades de respuesta de los ciudadanos y del Estado; normalmente y hasta hoy se les considera como imprevistos o situaciones de fuerza mayor, pero la dura realidad no está demostrando que, al menos los incendios forestales, el calor extremo y las sequías ya no presentan este carácter y ello obliga a considerar un trabajo sistemático, permanente y constante en su combate para la protección y el bienestar de la población.
En efecto, normalmente se considera que estos fenómenos de la naturaleza, presentan características de imprevisibilidad, ocurrencia aleatoria y ocasional, pero la experiencia de los últimos años ha demostrados que los incendios forestales se incrementan en estas épocas año a año, que el calor o la temperatura del ambiente va en alza año a año y que la sequía ya ha venido para quedarse en nuestro país. Del mismo modo podemos constatar que efectivamente el cambio climático es una realidad y en nuestra Región de Magallanes tenemos pruebas patentes de ello sólo con la constatación de la retirada de los glaciares, especialmente el Grey.
Por otra parte, las terribles consecuencias de estos eventos nos obligan año a año a efectuar esfuerzos estatales y sociales extraordinarios para paliar las nefastas consecuencia materiales de los daños y las pérdidas, especialmente respecto de las persona económicamente más débiles.
Finalmente, en cuanto a las pérdidas humanas, mejor ni hablar.
Es por ello que el Estado chileno y el actual Poder Ejecutivo debe considerar seriamente la creación de un ministerio o una entidad con rango ministerial que permita contar con presupuesto y facultades para gestionar estos desastres que son de común y periódica ocurrencia, para generar un sistema de protección y auxilio y, además, establecer un sistema de asistencia y reconstrucción que permita a los afectados reiniciar su vida en términos rápidos y efectivos, comprendiendo que nunca tendrán una posibilidad de ventaja o mejora a la situación actual frente a estas desgracias, pero sí que contarán con las herramientas para salir adelante en lo inmediato.
Estimo que la figura de un ministerio es la más adecuada, entidad que podrá además establecer una coordinación eficiente y directa con las unidades de gestión de riesgos de desastres con las municipalidades en el ámbito comunal y que permitirá, por medio de las secretarías regionales ministeriales, generar un trabajo coordinado, sostenido y planificado durante el año calendario para preparar las comunidades y territorios para estos desastres, caba vez, menos imprevistos. Por cierto, una unidad a nivel de la Subsecretaría de desarrollo regional, también puede generar una solución efectiva, pero el problema radica en que las tareas propias de dicha secretaría de Estado están dirigidas a la planificación el desarrollo y no a una gestión de desastres.
De cualquier modo, ya es momento de dejar de considerar a los incendios, las altas temperaturas estivales y la sequía, desastres naturales imprevisibles y extraordinarios, para entender que es momento de gestionarlos con recursos, planificación y sagacidad.