Aerolíneas y aeronaves en los cielos australes
En uno de nuestros últimos regresos vía aérea a Puntas Arenas, a la altura de Última Esperanza, el piloto anuncia por los altavoces que por el costado izquierdo de la aeronave podían apreciarse las Torres del Paine. En efecto, era un día despejado y la visión era maravillosa, minutos después nuevamente el piloto interviene indicando que realizaría un giro para apreciar las Torres desde otro ángulo, los pasajeros no salíamos de nuestro asombro, los turistas y los nortinos por la majestuosidad del paisaje y los magallánicos por la gentileza del Comandante quenos llevó con ese giro hasta otros tiempos.
Recordamos entonces que, en días despejados nos tocó en más de una oportunidad ver las Torres del Paine desde todos los ángulos, los pilotos, quizá siguiendo una política de las aerolíneas tenían estos gestos hacia los pasajeros. Eran otros tiempos, los magallánicos sentíamos cariño por las líneas aéreas, eran “nuestras líneas aéreas”, sentíamos esa gratitud hacia las empresas que nos permitían conocer otros paisajes, sí hasta nos poníamos traje nuevo para subirnos al avión. Viajar en avión era como asistir a un casamiento, a nadie se le habría ocurrido subirse con “Zapatillas de gimnasia” y “Pecos Bill”, menos aún con “Salida de cancha”; ahora las cosas han cambiado, pero quedan los recuerdos,
Algunos fuimos testigos privilegiados del auge de la aviación en los años sesenta. Armábamos los aviones a escala marca Revell que exhibían en las vitrinas de la casa Maynard en calle Bories o las plantillas de cartón de los Recortables Royal que vendían en el kiosco de Kasic, ahí en Yugoeslavia esquina Magallanes. Por otra parte, los álbumes de figuritas, incluían secciones con dibujos o fotografías de aeronaves comerciales y de los aviones de la Segunda Guerra Mundial.
De repente nos dimos cuenta que las cosas empezaron a ocurrir en los aviones y así se reflejaba en películas, canciones, o libros; aquello que antes transcurría en los barcos o en los trenes, ahora pasaba en los aviones, El malogrado cantante Gervasio cantaba “La azafata”: “Y la azafata me mira, me mira, desde un rincón del avión”, en tanto, Rocío Durcal y Palito Ortega se enamoran y cantan “Amor en el aire” en la película homónima y Los Tres Sudamericanos arrasaban con “El vuelo 502”: “Volando, volando, a Mallorca voy, a Mallorca voy…”. En 1970 la película “Aeropuerto” fue un éxito de taquilla y ganó un Oscar con un elenco estelar: Burt Lancaster, Dean Martin, Jean Seberg, Jacqueline Bisset, George Kennedy, Helen Hayes y Van Heflin. Su banda sonora se constituyó en un clásico y al film le siguieron “Aeropuerto 75”, “Aeropuerto 77” y “Aeropuerto 79: Concorde”. Luego vendría la saga de parodias “Y dónde está el piloto”.
La publicidad también aportaba los suyo, los españoles nos decían: “En Iberia, sólo el avión recibe más atenciones que usted”, y la aerolínea estadounidense Braniff international, acuña su concepto de “déjese llevar por el Clan Braniff” y entrega al diseñador italiano Emilio Pucci la decoración interior de los aviones y los uniformes de la tripulación. Entonces las azafatas cambian la falda por los hot pants de diseño futurista, al igual que la cabina de pasajeros. Se da un giro en la apariencia externa de los aviones, que hasta ese entonces, seguían el clásico patrón de pintura en la mitad superior del fuselaje y hacia abajo quedaba el brillante metal al descubierto. Ahora el fuselaje en su totalidad era pintado de un solo color y todos los aviones de la línea tenían un color distinto.
Braniff no tenía límites: contrata al pintor y escultor norteamericano Alexander Calder para que diseñe la pintura exterior de sus aviones y cada unidad se transformó en una obra de arte con alas y turbinas, se promocionaban entonces “los colores triunfales de Braniff°. Calder fue el creador, entre otras cosas del juguete “móvil”, o colgante, concepto que aplicó también a algunas de sus obras arquitectónicas. La desparecida aerolínea tuvo también su propia canción: “El Clan Braniff”, con la música “Todos hablan”, tema principal del film “Perdidos en la noche”. Por último, agreguemos que el “El Clan Braniff” es el título de una novela de Matías Celedón, ambientada en los años de la última dictadura cívico militar chilena.
Continuará…