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Desde su alta del hospital, Ricardo Ojeda Mancilla lleva meses sin ser visto por un médico

Familia del conductor sobreviviente de un accidente con un camión de Vialidad denuncia un historial de abandono

Domingo 19 de Enero del 2025

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Lucas Ulloa Intveen
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El 2024 fue un año que marcó la vida de la familia Ojeda Mancilla. Dos fechas claves suscitaron cambios en todo el núcleo familiar y de por vida: el 14 de enero, cuando se registró la brutal colisión de un camión de Vialidad con un vehículo particular; y el 9 de agosto, cuando le dieron el alta a la víctima, Ricardo Ojeda Mancilla, de actuales 45 años. Desde su egreso del hospital en adelante, el cuidado ha dependido de su familia y han tenido que sortear diversas dificultades a la fecha.

“Cuidarlo no es una carga, sino que es algo que para nosotros se nos hizo como una costumbre. Tenerlo en la casa es mejor por el ámbito de que él puede ubicarse un poco más. No sabemos con exactitud, pero sí podemos suponer que puede estar mejor en casa. Pero igual es complicado con el tema de la ayuda que uno tiene en general”, sostiene Camila González, hija de Ricardo, en conversación con El Magallanes.

Camila vive junto a su hermano menor de 15 años, quien recién pasó a segundo medio. Es la única que trabaja por remuneración en la familia, ya que su madre tuvo que renunciar a su trabajo desde el alta de Ricardo para poder dedicar 100% de su tiempo al cuidado. La decisión vino porque no podían costear el tratamiento particular y porque así aseguran que los cuidados que le den a su familiar sean realizados con el máximo de dedicación y amor.

Sin embargo, su madre no es profesional de la salud y la supervisión médica del caso de Ricardo Ojeda, así como su evolución, debería ser tratado por un especialista, algo que a la fecha no ha ocurrido. “Él se supone que debería tener un doctor de cabecera, pero siempre están delegándose, por lo menos en el hospital, quien es el doctor. No tiene ninguno. Yo trabajo todo el día y mi mamá tiene que delegar a alguien para que pueda cuidarlo mientras ella va a hacer los otros trámites al hospital”, relata Camila.

Vivir sin certezas: “Se están tirando las pelotas”

Ricardo vive en cama, en estado vegetativo y con más de 12 medicamentos que toma cada 8 horas. La familia se pregunta cómo saber si todos estos fármacos hacen o no efecto, si deben modificar las dosis o cambiar alguno. Nada de esto lo saben, ya que desde el alta dada en agosto, no ha tenido una revisión clínica. “El hospital no hallaba la hora de mandarlo para la casa, se querían desligar de él. Legalmente era un gasto para el hospital. Lo trajimos a la casa como pudimos, lo llevamos a un departamento en un cuarto piso, hicimos gestiones para poderlo dejar”, comenta Pamela Llancalahuén, cuñada de Ricardo Ojeda.

Así como vivieron las primeras semanas del año, que luego se extendieron a meses, esperando tener claridad con el diagnóstico y avance de su ser querido, posterior al alta médica, la incertidumbre ha venido por otros lados. Pamela lo relata en términos coloquiales: “Ahora no lo trata nadie. En el fondo se están tirando las pelotas. En este momento mi cuñado está a la deriva”.

Pamela va todos los meses a buscar los medicamentos que Ricardo debe tomar y en cada vuelta se pregunta si acaso éstos están generando algún efecto. “Yo le preguntaba a mi hermana el otro día: ‘¿Cómo ves tú que los remedios están haciendo efecto, si hay que quitarle o agregarle otro?’. No le pueden dejar de por vida con esos remedios, porque él puede tener algún avance”, plantea ella.

6 meses sin revisión

Después del alta, el hospital comprometió una semana de “hospitalización domiciliaria”. Posterior a esos siete días, todo cuidado y atención ha dependido de la familia. Sólo tienen acceso a respuestas frente a emergencias a través de programas como el Punta Arenas Te Cuida. Desde que su última doctora tratante le dio el alta en agosto y le entregó una receta de medicamentos, han pasado 6 meses en que no ha sido revisado por ningún profesional de la salud.

“Hemos solicitado a un médico, pero nos dicen que tiene que ver con cuidados paliativos, del universal, que tiene que ver con el tema de los policlínicos. Y ellos dicen que no, que hay que verlo con el hospital. Entonces, vamos así saltando. Cuidados paliativos generalmente se centra en lo que es el bienestar, como para que puedan designarle algún doctor que lo pueda ir a evaluar o, por lo menos, que lo haga una vez al mes”, plantea Camila González.

Camila recuerda que la última vez que fue a la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Clínico de Magallanes (HCM) le comentaron que el caso simplemente estaba en trámite. “Han pasado tantos meses que no podemos esperar que entre a un cuadro otra vez. No podemos esperar eso. A él sí o sí tienen que examinarlo aunque sea una vez al mes. Aumentarle esto, quitarle esto otro, o tener que hacer esto, lo que sea”, agrega Pamela, quien coincide que toda la presión del cuidado médico la lleva su hermana.

