Juntos por la Educación
Hace tres años en una columna, escribíamos “Educación, divina tragedia”, sobre los cambios que debiera haber en la educación, y el que mientras estos no se hagan, no se podría progresar ni desarrollarnos como país. También constatábamos que, hace tantos años o décadas, “si no es ya un siglo, que se tiene el diagnóstico más que claro, en cuanto a la catastrófica educación que le estamos entregando a las generaciones futuras, así como de la importancia que tiene de hacerlo bien”. Especialmente a aquellos más vulnerables y más alejados del desarrollo y en los territorios más abandonados, que decir de las zonas de sacrificio. Todo esto, comentando lo que escribían en aquel entonces, los rectores, de las qué se dicen son las dos principales universidades de Chile. Agregábamos a renglón seguido, que sería bueno que la cortaran con seguir dándole vueltas al asunto, bastaba de diagnósticos y que, asumieran responsablemente, al igual que toda la elite profesional del ramo, el desafío en la acción concreta. De una vez por todas, puchas que sería bueno que se pusieran a trabajar con overol en las escuelas e incluso aportando los recursos que ellos mismos tienen, ya no hay tu tía.
El diagnóstico está más que claro y repetido hasta el cansancio ya viene siendo hora de que empecemos a trabajar en serio en los cambios e involucrarnos de verdad, no solo palabrear. El cargo de conciencia de las élites ilustradas y políticas de nuestro país debiera ser inconmensurable, basta de predicar diagnósticos y nunca hacer nada por los cambios. A lo mejor necesitamos un doctor Monckeberg cómo le fue con el medio litro de leche para superar los fallecimientos infantiles prematuros. En Educacion se busca algún mecenas o cluster de profesionales que den ese ancho y que por ahora, no se ven en lontananza.
Este país no se arregla a control remoto o a la distancia, se arregla metiendo las manos, en el buen sentido de la palabra y, los pies en el barro, para involucrarse a concho. Si queremos tener un país más justo, algo debiera empezar a hacer la elite y los hijos de ésta, no puro veranear y carretear en Pucón o Zapallar, si no muy por el contrario jugarse todo el año en, por y con las regiones y su gente, para juntos hacer desarrollo. Eso sería devolverle la mano al país, al cual, si bien siendo muy pocos, pero sí muy bien ubicados, lo han estrujado mucho.
Lo que describíamos hace tres años sigue plenamente válido y es una gran pena, que duele en el alma. Los rectores y académicos de las grandes universidades, los grandes profesionales de prestigiosos estudios, consultoras y de grandes y medianas empresas, deberían volver la mirada hacia regiones y sus villorios olvidados y trabajar por aquello, es la mística nueva que debiera imperar. Algo parecido a lo que hizo John Kennedy con el Cuerpo de Paz en los sesenta, cuando sacó pléyades de jóvenes profesionales norteamericanos a distintos países pobres del mundo a ayudar en su desarrollo. Personalmente me tocó conocer y convivir con varios de ellos, que llegaban a nuestra casa familiar en Concepción para compartir sus experiencias y encontrar la calidez de un hogar. El tremendo desafío educacional obliga a pasar a la acción y no quedarse solamente vegetando en el pantano. En cada región como Magallanes, hay ganas, gente, autoridades, instituciones y empresas dispuestas a jugarse Juntos por la Educación, vamos adelante.