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Don Zenón Torrealba

Por Jorge Abasolo Jueves 15 de Febrero del 2024

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Al contrario de lo que muchos piensan, no fue Jaime Guzmán (Udi) el primer senador asesinado en el ejercicio de su cargo.

En una época en que ya ha pasado a ser común ver a parlamentarios haciendo noticias por razones de cohecho, soborno, peculado, asociación ilícita o corrupción, conviene refrescar un poco la memoria.

Pongamos la reversa en la historia.

Al interior de la Alianza Liberal, amalgama de partidos políticos que apoyaba al gobierno de don Arturo Alessandri Palma, existía una gran competencia por ser incluido en las listas de candidatos (como se pude constatar, la costumbre es de vieja data). El Partido Demócrata no era una excepción en esta reyerta, y la candidatura a senador por Santiago enardeció los ánimos. 

El hecho es que en la ciudad de Santiago ocupaba la senaturía don Zenón Torrealba Ilabaca, quien iba a la reelección. Pero, también aspiraba al cargo su correligionario don Luis Correa Ramírez, diputado por Santiago. La nominación estuvo lejos de ser amistosa, aunque se trataba de dos hombres de la misma colectividad política.

En otras palabras, la nominación fue motivo de muchos cabildeos en el seno del partido y dio lugar -incluso- a que se tuviera que designar un Tribunal de Honor para dirimir quien sería el candidato a senador.

Finalmente, se llevó a cabo una lucha interna, en la que resultó triunfante el señor Torrealba.

Se pensó que con este desenlace el problema había sido resuelto.

Sin embargo, no ocurrió así. El día 10 de septiembre, luego del almuerzo, el señor Correa abordó a don Zenón Torrealba en uno de los pasillos de la Cámara y le pidió que lo acompañara a un lugar retirado para poder conversar con calma. Todo esto sin demostrar agitación alguna. Con la urbanidad propia de un político fogueado, el senador Torrealba aceptó la invitación y entraron juntos a una de las salas de comisiones existentes en el tercer piso de la Cámara.

Súbitamente se escucharon dos detonaciones, a cuyo ruido acudió mucha gente, la que pudo presenciar un espectáculo dantesco: don Zenón Torrealba yacía tumbado en un sillón, con el cráneo destrozado por un balazo que lo había atravesado. En un sillón contiguo, en estado agónico, yacía el diputado don Luis Correa, quien, tras haber disparado contra su correligionario, se había suicidado de un tiro en la sien.

De inmediato se llamó a la Asistencia Pública y pronto llegó una ambulancia, pero ya todo era inútil. Torrealba estaba muerto y el segundo (Correa) falleció a los pocos minutos.

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