Legislar a “matacaballo”
La hipócrita política chilena ha acuñado una nueva frase: “legislar a matacaballo”. Se utiliza para sembrar dudas sobre proyectos de ley y ralentizar los procesos legislativos en aquellas materias en las que resulta impopular oponerse públicamente, de esta forma, manteniendo el statu quo.
Solo a manera de ejemplo, en casos de relevancia social y económica, decenas de proyectos han sido demorados y, a última hora, aparecen las denuncias de legislar a matacaballo: la reforma a pensiones, más de quince años; la ley de etiquetado de alimentos, siete años; la tabla de factores de las ISAPRES, veinte años desde el primer fallo judicial; la ley de pesca lleva cinco años de tramitación a pesar de su origen espurio; la ley de migraciones y extranjería, ocho años, etc.
Una muy mala práctica política y una desastrosa señal para la cultura de innovación, los emprendimientos y la educación. Detener el avance en cualquiera de estos ámbitos, a riesgo de cometer errores, es el peor consejo que se le puede dar a la sociedad y, en especial, a niñas, niños y jóvenes.
Me aprovecho de la sabiduría de “Pepe” Mujica, quien dijo que el único mensaje que quiere enviarle a los jóvenes es: “Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que la vida nos golpea. Eso vale para el amor, para el trabajo, para todas las relaciones humanas, no sentirse derrotado y volver a empezar”.
En nuestra época de constante cambio, tenemos que desarrollar la capacidad de aresiliencia, es decir, saber leer las nuevas realidades, adaptarse a ellas y encontrar oportunidades en medio de las dificultades, siendo capaces de pensar fuera de los paradigmas conocidos. Un país que mira el futuro con desconfianza y temores de acordar cambios por riesgo a equivocarse es un país destinado a quedarse atrás, y lo que es peor, perder a sus verdaderos talentos, que emigran a sociedades cuyos ecosistemas fomentan la innovación.
Se estima que, en Estados Unidos, entre un 40% y 50% de los PhD son extranjeros, y esa es la gran fortaleza de la investigación científica e innovación en ese país. Nadie les dice que van demasiado rápido; todo lo contrario, estos ecosistemas fomentan la innovación y están conscientes de la competencia, por lo que la velocidad del cambio y la innovación son claves.
China no se queda atrás y está desarrollando varios centros científicos alimentados por un sistema educativo que incentiva la creatividad, la innovación y el cambio.
Lamentablemente, estamos a años luz de esas culturas, y mientras sectores políticos sigan oponiéndose a imprimir mayor velocidad a los procesos legislativos, el Congreso seguirá siendo una institución de freno, con el consiguiente desprestigio y mala evaluación.
Terminemos con la hipocresía y atrevámonos a avanzar decididamente en los cambios que permitan generar ecosistemas de creatividad, innovación, competencia y cambio.