Y la presión no ha sido menor, ya que para todos los trabajos de cuidado los ha tenido que aprender por su propia cuenta. “Ella fue aprendiendo de a poco qué es lo que tenía que hacer o no, cómo darle los remedios, cómo cambiarlo. Y como yo no estoy en todo el día, de repente ella tiene que hacerlo sola”, comenta Camila. “Nunca tuvimos una clase de capacitación de cómo cuidarlo, sino que en las visitas que realizábamos mirábamos qué hacían o qué les daban. Preguntábamos a los mismos que ayudaban en ese momento”.

Fuera de una inducción para su alimentación, ya que está con Ley Ricarte Soto, no hubo nada más. Esto implicó un semestre de intenso aprendizaje en un montón de materias que eran desconocidas para Camila y su madre.

Pamela dice con emoción en sus ojos: “A mi hermana le saco el sombrero porque ella aprendió un montón. Limpiarle la tráquea o donde va la gastro, limpiarlo todos los días, cuando come y cuando termina de comer, poner agüita en la jeringa, en el estómago. Es un tema muy complicado. Y, como digo, nadie tiene capacitación de nada. Lo aprendiste mirando y listo”.

La esperanza de la
rehabilitación

Actualmente Ricardo es paciente del programa Punta Arenas Te Cuida y de otro programa del Centro de Rehabilitación que le facilita ciertas atenciones que lo ha ayudado mucho en su movilidad. A raíz de lo mismo, la familia busca ingresarlo oficialmente al centro, para tener una atención con mayor frecuencia. Sin embargo para hacer este ingreso, vuelven al mismo problema: “Su doctor o doctora de cabecera tiene que ser quien le haga la interconsulta para entrar al Centro de Rehabilitación”.

“Frente al diagnóstico que tenemos, lo que no queremos nosotros es que él quede rígido. El problema es ese. Aparte que él es súper joven. Tiene 45 años. Entonces tenemos toda la fe puesta en que pueda reaccionar, ir avanzando, que vaya de a poquito. Nadie dice que cambie de la noche a la mañana. Pero él era un hombre sano y bueno”, sostiene Pamela sobre su cuñado.

“Nosotros, como cualquier familiar, estamos tratando de agotar todos los recursos para que él pueda salir adelante, si es que vemos alguna u otra evolución. Y eso nos gustaría que vaya de la mano de alguien que nos pueda orientar y ayudar”, agrega su hija Camila.

Igualmente, hasta el día de hoy y a diario, a Ricardo le hablan y le cuentan de las novedades. “Le contamos todo lo que sucede o la gente que pregunta por él y manda saludos. Intentamos tratar de recibir visitas, pero tampoco es tan recurrente porque está propenso al tema de las enfermedades, bacterias y todo eso”, sostiene Camila.

El apoyo humano

El gran apoyo que han tenido ha venido de la mano de conocidos. “Hay mucha gente que uno nunca se esperaba, nos han abierto las puertas, nos han ayudado. La familia, los amigos. No tengo nada que decir”, apunta Pamela Llancalahuén. Ella trabaja en el Gimnasio Español, donde encontró muchas personas que le ofrecieron diversas ayudas sin jamás pedirlo.

“Hay mucha gente que nos ha ayudado en cooperación, que hemos hecho beneficios. El tema es que comprarle medicamentos, o los pañales, porque eso es lo más caro. Y los talcos, porque utiliza uno especial para que no se haga heridas y son carísimos. Todo eso hay que costearlo”, explica Pamela.

Arista judicial

El hecho de que el accidente haya sido protagonizado por un vehículo perteneciente a una institución pública no es menor, y llevó a que la familia presentara acciones judiciales en la materia. Sin embargo, lo más complejo para ellos ha sido la indiferencia del aparato público, quienes se han excusado en que se trata de un caso judicial en curso, evitando así tomar cartas en el asunto.

“Cuando tratamos de pedir ayuda, ellos nos dijeron que no se podía porque estaban temas legales y aparte del seguro que él (Ricardo) podría recibir por parte del camión tampoco se podía realizar”, sostiene Pamela. Sin embargo, lo que más duele para ellos es la indiferencia. “Ni siquiera una llamada telefónica a la familia (…) Ha pasado un año y no se dan cuenta que le cagó la vida a mi familia. No pudimos estar en familia para el 18, para su cumpleaños, Navidad o año nuevo, todo fue diferente este año”, dice emocionada Pamela.

“Del gobierno no le pedimos ni plata ni esas cosas, pero sí nos pueden ayudar a agilizar cosas, cualquier ayuda que puedan gestionar”, agrega Camila. Ellas están conscientes de que el caso es conocido por todo el gabinete regional, sin embargo, no ha habido cercanía de ninguna autoridad.

El conductor del camión de la Dirección de Vialidad, según se le ha informado a la familia por parte de su abogado defensor, estaría dispuesto a asumir responsabilidad. “Nosotros no podemos saber si eso es realmente cierto o no, porque no se ha realizado todavía la audiencia donde debería declararse culpable. Aún estamos en trámite de eso”.

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