Vivir apasionadamente
Esta semana todos hemos quedado impactados por los hechos de corrupción del responsable de una de las policías del país, en colusión con un importante abogado del que ya se habían conocido algunas de sus sinvergüenzuras. Todavía falta por ver qué más se irá conociendo de estas siniestras redes corruptas que van destruyendo las instituciones del país, que se aprovechan de los dineros de todos y que procuran pasar por buenos y honestos ciudadanos.
¿Qué buscan, que pretenden? La verdad es que no podemos conocer sus más ocultas intenciones, pero lo que salta a la vista es que están apasionados por usar el poder en función del dinero y el bienestar, sin pensar en los demás; claramente, eso se ha vuelto en la pasión dominante de sus vidas, pasando por alto cualquier compromiso de servicio público y cualquier sentido de la justicia y de la honestidad personal y del bien común.
Todo esto está ocurriendo cuando hoy, los cristianos iniciamos la celebración de la llamada “Semana Santa”. Hoy es el llamado “Domingo de Ramos”, que recuerda la entrada del Señor Jesús a Jerusalén para la confrontación final con sus adversarios, para allí vivir una apasionada entrega de amor y, como Hijo de Dios, derrotar a los principales enemigos de la felicidad humana, que son el pecado y la muerte.
Es la “hora” decisiva de la que Jesús había hablado a sus discípulos, y esta hora es la de vivir apasionadamente su misión; “la hora” son los momentos estelares del amor que busca el bien de todos, de toda la humanidad, de toda la creación.
Cuando alguien vive apasionadamente todo su ser está tomado por un sentimiento que lo empuja a actuar en esa dirección: Es vivir con “pathos”, con una pasión dominante que mueve a toda la persona en la dirección de lo que se busca y que, también, significa la capacidad de padecer por lo que se ama.
Impacta el contraste entre la corrupción que hemos conocido y lo que los cristianos celebramos en estos días contemplando al Señor Jesús en su camino de vida entregada. En estos días, los cristianos hacemos memoria del Señor Jesús que vivió apasionadamente una entrega de amor en medio de la violencia que se abatía sobre él, hasta la muerte. Sólo quien vive apasionadamente es coherente con sus opciones fundamentales, y lo es hasta el final.
Esto de vivir apasionadamente siempre es complejo, lo fue para el Señor Jesús y lo es hoy para nosotros, en medio de una “sociedad líquida” con convicciones débiles y siempre negociables, e inmersos en una cultura que busca entretenciones y bienestar a costa de egoísmos y corrupción. Quien se deja apasionar por el Señor Jesús y su Reino de amor, de acogida y perdón, de verdad y justicia, donde los pequeños y los marginados son los que ocupan el primer lugar, puede vivir gozosamente un camino de entrega y servicio, en el que el mismo Señor Jesús le dirá: “¡bienaventurado!”.
En su vida y entrega apasionada, el Señor Jesús no huyó de los conflictos, sino que los asumió y enfrentó jugándose por entero; no eligió la muerte, sino que eligió amar intensamente y hasta el final, aunque significara la muerte, con la esperanza que solamente desde el amor a Dios y en la entrega a los demás surge lo nuevo para este mundo cansado de promesas humanas.
Estos días son, para todos los cristianos, los días más importantes del año, porque a la luz de lo que celebramos en ellos es que tienen sentido todas las otras semanas y años de nuestra vida, renovando nuestra decisión de fe de seguir al Señor Jesús en su camino de vida entregada como el Servidor de todos que vive para siempre.
Estos días son una invitación a vivir de verdad y un tiempo de gracia para un seguimiento apasionado del Señor Jesús que nos dice: “busquen el Reino de Dios y su justicia, y lo demás les será dado por añadidura”. Así, a la luz de la entrega del Señor Jesús y del triunfo de su resurrección, tienen sentido los afanes y luchas de cada día, e incluso se llenan de sentido el dolor, el sufrimiento y aún la misma muerte.