Bajo la lupa norteamericana
Entre 1968 y 1991, el gobierno de Estados Unidos mantuvo una implacable vigilancia sobre Chile. Ahora, gracias a una gestión de la embajadora Bernadette Meehan, se pueden conocer inéditos detalles de los documentos que se enviaron a Washington desde el final del gobierno de Eduardo Frei Montalva hasta comienzo del período de Patricio Aylwin. Entre medio están los mil días de Salvador Allende y los 17 años de la dictadura de Augusto Pinochet.
Hay que precisar que un par de años después del golpe militar, ya en el Congreso de EE.UU. gracias a la Comisión Church, se había reconocido el inadecuado involucramiento mediante “acciones encubiertas”:
Conforme a dicho informe. la intervención en la década entre 1963 y 1973 fue intensa, extensa y continua. La Agencia Central de Inteligencia gastó tres millones de dólares tratando de influir en las elecciones de 1964. Más tarde invirtió ocho millones de dólares en los años anteriores al golpe militar del 11 de septiembre de 1973
Estos datos, aunque conocidos, no han tenido la misma repercusión que seguramente tendrá el material ahora disponible gracias a la embajada y el Museo de la Memoria. Durante la dictadura, la representación diplomática se preocupó, en agudo contraste con lo ocurrido previamente, de política, de economía, de violaciones de los derechos humanos. También de la situación de las universidades y, por cierto, de la libertad de prensa.
El mismo 4 de septiembre de 1970, cuando triunfó Allende en las urnas, una nota expresaba claramente las dudas de lo que venía: “Nuestro problema fundamental… es sopesar los riesgos alternativos para los EE.UU. que implicarían: a) un gobierno de Allende, y b) nuestro intento de bloquear su presidencia. En esencia: el caso es que Allende espera establecer un estado marxista, expropiar inversiones estadounidenses, seguir una política exterior amigable con Cuba y hostil hacia los EE.UU. Creo que no hemos dado suficiente peso a las fuerzas en Chile que podrían frustrar sus planes: un ejército intacto que no ha oprimido ni sido derrotado por el pueblo (a diferencia de Cuba cuando Castro tomó el poder); y grupos poderosos en el ámbito laboral, empresarial e industrial, así como en el sector agrario. Sin embargo, las consecuencias de una victoria de Allende serían, obviamente, graves… la evidencia de nuestra participación (en Chile) dañaría nuestro prestigio y efectividad en América Latina (sin mencionar la reputación del Gobierno de los Estados Unidos con sus propios ciudadanos) incluso más que lo hizo Bahía de Cochinos. Evalúo que los riesgos potenciales son mayores que los de una victoria de Allende”.
En 1991, cuando termina esta recopilación, la perspectiva era muy diferente:
“Desde el 11 de marzo de 1990, Chile está gobernado por un gobierno civil elegido democráticamente y encabezado por el Presidente Aylwin”.
Eran tiempos en que el peor peligro de guerra seguía siendo físico, considerando inminente el riesgo nuclear. Ahora, aunque no ha desaparecido ese peligro como es el caso de Ucrania, la mayor amenaza para el mundo es un holocausto informático. Es decir, el hackeo deliberado de las comunicaciones que paralizaría toda actividad de un extremo a otro del planeta. Desde la agricultura y la industria a la defensa nacional y la vida diaria de las personas.