Los errores del edadismo
La forma como nos referimos a las personas mayores tiene diversas implicancias, especialmente cuando no usamos adecuadamente los términos más específicos para referirse a esta etapa de la vida. Antes se les llamaba coloquialmente como abuelos y abuelas, pero el termino no es el correcto ya que hay muchos que no lo son. Este término guarda relación con un parentesco y es más apropiado para referirnos a nuestros mayores consanguíneos. Tampoco hoy resulta muy apropiado referirnos a ellos como viejos, porque tiene otras connotaciones que no son las mas adecuadas. Dado el momento actual referirnos al grupo etáreo de los mayores como “personas mayores” es lo mas apropiado y pertinente, aunque en muchos documentos sigue utilizándose el de Adultos Mayores para referirnos al colectivo social.
Más importante que la forma en cómo nos referimos a ellos en lo social, es el trato que le damos a nuestras personas mayores. Cómo nos referimos implica el cómo vemos y tratamos a las personas en todas las etapas de la vida. Por eso, no sólo importa cómo nos referimos a ellos, si no que el trato e importancia que les damos.
Es frecuente que se establezcan barreras o dificultades a las personas mayores por el sólo hecho de ser mayores, por la edad que viven o en la etapa de la vida en que se encuentran. Así nace el concepto de edadismo, que es un tipo de discriminación o trato injusto basado en la edad, afectando no sólo a los mayores sino que también a otros grupos etáreos como son los jóvenes; finalmente es favorecer estereotipos asociados a la edad y que pueden significar la marginación de estas personas, situación que no es buena bajo ninguna perspectiva.
El edadismo no sólo es un prejuicio, es una barrera que va a limitar las oportunidades de esas personas y va a reforzar las desigualdades. Una forma de edadismo es el viejismo, que se basa en ideas negativas sobre el envejecimiento, en la creencia que las personas mayores son menos capaces o menos valiosas que a otras edades. Es un concepto errado y tergiversado de percibir el aporte que pueden y hacen en nuestras sociedades los mayores.
Muchas veces se les ve como sujetos pasivos y en espera de que los acontecimientos sucedan inevitablemente, sólo por el hecho de ser personas mayores.
Hoy nuestros mayores nos demuestran diariamente y de mil formas que son una población activa y participativa en su proceso de envejecimiento; que no es una etapa pasiva de espera de eventos vitales que inexorablemente ocurrirán, por el contrario buscan nuevos espacios de vida y desarrollo. El cómo los ocupan y cómo los aprovechan es una decisión personal basada en sus propias vivencias y creencias; ese solo hecho lo hace valorable y destacable. Por eso, nuestra actitud hacia los mayores debe ser de respeto y valorar su autonomía en la toma de decisiones.
Es importante tener claro que no todo lo que les ocurre a los mayores es por la edad y sus consecuencias, a veces es porque se les niegan tratamientos, basados sólo en el criterio de la edad; este es uno de los mitos más importantes a derribar en el quehacer médico o de salud, pero no es el único ámbito en que debemos dejar de ver a los mayores como personas añosas.
El edadismo se expresa muchas veces como exclusión social, aislando y reduciendo la participación comunitaria de los mayores. También existe la exclusión laboral, lo que se traduce como dificultades para conservar un empleo o bien poder acceder a alguno, incluso a edades no tan mayores. Muchos conservan y mantienen capacidades que los hacen aptos para desarrollar trabajos part-time (tiempo parcial) o especialmente adaptados a su edad. Una etapa que debiera ser de oportunidades, se restringe en una sociedad que no valora la experiencia o el aprendizaje de vida de muchos mayores aptos para un desempeño laboral efectivo.
Esta discriminación se expresa también con una visión estereotipada de negatividad del envejecer: no todos los mayores son frágiles, o desarrollan dependencia o pierden sus capacidades. En comunidad 2/3 de los mayores mantienen y conservan sus capacidades. El cruce de los 60 años no significa que de un día para otro se pierden todas las competencias aprendidas.
El envejecer es una etapa más de la vida que hay que transitar activamente. Por eso, es importante que nuestras sociedades locales desarrollen y promuevan la inclusión social de los mayores. No basta sólo con tener programas o actividades para ellos, es importante una reflexión colectiva que lleve a su inclusión y participación activa en las sociedades locales, con responsabilidades y tareas; para que sea una etapa más del vivir en comunidad, con un rol y una función a desarrollar.
De ahí la importancia de, no sólo, agregar años a la vida de los mayores en nuestra sociedad, sino que es necesario entregar las herramientas, para que sigan activos y participativos con roles y tareas sociales: es darle vida a esos años.