Cuenta pública, más que la ley de aborto
Para algunos, careció de anuncios importantes; para otros, no se hizo cargo en forma efectiva del crecimiento; otros consideran que hizo un guiño -y que será sólo eso, un guiño- a su sector con los énfasis en la mal llamada agenda valórica.
Como era de esperarse, la tercera cuenta pública del Presidente Gabriel Boric no fue del gusto de todos los sectores y, antes de terminar, ya tuvo el rechazo de nueve parlamentarios que se retiraron del Salón de Honor y la pronta reacción adversa de la Iglesia Católica y, por ende, de un sector de la Democracia Cristiana, amén de otros partidos de derecha y de ultraderecha.
Pero, lo raro es que las 44 páginas del discurso, que se tradujeron en más de dos horas de presentación, no pueden quedar reducidas a un par de anuncios, como lo fueron impulsar legislativamente el aborto legal y la eutanasia. Más aún, las páginas y los comentarios post-cuenta pública hoy parecen disminuidos sólo en el tema de la interrupción del embarazo. Lo cierto es que todos saben que estas iniciativas no tienen ninguna posibilidad de ver la luz en lo que resta de su mandato, por lo cual parece exagerada la reacción de quienes tempranamente han salido a cuestionarlas.
¿Efecto esperado o sobrerreacción de los sectores conservadores? Un diputado magallánico acusó derechamente a Boric de haber buscado tal situación para esconder la pobreza de su discurso y su carencia de anuncios importantes.
Boric ha estado en permanente transición, desde el chico dirigente universitario al parlamentario irreverente que llegó sin corbata al hemiciclo y que, años más tarde, terminó cruzándose la banda presidencial. Han sido dos años de lecturas políticas erradas y de tener que ir transformando sus visiones de lo que significa gobernar. Cambios que no han caído bien al sector más duro de la izquierda y que tampoco son considerados suficientes para aquellos partidos de centro-derecha ni para el empresariado.
El magallánico parece estar en el peor de los escenarios y, tras la tercera cuenta pública, ya comenzará -más anticipadamente de lo sufrido por otros gobernadores- a sufrir el síndrome del pato cojo pues su segundo período de dos años estará marcado por las elecciones (aunque el primero también).
De su discurso, se puede resaltar el giro de la agenda presidencial hacia los temas que hoy preocupan y parecen más acuciantes a la ciudadanía y al empresariado: seguridad y crecimiento. Aunque, tampoco en esto logró contentar a todos.
Gobernar es difícil y el mayor temor es que, en tiempos electorales, la polarización que tantos réditos en votos obtiene haga inútil el reiterado llamado presidencial al diálogo y a construir entre todos el Chile que queremos. Claro está que para lograr apoyo parlamentario y empresarial no le bastará seguir rindiendo homenajes públicos a Sebastián Piñera.